Austeridad ayer y hoy

Austeridad ayer y hoy

MIGUEL FEBLES
El pueblo dominicano ha visto llegar momentos políticos difíciles en los 43 años que han pasado desde el 30 de mayo de 1961. A grandes rasgos, se puede señalar todo el resto del año 61, enero del 62, septiembre del 63, abril del 65, febrero del 73, mayo del 78, mayo del 90 y mayo del 94. Pero las opiniones de hombres públicos prominentes parecen concordar en que el momento de nuestra historia que vivimos desde el año 2001 es de profunda crisis, tal vez la más peligrosa, pero en el campo económico.

Si esta todavía no ha tenido graves consecuencias sociales y políticas se debe a que estos fenómenos suelen andar separados en su evolución a pesar de las cadenas de causas y consecuencias que los unen.

La solución del asunto económico no es garantía alguna de conjuro de expresiones indeseadas en los otros dos. Algunos sociólogos advierten que el riesgo de explosiones se hace más alto cuando las coyunturas críticas se encuentran en proceso de superación.

En su discurso en el salón de la Asamblea Nacional el día 16 de agosto, el Presidente Leonel Fernández avanzó la aplicación de algunas iniciativas para la solución de la crisis económica. «(…) el próximo gobierno está compelido a tomar un conjunto de acciones, entre las cuales, la más importante, tal vez, sea la de decretar que a partir de este mismo instante iniciamos un período de austeridad», dijo el Presidente, y a renglón seguido afirmó: «Esa austeridad significa poner todo el empeño para reducir en no menos de un 20 por ciento el gasto del Estado».

La palabra austeridad ha sido utilizada por nuestros gobernantes de manera recurrente. Pero la realidad es que no tiene valor mágico alguno ni fuerza de conjuro. Y la prueba palmaria está en que ni las administraciones sucesivas han podido sujetarse al duro contenido del concepto ni los líderes han conseguido que el pueblo dominicano lo asuma como un principio cultural conveniente.

Una moda

Hace 38 años la palabra austeridad también estuvo de moda. La impuso Joaquín Balaguer, que asumió el mando el día primero de julio de 1966 con el país intervenido por Estados Unidos y con una situación política de proporciones parecidas a la que adquiere hoy día la condición económica. En ausencia de ley, decreto o memorándum, la moda de la austeridad a partir de agosto de este año 2004 deberá ser determinada por la imitación del comportamiento del primer mandatario.

La austeridad de Balaguer, hombre práctico como lo era, llegó de la mano de una ley que fue aprobada el día 5 de julio y que según palabras que tomo ahora prestadas a La Conjura del Tiempo, el libro de José Rafael Lantigua, «(…) le ayudaría a mantener congelado el gasto corriente y a economizar cuantiosos fondos para sus obras públicas. Salvo en las empresas del Grupo CORDE, nadie en la administración pública podía percibir, como consecuencia de esta ley, una remuneración mayor de $750 que era el salario que él mismo se asignaba como Presidente de la República, justo la mitad del que devengaba el gobernante anterior que era de $1500», (página 350).

La austeridad que impuso Balaguer tenía una consecuencia práctica. La austeridad que reclama el Presidente Fernández puede llegar a tener consecuencias morales, pero hacerla efectiva y duradera está más allá de las posibilidades de su gobierno, que si no confronta el cuadro político y social que le tocó al Balaguer del 66, tampoco cuenta en este momento con las ventajas con las que aquel asumió el mando, que pueden ser resumidas en la fórmula de un Congreso a su medida, el país intervenido en términos económicos y militares y Juan Bosch camino de Europa, donde se mantendría tres años.

Desde luego, el pueblo dominicano al que se le impuso la austeridad del 66 estaba dividido por la lucha de clases, la ideologización de los conflictos y el caciquismo que se manifestaba en las izquierdas como lo había hecho en todo el cuerpo político de los años anteriores a la Era Trujillo. El pueblo dominicano de hoy se encuentra desorganizado y sin embargo unificado (conformado) en la desmoralización y la idiotización que imponen unos partidos políticos desvirtuados por las causas particulares, la corrupción en los sectores público y privado y el predominio de contenidos triviales en la prensa y los medios de comunicación, que nunca como ahora habían tenido tantos expansión y alcance, pero tan poco sentido de la responsabilidad.

Antes y ahora

A un pueblo dominicano en gran medida ingenuo y cargado con los lastres señalados, le toca hoy una austeridad de prédica. Al pueblo dominicano del 66 se le impuso una austeridad que daría como consecuencia la formación de una clase media sometida, pero pujante (algunos sociólogos creen que esta pujanza es señal de una disminución efectiva en las diferencias de clase), la consolidación de una élite económica comprometida con Balaguer y el establecimiento de la cultura de las contratas, los porcentajes y muchas otras ventajas particulares que rodearon al jefe político de incondicionales, pero que privaron a los sectores conservadores de un partido que recogiera una tradición política que tal vez hoy día desempeñaría algún papel de equilibrio ante el desbarajuste de la herencia liberal en el ejercicio del poder.

En un libro, que tal vez ya no se encuentre en los estantes de las librerías, titulado El Pasado Dominicano, Frank Moya Pons habla de la realidad del 66 con estas palabras: «(…). Entre abril de 1966 y junio de 1966 el gobierno dominicano recibió unos 102 millones de dólares, la mayor parte de ellos en donaciones otorgadas con el propósito de evitar la bancarrota económica del Estado Dominicano. En los tres años que siguieron, esto es, durante la primera administración de Balaguer, la ayuda alcanzó los 144 millones de dólares, la mayor parte de los cuales llegaron en la forma, no de donaciones, sino de préstamos a largo plazo (…)», página 338. Un poco más adelante explica la preferencia de Balaguer por las inversiones en obras públicas «urbanas y suntuarias en donde el producto de la inversión es perfectamente visible y, además, su realización genera empleo urbano rápido que puede se políticamente capitalizado», página 340.

En otro libro, Breve Historia Contemporánea, editado por el Fondo de Cultura Económica, Moya Pons señala que el aspecto más importante de la política de austeridad de Balaguer consistió en el congelamiento y la reducción de los sueldos y salarios, tanto del gobierno como del sector privado, que en 1968 se encontraban 15 por ciento más abajo de los percibidos en 1964 (página 150 de la obra referida).

Lo mismo que en el 66, la administración Fernández corre hoy detrás de los recursos externos otorgados esta vez por el FMI, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, y las donaciones de dinero y alimentos que ofrecen las naciones ricas, pero con el lastre de los condicionamientos. E igual que el Balaguer de los 12 años, ha dado una temprana señal de su orientación a las inversiones en obras públicas; el nombramiento de un Gerente del Metro de Santo Domingo anuncia la bandera que será levantada como fórmula política y económica, a lo Franklin Delano Roosevelt, el presidente al que tocaría dirigir a Estados Unidos luego de la quiebra de 1939.

La realidad

La austeridad impuesta por ley al estilo del Balaguer del 66, la austeridad retórica de corte político o la austeridad conceptual no parece que encajen con el espíritu del pueblo dominicano, que necesita de la ostentación como señal del ascenso en la escalera social; pero tampoco mueve a ninguna actitud de cooperación debido al descreimiento, a la ausencia de una promoción seria, a la vida cursi y el ensoberbecimiento de los funcionarios y a la incomprensión de un liderazgo que, como en el caso del Presidente Fernández, se empeña en una imagen pública alejada de los medelos autoritarios o carismáticos.

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