Aunque no miremos hacia atrás

Aunque no miremos hacia atrás

MARIEN A. CAPITÁN
Hoy es el último día del 2004. Dentro de unas horas, rodeados de familiares y seres muy queridos, diremos adiós a uno de los años más lamentables de los últimos tiempos (bueno, hay que reconocer que desde el 2000 no hemos tenido ningún año que haya sido al menos un poco pasable). Aunque quizás no el momento de echar la mirada tan atrás, no puedo despedirme de este año sin recordar algunas de las cosas. Sé que no sirve de nada y que no lograré reencauzar el país ni muchísimo menos,  pero entiendo que parte de nuestro trabajo es hacer que la gente no olvide.

La República Dominicana siempre ha vivido bajo el manto del olvido. Amnésico, nuestro pueblo pierde la memoria con una facilidad que espanta. Por ello, uno de mis mejores deseos para el 2005 es que todos los dominicanos puedan beber sorbo a sorbo el «Jarabe para la memoria» que Marino Zapete ha diseñado para obligarnos a revivir los momentos más lamentables del quehacer político de nuestro país.

En un libro de más de trescientas páginas, Marino nos lleva hasta la época del presidente Joaquín Balaguer, ese prohombre de la democracia que se jactó de decir que la corrupción se detenía en la puerta de su despacho. Mientras pronunciaba esta frase, sin embargo, aupaba la corruptela. Así, a golpe de prebendas, logró mantenerse con el poder hasta el día que murió (sin estar en la silla, siempre  gobernó).

Pero dejando a Balaguer a un lado, sabiendo que muchos lo han beatificado después de muerto (en este país la muerte santifica, dignifica y glorifica), lo más importante es que Marino nos retrata la verdadera cara de lo que fue el gobierno de Hipólito Mejía.

Sin decir ningún secreto, sin mostrarnos nada que no sepamos, Marino nos hace un gran regalo: nos permite, gracias a su libro, que tengamos a mano el antídoto perfecto contra el olvido. Espero que, en caso de que Mejía piense en volver, el Jarabe se convierta en una cura para esa enfermedad.

Mientras continuamos tomando la medicina que Marino nos da (despacio, porque de beberla a grandes sorbos nos podríamos intoxicar de indignación, rabia y dolor), debemos pedirle al Señor que las situaciones que Marinos nos ilustra no se repitan en el 2005. Yo creo, o quiero creer, que tendremos un año lleno de venturas y bondades.

Por ello, y por cada uno de ustedes, brindaré esta noche. Espero que cada uno de los segundos que marque el final del 2004 sea sinónimo de dicha, prosperidad y, sobre todo, mucho amor (aunque suene a lo Walter Mercado, es inevitable).

Al presidente Leonel Fernández, por otro lado, le deseo mucha cordura y serenidad. Que sopese sus decisiones y que recuerde que hay más de ocho millones de dominicanos que necesitan que los guíe por el mejor de los caminos.

También deseo que ningún funcionario olvide que fue designado para servir; que la avaricia, el oportunismo, el nepotismo y el clientelismo desaparezcan de nuestra sociedad y que, aunque suene a fábula, podamos tener una República Dominicana honesta, progresista y desarrollada.

A mi familia, mis amigos y mis compañeros de faena les deseo lo mejor. Amén de que espero que alcancen todas sus metas, también aspiro a superen esos pequeños problemas que nos agobian de tanto en tanto. Un beso para todos y hasta el próximo año.

m.capitan@hoy.com.do

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