Las dos lágrimas de José Arismendi
Todavía recuerdo ese rostro adusto, rubicundo, de este mocano recio que casi nunca sonreía, no porque fuera un tipo odioso, sino porque era poco amigo del relajo y la chabacanería. Fue mi alumno en la Ucamaima, como decíamos entonces, aunque éramos casi de la misma edad. Me lo encontré de nuevo en Bermúdez, en donde […]