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EL MITO DE LA INDUSTRIALIZACIÓN
Al igual que como ocurrió en el resto de América Latina, la Segunda Guerra Mundial estimuló el proceso de industrialización a través de la creación de industrias locales que, gracias a un alto nivel de protección arancelaria, competían y sustituía importaciones.
En esto influyó, primero, la mala experiencia de haber sufrido una gran escasez de productos que antes se importaban pero que no podían llegar debido a la destrucción de la producción en Europa y Japón, el control sobre las exportaciones de muchos productos puesto en vigencia en Estados Unidos debido a la guerra y las dificultades de transporte debido a la presencia de submarinos alemanes en el Caribe y en el Atlántico norte.
En segundo lugar, varios economistas sudamericanos habían convencido a sus gobiernos sobre la conveniencia de establecer industrias de sustitución de importaciones, como forma de evitar el deterioro en los términos de intercambios que, según ellos, resultaba de un comercio libre basado en la exportación de productos primarios, agrícolas y la importación de productos industrializados.
Lo generalizado del proceso de industrialización durante la guerra se evidencia cuando se compara al sector industrial como por ciento del Producto Doméstico Bruto (PDB) de una serie de 16 países latinoamericanos entre 1940 y 1945.
El caso de mayor incremento fue el de Guatemala donde la proporción aumentó de 7% a un 13%, es decir una subida de un 6% y en Honduras, donde las cifras pasaron de un 7% a un 12%, para un incremento de un 5%. Lo mismo ocurrió en Brasil que de un 15% pasó a un 20%.
Sin embargo, en siete de esos países el incremento fue de sólo un 4%, lo cual también fue en el caso dominicano, al pasar la proporción de 12% a un 16%. Tan sólo Nicaragua, Costa Rica y El Salvador evidenciaron menos dinamismo que la República Dominicana en su proceso de industrialización durante la guerra.
Pero Trujillo y su familia fueron los que se convirtieron en dueños de las grandes nuevas industrias del país surgidas durante la guerra: cemento, chocolate, cerveza, zapatos, aceites comestibles, baterías, clavos, recauchado, tenerías, sal, yeso, y mármol. Ese proceso de industrialización en base a empresas de la familia Trujillo continuaría en la década de los años cincuenta, y al caer el régimen, treinta y tres empresas industriales, minerales, comerciales, agrícolas, de bienes raíces, transporte y seguros serían intervenidas por el Estado y sus acciones expropiadas. Como habían actuado en condición de monopolio eran extremamente ineficientes. En resumen, que el grueso de la nueva producción industrial del país perteneció al dictador.
El desarrollo agrícola. Durante los primeros diecisiete años del régimen es indiscutible que favoreció al pequeño agricultor del país, proveyéndole de instrumentos de labranza, repartiéndole tierras y, sobre todo, construyendo canales de riego. La República Dominicana logró ser autosostenible en la producción de arroz, que antes era importado.
Durante la Segunda Guerra Mundial pudo exportar víveres a las Antillas Menores, afectadas por la presencia de los submarinos alemanes. Las importaciones de arroz, que en 1925-1929 representaron un 8% del valor total, ya habían desaparecido para 1940-1944.
El valor total de la producción agrícola subió de US$34.5 millones en 1940 a US$73.8 millones en 1946. El renglón Otros alimentos importados que en 1925-1929 representaba el 13.5% de las importaciones totales ya había prácticamente desaparecido para 1945.
Sin embargo, a partir del 1948 Trujillo adoptó una política totalmente contraria a la de ayudar al pequeño campesino ya que, para construir dos nuevos ingenios de su propiedad, les quitó grandes cantidades de tierras. El dictador llegó a ser dueño de diez de los catorce ingenios principales Así vemos cómo el que ordenó el asesinato de haitianos en 1937 devino en la década de los años cincuenta en el principal empleador de mano de obra haitiana, la cual era utilizada para cortar la caña de sus ingenios.
Trujillo y su familia también se convirtieron en los mayores dueños de tierras ganaderas en el país. Tuvieron el monopolio de la comercialización de la carne, la leche y el algodón.
Durante el gobierno de Horacio Vásquez, el 21 de enero de 1929, el presidente dominicano y el presidente haitiano Louis Bornó firmaron el tratado que daba término definitivo al conflicto fronterizo al establecer los límites de la frontera.
Una comisión delimitadora trabajaría en el terreno para colocar los bornes en los lugares citados en el tratado. El congreso dominicano lo aprobó el 7 de febrero y el presidente Bornó el 11 de julio de ese año.
Sin embargo, surgieron dos problemas. Por un lado, la comisión delimitadora, compuesta por haitianos y dominicanos, encontró dificultades en la colocación de los bornes por problemas surgidos en el propio terreno y, además, grupos políticos haitianos se quejaban de que ese tratado había sido firmado mientras tropas militares norteamericanas todavía controlaban Haití, pues solo se retiraron en 1934.
El año siguiente Trujillo y el presidente Vincent firmaron un protocolo que según el comunicado oficial se había redactado con el absoluto respeto a las articulaciones del tratado del 1929.
Sin embargo, Trujillo en el protocolo cedió tierras a los haitianos que bajo el tratado de 1929 eran dominicanas. En un libro suyo, Vincent recordaría que Haití recuperó 666,076 tareas en la zona de la Miel, al noroeste de Bánica. El protocolo así lo especificó.
Eso lo hizo Trujillo a cambio de un pacto político que imposibilitaría a los exiliados antitrujillistas residir en el vecino país.