Austeridad para los demás

Austeridad para los demás

Los reclamos de austeridad en el gasto público, hechos por los principales voceros del sector empresarial, suenan tan afinados que cualquiera creería que se trata del coro de la Catedral. Se trata de un piropo, puesto que a veces esos voceros no se ponen de acuerdo sobre principios básicos, y al halar cada uno por su banda, desentonan o crean una cacofonía terrible.

Pero al exigirle austeridad al gobierno, tienen razón. Como todo en la vida, sin embargo, hay matices que merecen comentarse. Y quizás lo primero sea que la austeridad en sí misma no debería ser el objetivo, sino lograr un superávit presupuestario, que es decir gastar menos de lo que ingrese al erario. Este objetivo pudiera lograrse aún sin austeridad, ya sea porque descubramos petróleo, u oro, o algún jeque decida imitar a Chávez y nos fíe o regale el petróleo.

A mi me parece que más que austeridad, al gobierno debería exigírsele un uso más racional e inteligente de sus ingresos. Resulta que en medio de una crisis, que algunos economistas de los más serios califican como la peor en los últimos setenta años, el gobierno está boyante, con más ingresos que nunca, en virtud de que el país no debe pagar todo el petróleo que importa, pero los consumidores sí lo pagamos “al cascarazo”, y con muchísimos impuestos añadidos.

Esto es un ingreso tipo “windfall”, como maná del Cielo, y en vez de invertirlo en obras reproductivas, o en proyectos para reducir la dependencia del petróleo, lo estamos quemando en subsidios.

Como ha dicho en estos días Bernardo Vega, es una inmoralidad disipar así unos enormes recursos que luego deberán pagar nuestros hijos y nietos.

Pero es igualmente inmoral que muchas de las personas que deberían poseer un liderazgo ético y moral en la sociedad dominicana, continúen viviendo y poniendo a sus hijos a vivir como si la crisis fuera para los demás. Es un insulto a la inteligencia y a la sensibilidad que en ciertos enclaves del consumo conspicuo criollo continúe el derroche, como si en verdad, nada fuera nada…

Debemos reclamarle, o exigirle, al gobierno, mayor austeridad. Pero también debemos aplicarnos lo que pedimos, con sensatez. Nunca como ahora hubo tantas oportunidades justificadas para que la DGII compare el modo de vivir de cierta gente con sus declaraciones de impuesto sobre la renta.

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