Austeridad &  desarrollo: falso dilema

Austeridad &  desarrollo: falso dilema

En la Asamblea General de la ONU, en septiembre, la voz de América Latina se hizo oír cuestionando y rechazando las “recetas fallidas” que se han estado aplicando para enfrentar las consecuencias de las crisis económicas provocando resultados muy distintos a los que se pretendía buscar. De nuevo se ha hecho escuchar la región con fuerza en el seno de la Cumbre Iberoamericana de Cádiz, concluida hace pocas horas. La “economía” no puede ser tratada como un recurso en abstracto; es, y no puede ser de otra manera, un instrumento conceptual y técnico para resolver los problemas de la sociedad de manera integral y no de una parte de ella.

El Estado no puede, ni técnica ni moralmente, eludir su responsabilidad social ante el funcionamiento de la economía. La irresponsabilidad estatal ante el quehacer de los entes económicos tiene ahora trágicas consecuencias en el mundo desarrollado como la tuvo especialmente en América Latina en el decenio de los setenta y ochenta. La experiencia ha demostrado que si bien, desde un punto de vista teórico, el mercado habría de ser un regulador inmaculado, en la práctica ha hecho resaltar la imprescindible presencia de la mano estatal. Ahora, además, siguiendo viejos esquemas, se quiere hacer prevalecer el criterio de “austeridad” hoy para que mañana pueda haber algún “desarrollo”, el cual solo disfrutarían los que sobrevivan a la reducción del gasto, que no es sino invertir menos en los problemas sociales e, incluso, en políticas de desarrollo.

Ese es el punto de fricción presente entre los europeos que reclaman, especialmente en Grecia, España, Portugal e Italia, flexibilidad en las restricciones tradicionales del viejo modelo que no hacen sino convertir una crisis económica en crisis política y de gobernabilidad. Es la consecuencia inevitable de buscar austeridad sin crecimiento. Nunca la austeridad – entiéndase contraer los gastos – podrá resolver los problemas acuciantes de la pobreza y el desempleo. Una cosa muy distinta es, en todo caso, transparentar y elevar la calidad del gasto social. 

Cuando se oye hablar de reducción del gasto apueste a que se están refiriendo a contraer los programas sociales. Europa está viendo revertirse lo que había avanzado en la llamada “sociedad del bienestar general”. Sin embargo, en América Latina países como Brasil, Ecuador, Venezuela y hasta la pobre Nicaragua – salvando la distancia y las diferencias – registran relevantes ejemplos en la lucha contra la pobreza pero lo han logrado invirtiendo en programas sociales. La estigmatizada Argentina, uno de los laboratorios de políticas económicas fallidas desde los setenta, explotó en el 2001 con una deuda equivalente al 160% de su PIB. Ahora, aunque le resulte insólito a algunos y lo cuestionen, es del 14%. Brasil y Argentina, los dos gigantes sudamericanos, son los principales abanderados de la reivindicación de nuevas políticas. La RD se les ha unido, siendo el país más atrasado en materia de integración regional, – no está en ningún esquema -, ha empezado a proclamar la necesidad de integración.

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