Aumento de la producción

Aumento de la producción

En vez de aumentar los intereses debimos preocuparnos por incrementar la producción. No será el ejemplo más idóneo desde el punto de vista moral, y, pese a ello, es el más apropiado desde el punto de vista material. Adolfo Hitler se trazó una meta: la de catapultar la alicaída Alemania destrozada en la primera gran guerra del siglo XX. Con un marco devaluado hasta el ridículo, entendió plausible impulsar bienes tangibles y no los volátiles bienes financieros. Aquéllos, cimentados y crecientes, impulsarían a éstos, pareció decirse. El aquelarre que armó explica con claridad meridiana el éxito de esa política.

 Franklyn Delano Roossevelt heredó la depresión de 1929. De hecho, puede afirmarse que la quiebra de bancos, la pérdida de valor de papeles financieros en el mercado de los mismos y el cierre de negocios, propulsaron su triunfo. Su política quedó centrada en la inversión de capital, para sentar las bases de la producción. Estados Unidos de Norteamérica resurgió de entre sus manos, y justo por ello es el único mandatario elegido en tres ocasiones consecutivas en ese país. Por él, tras su muerte, se introdujo la enmienda constitucional que limita el ejercicio a dos mandatos consecutivos únicamente.

 Más cercano a nosotros, en tiempo y espacio, se halla el Joaquín Balaguer de 1966. Con una economía afectada por los desaciertos del triunvirato y las secuelas de la guerra civil, determinó iniciar su gestión con un reordenamiento de las finanzas públicas. Redujo en forma significativa los gastos corrientes y sustentó los tres mandatos consecutivos a partir de ese año, en el gasto de capital. Llegó a extremos inauditos, pues como parte de los recortes una que otra oficina pública se vio privada de papeles con membrete de identificación.

En cambio, puso a producir zonas que por tradición se creyeron de tierras estériles, como las de la Provincia de Azua. Plátanos enormes, y tomates de cocinar surgieron a granel de esos campos. Como parte de este impulso a sectores de la producción primaria de bienes comestibles, aparecieron plantas procesadoras de tomates que no existían, y que desde algunos años antes se encuentran clausuradas.

Construyó por doquier estructuras habitacionales, para la educación o la salud, vías de comunicación, buena parte de las represas hidroeléctricas que tiene el país, y muchas otras obras. Todo ello con recursos derivados del pago de impuestos por el pueblo, y sin necesidad de andar mendingando en los mercados de préstamos del exterior. Y encima, le sobraban recursos como para alcanzar modestos superávits fiscales. Lograba además equilibrios en el intercambio comercial.

Después, la debacle. Justo sobrevino ésta cuando los peritos en finanzas consiguieron que el país dependiese de empréstitos del exterior, y se quebrasen a la vez esos equilibrados esquemas de las finanzas públicas y el intercambio comercial. Conviene, a la luz de lo escrito, el rediseño del gasto público, pues no tenemos control sobre el intercambio comercial. Porque de uno u otro modo tenemos que ir a esquemas de impulso a toda forma de producción.

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