Autócratas descuidan  necesidad de un poco de prosperidad

Autócratas descuidan  necesidad de un poco de prosperidad

MICHAEL PEEL
En los días de enero, cuando el presidente de Tunisia, Zein al-Abidine Ben Ali, fue derrocado, que fueron unos meses de encendidas revueltas en el mundo árabe, un protestante de Amman, la capital jordana, estuvo también tratando de asegurar que siguieran las reverberaciones.

Como demostró una enfurecida multitud en relación a los crecientes precios de los alimentos, un manifestante llevó una pancarta que decía: “Jordania no es sólo para los ricos. El pan está en un camino crítico. Tenga cuidado de nuestra hambre y de nuestra furia”.

Esta fue una advertencia prematura del rol central a ser jugado por las economías en las múltiples protestas entre el Medio Oriente y África del Norte. De igual manera que los autócratas ahora están siendo desafiados, se han rehusado a conceder democracia y reforma política, Así ellos han dejado de dar a su gente la oportunidad de un buen estándar de vida, o tan importante es que al menos proporcionen la perspectiva de una vida mejor. Esta deficiencia, que afecta tanto a los gobiernos dictatoriales como a las autocracias superficialmente más benignas, queda como un conductor principal de una protesta y de una grave amenaza para la salud a largo plazo del mundo árabe.

El cambio en el registro revolucionario de los levantamientos que en su mayoría eran pacíficos en Tunisia y Egipto hacia los violentos conflictos de Libia y Siria han oscurecido comprensiblemente las poderosas fuerzas económicas que están entrelazadas con los deseos políticos de los protestantes. La región está cada vez más poblada por gente joven cuya frustración está creciendo por los crecientes costos de vida, un pobre sistema de educación y la falta de oportunidades de empleos decentes. Según puso en su “blog” el domingo Joshua Landis, experto sobre Siria de la Universidad de Oklahoma: “Las calles de Siria parecen estar llenas de la numerosa e interminable juventud del país, que están enfurecidos, subempleados y listos para un cambio”.

Hay alarmante data económica que explica que esta movilización masiva de gente joven en una región en la cual alrededor de un 60% de los habitantes está por debajo de los 25 años de edad. La tasa de desempleo del mundo árabe, de un 25%, es la más alta del mundo, de acuerdo a la investigación publicada este mes que fue comisionada por la Corporación Internacional Financiera, la división de desarrollo del sector privado del Banco Mundial. La encuesta de opinión Gallup de 20 países publicada el mes pasado encontró que el número de personas que se describen como florecientes ha bajado en Egipto y Bahrain, ambos centros de revoluciones, aunque ha habido crecimiento económico. Mohamed Younis, alto analista de Gallup, dijo que los resultados muestran que la gente joven no siente que se haya beneficiado de los incrementos del producto interno bruto, ya que este no ha guiado a la creación de empleos.

Sus palabras son una pista para el problema sistémico económico que enfrenta una región en que la gente en los países pobres está enfurecida por la especulación de élite en los amañados mercados, mientras que los habitantes de las naciones ricas preguntan si los gobiernos están usando bien sus grandes ingresos. En Egipto, la caída del presidente Hosni Mubarak fue seguida por una oleada de protestas en industrias que van desde la bancaria hasta la hotelera, ya que la gente cambió su atención a su descontento sobre las condiciones salariales y de trabajo.

A lo largo de la península del Golfo en Kuwait, que es una nación rica en petróleo, algunas personas cuestionan si el bajo ritmo de movimiento de una cultura de confort y de riesgos de consumo perjudica la nación en el largo plazo retrasando el desarrollo de su sector privado.

Los gobiernos del Medio Oriente mayormente han ignorado la dimensión económica de las protestas, toman medidas drásticas u ofrecen programas que no abordan los mayores problemas a largo plazo.

El regalo real de Arabia Saudita en febrero de los US$35 millardos en beneficios sociales, de desempleo y de vivienda, enfurecieron a los activistas que habían estado haciendo campaña a reformas mucho más amplias. En los Emiratos Árabes Unidos, Nasser bin Ghait, un comentarista financiero, se volvió uno de los tres activistas detenidos este mes, después de publicar artículos sobre la reforma económica que incluyeron críticas de la respuesta del gobierno a la confusión regional.

Si los autócratas hasta el momento han evitado un serio desafío directo, como por ejemplo King Abdullah de Arabia Saudita, otros cedieron a la protesta, como Hosni Mubarak de Egipto, o devolvieron el golpe, como Bashar al-Assad de Siria, todos ellos han mostrado una falta similar de imaginación financiera. Hay un gran grupo de personas descontentas, a menudo jóvenes, árabes que, como sea que digan los líderes, no son ni extremistas, ni religiosos, ni títeres occidentales, sino simplemente que quieren una mejor bocanada de felicidad. Entre la terrible violencia y el poderoso clamor por democracia, hay muchos millones de personas que están esperando algo mejor económicamente, y la respuesta del mundo a esta era de revolución podría reconocer eso.

Las claves

l.  Reverberaciones

Cuando el presidente de Tunisia, Zein al-Abidine Ben Ali, fue derrocado, que fueron unos meses de encendidas revueltas en el mundo árabe, un protestante de Amman, la capital jordana, estuvo también tratando de asegurar que siguieran las reverberaciones.

2.  Desafiados

De igual manera que los autócratas ahora están siendo desafiados, se han rehusado a conceder democracia y reforma política.

3.  Problema económico

Sus palabras son una pista para el problema sistémico económico que enfrenta una región  en donde la clase  pobre está enfurecida por la especulación de élite en los amañados mercados, mientras que los habitantes de las naciones ricas preguntan si los gobiernos están usando bien sus ingresos.

El rescate de Chrysler es un  modelo de trabajo

En la crisis, los gobiernos se ocuparon del rescate no sólo de los bancos, sino de los fabricantes de vehículos. Los dos sectores enseñan diferentes lecciones. La última noticia de la industria automotriz muestra que la intervención del Estado puede ser exitosa, pero sólo si se juega de acuerdo a las reglas capitalistas.

Fiat, el fabricante italiano que invirtió en Chrysler, a la salida de la bancarrota de esta última, había dicho que ejecutaría una opción para aumentar su participación en el fabricante de vehículos de E.U. de su actual 30% hasta un 46%. Como una condición para el acuerdo, Chrysler pagaría un préstamo de US$7 millardos que recibió de los gobiernos de E.U. y Canadá durante la crisis financiera.

Este es un buen trato, tanto para los contribuyentes de E.U. como para los fabricantes de autos. Si Fiat cumple con uno más de los obstáculos técnicos fijados en su acuerdo original con el gobierno de Estados Unidos, puede llegar a que sus acciones adicionalmente alcancen un 51 por ciento.

Esto iría conjuntamente con el cumplimiento de la ambición del jefe de Fiat, Sergio Marchionne, de consolidar las dos compañías en un gigante global. El Gobierno de E.U. devolverá los fondos que este inyectó en Chrysler durante su ejecución de la bancarrota. Los trabajadores que poseen la mayor parte de Chrysler a través de su sindicato podrían ver sus sostenimientos incrementarse en valor.

En las profundidades de la crisis económica global, el Gobierno de E.U. no fue el único que se sintió forzado a poner el dinero de los contribuyentes en juego para prevenir que los fabricantes automotrices implosionaran.

La red de empresas vinculadas a la industria implica que muchos más empleos estén en riesgo que los de los mismos fabricantes. Pero la prolongada participación del Estado en el inflado sector es una enfermedad y no una cura. La fabricación de autos está plagada de una sobrecapacidad crónica; los manufactureros hoy en día tienen los medios para fabricar 94 millones de vehículos al año, pero pueden vender sólo 64 millones de ellos.

Cualquier intervención para sacar de apuros a una compañía de una crisis a corto plazo debe en retorno dirigir a este exceso de suministro. De forma correcta E.U. dejó que Chrysler y General Motors presentaran la bancarrota antes de emitir préstamos para ayudar con una necesaria reestructuración. Eso dio al Gobierno la libertad y el poder de agitar las cosas, y de esperar la obtención de ingresos. Un duro y capaz equipo de trabajo previó la alianza de Chrysler con Fiat y las fuertes pérdidas de empleos en General Motors.

Al mismo tiempo en Europa, los políticos desviados por los intereses especiales estuvieron indispuestos a cerrar plantas improductivas. Un ejemplo de ello fue el frío hombro de Alemania para las dos partes interesadas en la adquisición de Opel de GM, Fiat y RHJ, el grupo de inversión belga.

El futuro para los fabricantes de autos radica en pocas, pero mayores líneas de producción. Y para esto, sólo el duro amor por parte de los gobiernos puede hacer que eso suceda.

VERSIÓN AL ESPAÑOL DE ROSANNA CAPELLA

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