Aunque usted no lo crea

<p>Aunque usted no lo crea</p>

DIÓMEDES MERCEDES
Previendo que por acumulación de injusticias una crisis social de envergadura podría estallar sorprendiéndonos en el vació de la inexistencia de un ente opositor que lidere a la nación hacia fuera del callejón sin salida por donde nos arrean las políticas neoliberales, asumo la ilusión de pensar que los roles de orientación y organización del ente que no existe, corresponden ser llenados por todos los actores de oposición democráticos y progresistas en sus medios, como si organismos de bases o intermedios fueran de un aparato político ideal, por reducidas que sean sus influencias. La suma de muchos y diferentes componentes sociales serán compensatorios y el instinto social podría aportar el poder democrático cuando la necesidad nos convoque.

Lo más importante sería no desorientarnos y acudir a la convocatoria detrás del liderazgo de las ideas y los sentimientos comunes patrióticos, más que detrás de los individuos. Buena pudiera ser y no mala esta ausencia de la que nos lamentamos para la libertad y la futura redistribución del poder en nuestro proceso, como base genética de los cambios, pues el proceso ha estado atado y muy limitado por los rígidos criterios ortodoxos y convencionales moldeados lejos y en otros tiempos y que aquí limitaron la creatividad y la tolerancia que acompaña toda verdadera revolución.

Tal vez haya estado existiendo aquí en marcha una poderosa, original, atípica y muy hereje forma de gestión de nuestra revolución auténtica, la que no hemos sabido interpretar y que ha dejado a leguas a los profesionales revolucionarios hechos por el manual y otros libritos.

Aparentemente la consciencia democrática y la paciencia social han sido permisivas ante el impulso contra- revolucionario impuesto aquí desde el golpe de Estado de 1963 y desarrollado a hierro y fuego por la reacción gobernante que ha instituido de esta forma nuestra anexión.

Pero no ha sido así. Nunca hemos hecho eso como pueblo. El genio de nuestra nación en tal tiempo, aunque dejando el pellejo para salvar el cuerpo sangrante de la Patria, cambió tiempo por fuerzas y ocultándolas de la represión, restaurándose y curando las heridas, las ha sabido potencializar muy sabiamente.

El poder representativo de los sentimientos patrios y de las necesidades sociales y del desarrollo económico del país, por instinto de preservación de la vida de la República, nuestro pueblo en repliegue táctico tácito, no lo hizo ostensible en un aparato político centralizado, lo diseminó en infinitos números de pequeños e inicuos actores, roles y portavoces de distintos orígenes y naturaleza sociales e ideológicas que han contribuido -sin que entre ellos excluyamos a los residuos de la antigua izquierda, pero más que todos ellos- a formar una consciencia social democrática y autogestionaria, y a crear un esqueleto organizacional de micro-instituciones para  nada despreciables en las que el pueblo se refugió gestando paralelamente un amplio liderazgo presto para el parto político, que están presentes y alertas en todo el territorio nacional al acecho del hecho que los congregue.

Esta fuerza no se ve pero se siente y se potencializa en proporción al derrumbe y descomposición de las políticas, los políticos y de las instituciones gobernantes civiles y militares, sin excepción desacreditadas en conjunto como anti-republicanos, mercenarios, cual gobernadores de colonias son y corruptos. Nada sorprendente que minuto a minuto todos pierdan autoridad y se sostengan solo con el poder en sus manos.

Aunque usted no lo crea, en el reflujo al que hemos estado sometidos por la violencia del status quo, la nación se ha reconstituido. Existe un nuevo pueblo que va a crear un nuevo país. ¡Ánimos!

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