Atrapados y sin salida

Atrapados y sin salida

LUIS FCO. OVIEDO MOQUETE
La llamada clase media, que sin dudas es el resorte que mueve toda actividad de los pueblos, es el ente dinámico, la que identifica la sociedad no por ser la más numerosa necesariamente, sino porque en ella están representados la mayoría de los procesos que se realizan en una nación, es determinante en cualquier área. Es también, por lo mismo, la que paga los impuestos con la que se manejan los gobiernos, y es también la que tiene en sus manos el acervo cultural que identifica la nación. Es en una palabra la que marca prácticamente la ruta a seguir en los momentos decisivos de cambio.

Las otras clases, alta y baja, si bien son determinantes en la primera por el poder económico y en la segunda por el número y el arrojo de no tener nada que perder, son en proporción las que menos presión tributaria y social reciben, por aquello de que a los ricos no les afecta el pago de impuestos por la riqueza que poseen y por que son traspasados a los consumidores, y los de abajo obviamente porque son la «carga social» que cabalga sobre los otros. Ejemplos de esto último son los subsidios a la electricidad, planes sociales, hospitales, etc. En fin, la clase media le sirve como una especie de colchón y es la parte media del sándwich que aguanta la presión de arriba y de abajo.

Es en esta clase media donde la política ha venido progresivamente haciendo estragos y creando situaciones angustiantes que, sumadas a la presión tributaria y fiscal para sacarles los beneficios de lugar, la tiene pegada a la pared. El concepto de tecnificación y formación académica, que son herramientas esenciales del individuo de esta clase, ha ido bajando en la escala de los valores y en esa misma medida ha ido escalando peldaños la filiación política, que se ha convertido en condición «sinnequanon» para ocupar o ascender en un puesto de la administración pública o privada. Estamos tan arropados por la preeminencia política que no hay una virtud ni mérito más alto que estas cualidades a la hora de decidir la posición que ocuparías y esto es de tan mal gusto que repugna, sobre todo por la calidad de políticos que nos gastamos. Es indignante que el requisito primario sea presentar una certificación del comité intermedio al que perteneces.

Es un absurdo, y es la razón por la cual cada cuatro años empezamos nuevos proyectos, nos olvidamos de todo el camino recorrido por la gestión anterior, donde se gastó una cantidad de recursos en la preparación de técnicos que los mandan a sus casas o a otras instancias con el nuevo gobierno, procediendo a entrenar nuevos para continuar el círculo vicioso que nos atrapa. ¿Cómo se avanza? Es esta una razón poderosa que impide la implementación de logros ciudadanos como es la Seguridad Social o el Plan Decenal de Educación.

Los indicios y análisis de la situación del ciudadano común, que es el de clase media, es verdaderamente crítica. No tiene salida, está atrapado, la única opción para llevar una vida digna en esta Isla Moribunda, es la política y hablar de ella es hablar de trampas, engaños, mentiras, poses, corrupción, robos, etc, etc, con las cuales no comulgan los ciudadanos decentes y con formación doméstica. No hay salida en este pedazo de isla que muere lentamente y que poco a poco cedemos a un destino peor como es el que tenemos a metros de Dajabón y Pedernales, es sólo cuestión de tiempo que dejamos pasar. Lástima por el tiempo que nos queda y sobre todo por la generación que nos seguirá.

Si es que queda algún recurso para revertir esto, como lo creo hay y que lo sería el aglutinarnos en un serio esfuerzo ciudadano donde se rescaten los valores morales y que la política se circunscriba a períodos de seis años con la prohibición estricta de hacer política sino dos meses antes de cada evento, como alguien, entre los que me inscribo, ha propuesto. Que los ciudadanos no tengan la obligación de estar metidos en partidos que no se diferencian en nada, ya que son verdaderas entidades comerciales, donde todo se compra y se vende. Tendríamos necesariamente un proyecto de desarrollo de nación en la que los partidos, una vez sean gobiernos, tendrían la obligación de seguir y respetar, utilizando el concurso de los mejores hombres sin importar su origen, sino sólo su estatura moral y profesional. Tomemos en serio ésto para que después no haya lamentaciones cuando desaparezcamos como nación. No esperemos más, salgámonos de este enredo en el que hemos caído y busquemos la salida. Ya está bueno de que personajes sigan «sacrificándose» por el bien del país en una candidatura que sólo le aportará beneficios para sacar la inversión que han hecho para llegar y repetirse por períodos más períodos. Los pueblos se cansan y llega el día en que cobran de mala manera todos estos abusos, cosa que no deseamos.

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