Atrapados en alianzas

Atrapados en alianzas

ROSARIO ESPINAL
La muerte de los tres caudillos que estructuraron el sistema de partidos políticos dominicanos en el post-trujillismo ha desencadenado una serie de cambios en la vida de los partidos que abarcan desde su estructura de poder interno hasta las lealtades electorales.

A pesar de la muerte de Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez, el PLD, PRD y PRSC contaban hasta el año 2000 con una figura que ofrecía cohesión del liderazgo: Leonel Fernández en el PLD, Hipólito Mejía en el PRD y Joaquín Balaguer seguía al frente del PRSC.

Sin embargo, la derrota electoral del PRD en el 2004, la baja tasa de aceptación política de Hipólito Mejía y el desplome electoral del PRSC post-Balaguer, dejaron esos dos partidos huérfanos de liderazgos capaces de impulsar la reorganización y relanzamiento de esas agrupaciones.

Los procesos convencionales realizados entre fines del 2004 y principios del 2005 generaron expectativas de cambios positivos entre dirigentes y militantes, pero encubrieron la carencia de liderazgos efectivos que reemplazaran a Balaguer y Mejía.

Al finalizar las convenciones, el PRD y PRSC mostraron nuevos directivos que, a pesar de sus limitaciones para proyectar liderazgo nacional, tenían la posibilidad de crear condiciones para reorganizar sus partidos.

El PLD, por su parte, tenía menos urgencia de renovarse porque estaba recién llegado al poder con una amplia votación a su favor. Por eso su congreso sirvió para ratificar el status quo partidario en vez de transformarlo.

Como partidos derrotados en el 2004, los nuevos directivos del PRD y el PRSC tenían tres grandes retos al finalizar las convenciones en el 2005: 1) iniciar un proceso de transformación interna para relanzar sus partidos en términos organizativos y programáticos, 2) forjar nuevos liderazgos políticos y 3) articular una oposición responsable y constructiva al gobierno.

La posibilidad de alcanzar estos tres objetivos se vio rápidamente abortada cuando los partidos iniciaron sus cálculos electorales y las discusiones de alianzas para el 2006.

Sin dudas, las alianzas electorales producen una sensación de triunfo y pueden aportar un caudal de votos. Pero las negociaciones realizadas en las últimas semanas entre los partidos presentan serias dificultades por la forma y el momento en que se producen.

Las nominaciones se negocian al margen de las coincidencias o discrepancias históricas de los partidos, en una coyuntura en la cual las organizaciones partidarias dominicanas necesitan afirmar su identidad ideológica y perfil organizativo, en vez de diluirse en alianzas de conveniencias simplemente para asignar candidaturas y supuestamente maximizar sus posibilidades de triunfo.

Incluso desde el punto de vista pragmático, las alianzas generan serios problemas para los partidos grandes, sobre todo para el PRD y PRSC.

Primero, la repartición de candidaturas que hacen las cúpulas partidarias vulnera el derecho de los miembros de partidos a elegir y ser elegidos en primaria.

Segundo, en partidos con aspirantes en todo el territorio nacional los conflictos y disidencias internas por repartos de nominaciones son mayores. Muchos dirigentes han estado preparándose para ser candidatos y si quedan fuera por una decisión de las cúpulas estarán descontentos.

Tercero, si los actuales directivos del PRD y el PRSC tuvieran la capacidad real de generar acuerdos internos la pérdida parcial de nominaciones no sería tan riesgosa. Pero carecen de suficiente poder en sus organizaciones para contener a los inconformes.

Cuarto, si al final las alianzas producen mucha disidencia intra-partidaria, los directivos quedarían debilitados para cohesionar y representar sus organizaciones.

Quinto, asumir que los partidos políticos tienen actualmente una base electoral estable y leal es erróneo. Los candidatos no atraerán automáticamente a una alianza la sumatoria de votos que se atribuyen por encuestas los partidos.

Sexto, a diferencia de las elecciones presidenciales donde la doble vuelta inclina a hacer alianza cuando ningún candidato recibe más del 50% de los votos, en elecciones congresionales y municipales se elige por mayoría simple a senadores y síndicos, y por proporcionalidad a diputados y regidores. Con este sistema de votación, es más conveniente que los partidos grandes vayan solos o en alianzas con minoritarios. De lo contrario, estarían desarticulando su maquinaria electoral en muchos municipios y provincias.

Séptimo, una alianza en elecciones congresionales y municipales es más complicada que en las presidenciales no sólo porque deben negociarse muchos cargos, sino también porque el voto preferencial utilizado para elegir diputados impide que las cúpulas partidarias impongan sus criterios en boletas que mezclen candidatos de distintos partidos. En esos casos, cada agrupación defenderá sus candidatos a pesar de la alianza.

Por todas estas razones, las alianzas para las elecciones de mayo entre partidos grandes sin tradición de acuerdos políticos traerá más problemas que beneficios. Si pactan enfrentarán el descontento de los aspirantes excluidos; si no pactan es tarde para el PRSC instalar su maquinaria electoral en todo el país y competir con el PLD y el PRD.

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