¡Aún hay patria!

¡Aún hay patria!

SERGIO SARITA VALDEZ
En el devenir del continuo proceso de desarrollo social de la humanidad se van generando cambios progresivos, los cuales, a menudo, lucen imperceptibles pero que con el transcurrir del tiempo se hacen evidentes.

 Es lo que denominamos transformaciones evolutivas. En otros casos, las modificaciones suceden dentro de un molde general estable y le llamamos reformas. Cuando las transformaciones acontecen de un modo rápido y se acompañan de una alteración que rompe el marco global de un sistema, entonces hablamos de una revolución.

En el caso de las reformas y de las revoluciones participan individuos que lideran esos movimientos sociales, ellos se convierten en entes catalizadores que trazan la ruta y encabezan el torrente de personas que ejecutan las acciones.

El trabajo llevado a cabo por esos dirigentes viene a ser descrito, analizado y juzgado posteriormente por historiadores que lo hacen desde una óptica filosófica y posicionamiento clasista en que se encuentren ubicados. No existe un narrador de los hechos del pasado que pueda colocarse en un espacio tan equidistante como para llamarse neutral. Al descomponer en sus partes todo un proceso de la historia el intelectual escoge un método y define los parámetros que servirán de medida para anotar sus observaciones. Aún cuando se valga del método científico, la visión de ese investigador estará indefectiblemente condicionada por el sitio en que se coloque el intérprete.

Lo arriba expuesto es bueno siempre tenerlo presente al momento de escuchar, leer, revisar y evaluar las interpretaciones o juicio que de un determinado hombre o mujer pública alguien emite. Hago estas reflexiones para referirme a las polémicas que frecuentemente se suscitan alrededor de personalidades de la historia dominicana.

Personajes como Juan Pablo Duarte, Pedro Santana, Gregorio Luperón, Juan Bosch y Joaquín Balaguer son evaluados y calificados por cada historiador de acuerdo a si el comportamiento de aquel está o no en sintonía con la forma de pensar y los intereses coyunturales del analista.

 A nadie debe sorprenderle que simultáneamente nos encontremos con dos cultas personalidades que nos presentan imágenes diametralmente opuestas correspondientes a un mismo actor de la historia.

Para quienes se beneficiaron al máximo durante la Era de Trujillo la figura de Rafael Leonidas Trujillo es lo que más se acerca a la imagen de Dios.

En cambio para los que sufrieron crueles torturas en las cárceles del jefe, o que vieron caer a su padre, hermanos o hijos víctima de la intolerancia del régimen, entonces para ellos la figura de Trujillo es lo que más se asemeja al puro demonio. De igual modo, el que ve en Joaquín Balaguer su autorretrato, valorará y aprobará con entusiasmo todos sus actos de ayer.

En cambio, habemos un considerable grupo de hombres y mujeres para quienes el profesor Juan Bosch constituye un paradigma cuya dimensión se mantiene creciendo cada día como la imagen contraria a la corrupción, al abuso del poder, la deshonestidad, el engaño, el crimen y la negación de las libertades públicas. Bosch representa para nosotros el hombre humilde y sincero que luchó por mejorar las condiciones de vida de todo su pueblo, ayudarle a obtener una mejor educación, salud, alimentación, vivienda, empleo, dignidad y decoro nacional.

Le tocó al patricio Juan Pablo decir en su momento: “Por desesperada que sea la causa de mi Patria, siempre será la causa del honor y siempre estaré dispuesto a honrar su enseña con mi sangre”.

 Gregorio Luperón durante la guerra restauradora en un momento crucial donde afloraba la división en el mando supremo le dijo al general Salcedo: “Presidente; dos capitanes mandando un buque en una tempestad, lo pierden; o manda usted la tropa, o la mando yo; si usted la manda, cuente con un soldado de vanguardia”. Juan Bosch, recién juramentado como Presidente de la República en 1963, concluyó su discurso inaugural con el siguiente juramento:”Mientras nosotros gobernemos, en la República Dominicana no perecerá la libertad”.

Con figuras históricas criollas de la talla de Duarte, Luperón y Juan Bosch podemos muchos dominicanos reforzar el coro de voces que al unísono todavía repite: ¡Aún hay patria, viva la República Dominicana!

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