Atributos e imponderables de la abuelitud

Atributos e imponderables de la abuelitud

Pensando en mi nieto Leo Pablo.
El gran escritor portugués José Saramago dedica una parte emotiva de sus memorias a sus abuelos, con quienes vivió de pequeño y a los que quiso como ellos, humildes campesinos, le quisieron a él. Algunos de sus poemas más tiernos están inspirados por ellos. Maupassant dedicó parte de sus cuentos a su abuelo, con quien tenía una relación muy cercana.

Es bastante común que muchas personas tengan recuerdos similares de sus abuelos (se habla de la abuela y el abuelo, por supuesto) aunque los niños demoran en entender quién es esa mujer o ese hombre, que no son ni la madre ni el padre, y sin embargo les prodigan tanto cariño, tanta ternura y, la parte que más les gusta, tanta tolerancia frente a sus deseos y travesuras. Por algo existen las figuras de mamá/abuela y papá/abuelo.

Generalmente en las sociedades menos avanzadas se tiene como sabido que los abuelos son auxiliares en la crianza de los menores de las familias. Por eso, la ausencia de los abuelos se resiente duramente en la vida de las parejas jóvenes. Igualmente se sabe de países de desarrollo medio, como España, donde dadas las actuales dificultades económicas, los abuelos constituyen un puntal ya no solo auxiliar, sino material de las familias.

Para los abuelos (sigo hablando, por supuesto de la abuela y el abuelo), la llegada de los hijos, premiados con esos seres ruidosos y exigentes, es sinónimo de esfuerzos suplementarios, pero también de un sentimiento de felicidad que difícilmente se puede medir. Sus gritos y risas son sinónimo de vida, la vida que devuelven a sus mayores.

Lo que se sabía quizás menos es que ese “trabajo” de los abuelos también comienza a existir, y en importante escala en los países del llamado “primer mundo”, es decir, el de los ricos.  Ahora nos enteramos que en la fría Alemania, la función integral de los abuelos, que implica ayudar diariamente en la crianza de los nietos ¡involucra al 51% de las familias! ¿Quién lo habría pensado?

El caso es que en ese país, que es  muy organizado, se trabaja en un proyecto de ley que al reconocer la función social de los abuelos, les autorizará un período sabático de hasta tres años, con salario reducido, pero con su empleo asegurado al terminar el sabático, para que se puedan ocupar a tiempo completo cuando las circunstancias familiares así lo exijan, de la crianza y hasta educación de los nietos. Hasta ahora allí y en muchos países europeos, ya se reconocía que la madre o el padre tenían derecho a ese período sabático.

Y como se observa, en ciertas sociedades desarrolladas se piensa en todo, hasta en recompensar económicamente a los abuelos que tengan que dejar su trabajo para dedicarse a una tarea singular, que es la de estar y compartir con los nietos. Bien pensado, en la medida en que los abuelos y abuelas, a veces todavía económicamente activos, se involucran más allá de lo que establecía la tradición.

Ahora bien, hay prerrogativas particulares a la categoría de abuelo/abuela. No reemplazan a la madre o al padre del nieto o nieta y en consecuencia les corresponden funciones relativas exclusivamente al “cargo”. Aunque con los padres compartan la inmensa satisfacción cuando en la mañana, la sonrisa infantil del despertar ilumina el resto del día, al final del camino, la criatura que crece, ya sabe quiénes son esos “viejos” y establece con ellos la cariñosa y útil complicidad que de todos es conocida.  Virtud única e intransferible de la “abuelitud”.

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