Atrapados en el clientelismo

Atrapados en el clientelismo

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Estas elecciones volvieron a mostrarnos que los partidos del sistema político dominicano están atrapados en el clientelismo. Se portaron, otra vez, como entidades que salieron al mercado electoral a buscar una clientela para transar su voto.

Lo hicieron todos los partidos, cada uno de acuerdo a sus posibilidades financieras y a su capacidad de oferta. Siempre, el partido que está en el poder tiene un mayor abanico de ofertas.

Desde el Palacio Nacional, desde el Congreso y desde los ayuntamientos llueven las ofertas y los programas de ayuda  para la clientela, es decir, para los votantes.

Creo que quienes más se “destacaron” ahora en la práctica clientelista fueron el partido de gobierno, el de la Liberación Dominicana, y el principal de oposición, el Revolucionario Dominicano. El primero domina el Ejecutivo y el Presupuesto Nacional, y el segundo el Senado y la Cámara de Diputados y casi todos los ayuntamientos. Tenían abundancia para ofrecer y dar y así lo hicieron, según pudieron verificar los observadores del proceso electoral.

Varios directores de periódicos que se reunieron con el jefe y varios miembros de la misión de observadores de la OEA, pocos días antes de la votación, plantearon el tema del clientelismo estatal como expresión de desigualdad entre los participantes. La respuesta fue de cierto desdén porque, se razonó, es una larga y amplia práctica en toda América Latina. Y se dijo, para rematar el tema, que nada podía hacerse para evitarlo.

En esta campaña vimos florecer el clientelismo. Nunca hemos dejado de tenerlo, pero creo que hay importantes sectores del país que quisieran verlo disminuir aunque sea de forma progresiva. En el 2002 aquello se desbordó. El partido que estaba en el gobierno superó, incluso, el viejo clientelismo balaguerista. Y lo hizo de manera cínica. En el 2004 las aguas siguieron desbordadas, y ahora par igual.

Hubo una época cuando se creía que se trataba de un fenómeno propio del balaguerismo. Entonces se hablaba de vergüenza contra el dinero, y se levantaban sólidas banderas ideológicas. Ahora es una práctica que atraviesa todos los partidos y, peor, hay una amplia clientela política que es adicta a las dádivas partidarias.

El clientelismo encuentra sus raíces en la pobreza y en la dependencia del Estado. El clientelismo como se practica en la sociedad dominicana no es, sin embargo, un fenómeno exclusivo de los sectores empobrecidos. También las clases medias y los grupos considerados poderosos se ven sometidos a esta bochornosa manera de aproximarse al poder.

El doctor Frank Moya Pons, uno de los principales intérpretes de los fenómenos sociales e históricos del país, hace varios años que planteó que el clientelismo va de la mano con el caudillismo y la pobreza. Ciertamente, el primero no existiría sin estos.

Pienso que podría considerarse una causa adicional: la debilidad de las instituciones públicas, cada vez más acentuada. Las comunidades, las organizaciones sociales que luchan a favor de determinados objetivos, las iglesias, grupos estudiantiles, universidades y entidades de productores se ven obligadas a aprovechar los períodos electorales para conseguir que quienes están en el poder escuchen sus reclamos y vayan en su auxilio.

Los directivos de estos grupos saben que en situaciones normales la posibilidad de ser escuchados son pocas y de ser complacidos, menos todavía. El Estado dominicano carece, en general, de dispositivos para hacer que la opinión pública sea efectiva, excepto cuando las necesidades y reclamos  entran en una franja de crisis o generan conflictos.  El organigrama del gobierno dominicano está diseñado para que los ciudadanos tengan que depender de sus entidades, casi a todos los niveles.  Esta dependencia fomenta el clientelismo y la corrupción, tanto como puede comprobar cada uno cuando procura algún servicio público.

Este clientelismo es, a mi juicio, uno de los factores que hace fuerte a los partidos políticos dominicanos.

Uno confía, sin embargo, en la atenuación de este fenómeno. Sabemos, sin embargo, que como un fenómeno social que es su debilitamiento está más allá de la voluntad y los esfuerzos de algunos líderes. Una de las claves para verlo desaparecer radica en la disminución de la pobreza y en la reducción de la dependencia ciudadana del Estado y del caudillismo de que nos ha hablado en algún momento el doctor Moya Pons.

Mientras, los partidos y sus líderes, todos, siguen aprovechándose de esta situación. Unas veces porque es el camino más corto para conseguir votos y otras porque, como admiten algunos en privado, de momento no hay otra manera de hacer política en la República Dominicana. Porque el sistema ha desarrollado entre muchos electores adición a las dádivas partidarias.

 

 (bavegado@yahoo.com)

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