Atracción de inversión cubana es manejada por yerno de Raúl

Atracción de inversión cubana es manejada por yerno de Raúl

Michael Smith

Omar Everleny Pérez está ansioso por mostrar cuánto avanzó la reforma de la economía socialista de Cuba en manos de Raúl Castro, y por eso, en una tarde húmeda de agosto, el economista de 54 años me invita a su casa del barrio de Marianao en La Habana.

“Mira esto”, dice, señalando la pantalla de su ruidosa PC de escritorio negra. Cliquea un archivo y aparecen escenas del puerto de La Habana en la era colonial. Una narradora de voz calma describe un plan de gobierno de catorce partes para reemplazar los muelles llenos de arena por terminales para cruceros, restaurantes y hoteles, todo financiado por inversores extranjeros. Unos almacenes ruinosos se transforman digitalmente en apartamentos de lujo, comercios, oficinas y puertos deportivos llenos de yates. Pequeñas personas virtuales trotan y andan en bicicleta por zonas verdes donde ahora se levanta una refinería de petróleo, y un ferry se desliza dentro de una moderna terminal de vidrio y acero.

“Es algo visionario lo que quieren hacer, si lo piensas”, señala Pérez, profesor de la Universidad de La Habana e investigador del influyente Centro de Estudios de la Economía Cubana.

Más tarde, a pocos pasos del puerto de La Habana Vieja, veo el redesarrollo de la ciudad en marcha. Cerca de El Floridita, donde Ernest Hemingway tomaba daiquiris, el gigantesco edificio Manzana de Gómez se está transformando en un hotel cinco estrellas. Elegantes boutiques venden perfumes y estéreos. Dentro de un viejo depósito hay una microcervecería repleta de personas que beben lager elaborada en grandes tanques de acero importados de Austria.

Lo que no resulta evidente a primera vista a una persona que diera un paseo en una cálida noche caribeña es que todo esto –y cualquier otra cosa que dé dinero en La Habana Vieja y gran parte del resto del país- es dirigido por un hombre poco conocido fuera de los opacos círculos del régimen autoritario de Cuba. Este discreto general de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba pasó su vida cerca de la elite comunista al servicio de la revolución de Fidel Castro. Sin embargo, es presidente del mayor imperio empresarial de Cuba, un conglomerado formado por al menos 57 compañías que pertenecen a las Fuerzas Armadas Revolucionarias y operan bajo un rígido conjunto de referencias financieras desarrolladas a lo largo de las décadas. Es un elemento decididamente capitalista instalado en lo más profundo de la Cuba socialista.

Se trata de Luis Alberto Rodríguez. Desde hace casi tres décadas, Rodríguez trabaja directamente con Raúl Castro. Es quien da el visto bueno a la mayoría de los inversores extranjeros, exigiéndoles que hagan negocios con su organización si quieren empezar a operar en la isla. Si Estados Unidos finalmente levanta el embargo que desde hace medio siglo pesa sobre Cuba, será este hombre el que decida qué inversores conseguirán los mejores negocios.

Rodríguez no tiene a Castro sólo como jefe de toda la vida. También forma parte de su familia. Hace más de veinte años, Rodríguez, un hombre fornido de mandíbula cuadrada, hijo de un general, se casó con Deborah Castro, hija de Raúl. En los últimos cinco años, Castro hizo crecer enormemente el imperio empresarial de Rodríguez, convirtiéndolo en uno de los hombres más poderosos de Cuba. La vida de Rodríguez está envuelta en el misterio. Rara vez se lo ha fotografiado o citado en los medios y no se conoce públicamente su edad. (Se cree que tiene 55 años.) Rodríguez y los demás funcionarios de gobierno cubanos que se mencionan en esta nota rechazaron múltiples pedidos de efectuar declaraciones.

En un país donde al capitalismo se lo trató como una fuerza enemiga subversiva durante medio siglo, Castro está abriendo cautelosamente la isla a la empresa privada desde que sucedió a Fidel como presidente del país en 2006. La vida diaria cambió para mucha gente. Ahora están autorizados 201 tipos de empresas privadas, conocidas como cuenta propistas (los restaurantes y los bed and breakfast son las principales categorías). Dan empleo a un millón de personas, o un quinto de la población activa de Cuba, según Pérez y otros economistas. Raúl Castro legalizó la venta de viviendas y autos, eliminó las restricciones a los viajes y permitió la actividad agropecuaria privada y las cooperativas. Para los cubanos ahora es legal alojarse en hoteles, y 2,6 millones de personas tienen teléfonos celulares, mientras que esa cifra antes era cero.

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