Atomización

Atomización

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Ante los ojos de todos, como si hubiésemos perdido la capacidad de asombro, el territorio nacional parece haber crecido tanto que nos acercamos al tamaño de los Estados Unidos.

Ello así, porque ya llevamos 31 o 32 provincias; un día de éstos alcanzaremos el número de estados que tiene la Unión Americana.

La creación de nuevos distritos municipales, municipios, comunes y provincias se ha convertido en un negocio.

No se percibe que se trate de preocupación por la forma en que se administran las distintas instancias de la división territorial. No. Se busca que haya más senadores, diputados, síndicos y regidores. En una palabra: más empleos públicos.

La Constitución necesita reformas para adecuar sus instituciones a la realidad actual. La primera debe ser la que quite al Congreso Nacional la facultad de reformar la Carta Magna, porque convierte a los legisladores en jueces y partes.

La reforma a la Constitución debe ser realizada mediante una consulta nacional en la que el pueblo vote por las reformas que se le propongan.

Habría que establecer un sistema de plebiscito mediante el cual el 60 por ciento los votos depositados decida si debe realizarse la reforma, y la consiguiente elección de diputados a la Asamblea Constituyente, único órgano con capacidad para reformar la Constitución, en los puntos que le hayan sido sometidos.

Luego, organizar el gravísimo problema que significa la atomización del país y la diarrea de diputados y senadores, que parece no tener fin, a juzgar por el sistema constitucional actual, para la elección de los miembros del Congreso Nacional.

Parece que los partidos políticos aspiran a crear una elefantiasis, en el Congreso Nacional, como la que tienen en sus Comités Ejecutivos que cada día aumentan en cientos de miembros.

Ese relajo se puede mantener en los partidos pero la Nación no tiene la culpa de la estulticia política de muchos, para sufrir un Congreso Nacional que se convertiría en una torre de Babel, un eterno diálogo de sordos.

Por ello, en lo referente a los funcionarios electivos he propuesto, hace décadas, una reforma que repito ahora. Consiste en lo siguiente:

Ahora tenemos una democracia de dos pisos: municipios y gobierno central; la relación provincia-municipio no existe.

Propongo que los senadores sean elegidos por el 5 por ciento de la población electoral nacional; un diputado por el uno por ciento de la población nacional.

Los síndicos elegidos por la mayoría de votantes del municipio, los regidores por el 5 por ciento de la población del municipio.

Se debe crear una diputación provincial cuyos miembros deberán ser elegidos por el 10 por ciento de la población de la provincia. La diputación será presidida por un gobernador, elegido por la mayoría de los electores de su provincia.

Esta propuesta implica, además, la descentralización del cobro y destino de los tributos.

Las provincias y los municipios deberán crear sus propios tributos para sus jurisdicciones, para lo cual hay que reformar la forma de cobro de tributos y distribución de esos ingresos de manera centralizada y discriminatoria.

La oficina del Censo tiene los datos para determinar las distintas jurisdicciones electorales.

Esta propuesta contribuiría, también, a la reorganización del país.

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