Autopsia crítica al Premio Nacional de Artes Plásticas

Autopsia  crítica al  Premio  Nacional  de Artes Plásticas

En esta séptima entrega consecutiva, el premio mantiene una dotación económica de RD$750,000, resultando “agraciado” el creador multidisciplinario y respetado gestor cultural Manuel Felipe-Thimo-Pimentel Imbert (1941)…“por ser un gran artista, con vigencia indiscutible en las artes, de compromiso permanente con la creación visual dominicana, que ha significado hitos en la producción visual de nuestro país” (1).
Además de las personalidades señaladas, el comité selector del Premio Nacional de Artes Plásticas 2016, estuvo conformado por Carlos Santos Durán, viceministro de Desarrollo Institucional; Gamal Michelén, presidente de la Asociación Dominicana de Críticos de Artes; Clinton López, pasado presidente del Colegio de Dominicano de Artistas Plásticos; María Amalia León de Jorge, directora de la Fundación Eduardo León Jimenes; Mildred Canahuate, pasada presidenta de la Asociación de Galerías de Arte; Myrna Guerrero, directora del Museo Bellapart, y Abil Peralta Agüero, director de la Unidad Técnica de Cultura de la Cámara de Diputados.
Según el comunicado “oficial” del MINC: “el jurado consideró que el artista ha desarrollado una producción sobresaliente, así como una importante trayectoria internacional… Y “posee un estilo testimonial, humanista, con magisterio incidente de gran impacto para las presentes y futuras generaciones”… (2).
Esta decisión ha sido calificada como muy merecida y justa por las pantagruélicas “mega divisiones” del panteón cultural nacional. Incluso, las felicitaciones han llegado hasta desde Cuba, donde a don Thimo se le venera como al mismo Bodhidharma del “tile” o mosaico cerámico contemporáneo. Sin embargo, en el ámbito local, algunos hasta se han atrevido a cuestionar en esta línea: ¿resistiría un seguimiento sin oblaciones, lúcido y ecuánime, ese “gran impacto” de los aportes de Thimo Pimentel al desarrollo de las artes plásticas y visuales dominicanas que le atribuye el comité en su veredicto?
Además de los festejos y las coqueterías solidarias de los feligreses del hipermundo, dicho veredicto ha provocado un flujo tenso, silencioso y “silenciado” de esmerados epígrafes y epitafios reflexivos: expectantes inscripciones o apostillas “autopsicales” sobre los respectivos cuerpos de obras y trayectorias de los maestros “barajados” junto a Thimo Pimentel: Rosa Tavárez (1939), Iván Tovar (1942) y Amable Sterling (1943), así como una serie de advertencias debatibles que, tal como sostiene el reconocido galerista Juan José Mesa, resultan necesarias, ya que por más “mosqueadas” que les puedan caer a algunos, para otros devienen rebozadas de lecciones vitales e iluminadoras.
No hay que tener dominio pleno de la sintaxis o la estilística del idioma español a la hora de redactar laudos ni ser un especialista en estética, historia, sociología o teoría del arte para advertir la ausencia de afinidad, rigurosidad y legitimidad de criterios que traspasa la performativa y desalada “apologética” textual del comité selector del Premio Nacional de Artes Plásticas 2016.
Solo habría que asumir un itinerario poético-espiritual, un viaje sin retorno hacia los abisales territorios de la intuición. Luego, faltaría el autocuestionamiento y la “inmunización” del alma en medio de las fatalidades y desdichas “radiactivas” de la materia que abordamos: ¿evidencia, vigencia, pertinencia y/o indigencia de la producción reflexiva en torno a las prácticas creadoras y la producción artística en Santo Domingo?…
Quienes procedan mediante tal aplicación, también deberían atender las insidias de la antiética, el bluff y las chapucerías del “copypaste”: cortar-copiar-pegar-modificar-apropiar-desatinar-que persisten, “fusilando” a todo trance la producción simbólica y la misma condición del sujeto crítico en Santo Domingo.
Una indolencia apócrifa de la forma, una sintaxis a la deriva y un apurado “especialismo” sobre la obra, trayectoria y personalidad creadoras de Thimo Pimentel, determinan la palidez del texto laudatorio del comité selector del Premio Nacional de Artes Plásticas 2016. Pero, el texto no es el problema. Es solo prueba de la fatiga intelectual, el extravío de la rigurosidad de criterios, el exhibicionismo y la triste ausencia de visión estratégica que esta vez han venido a “certificar” el desgaste “metódico” del comité.

El Premio Nacional de Artes Plásticas fue entregado por primera vez en 1993 a Darío Suro (1918-1998). En 1995, fue concedido al escultor Antonio Prats Ventós (1925-2009). En la primera edición de su segunda etapa (2010), fue premiado Fernando Peña Defilló (1928-2016), mientras que el lauro “post mortem” fue otorgado a Clara Ledesma (1924-1999), Silvano Lora (1931-2003), Luichy Martínez Richiez (1928-2005) y Gaspar Mario Cruz (1928-2006)

En el 2011, el premio lo recibe Ada Balcácer (1930). En el 2012, Domingo Liz (1931-2013); en el 2013, Ramón Oviedo (1924-2015) y el lauro “post mortem” fue otorgado a Guillo Pérez (1926-2014) y Soucy de Pellerano (1928-2014). En el 2014, fue premiada Elsa Núñez (1943) y en el 2015 lo recibe José Cestero (1937). Como se evidencia, hasta la sexta edición consecutiva de la segunda etapa, el comité selector había sido bastante preciso en su ratificación categórica de la alta condecoración oficial.

Entonces, he aquí otras cuestiones de rigor: ¿tiene el “magisterio” de Thimo Pimentel la incidencia que profetiza el comité?… ¿Gozan su producción y trayectoria del mismo nivel de trascendencia internacional que las de Iván Tovar?… ¿Se arriesgaría cualquiera de los miembros del comité selector del Premio Nacional de Artes Plásticas 2016 a refutar esta mi penúltima “apostilla autopsical”: la súbita aflicción del furtivo “corpus opus” de Thimo Pimentel al equipararlo con los de Tovar, Rosa Tavárez y Amable Sterling… ¿habría que atender la advertencia de Juan José Mesa de que en esta ocasión el comité selector ha puesto en peligro la legitimidad del estatus del máximo galardón?

El comité jamás establece los vínculos axiomáticos entre la aritmética productiva y la capacidad significativa de los aportes de Thimo Pimentel ni mucho menos entre el potencial trascendente de sus hallazgos estéticos y la unicidad de su personalidad creadora. La realidad es que ninguno de sus miembros, a excepción de Marianne de Tolentino, puede dar fe de un consistente seguimiento reflexivo a estos aspectos de la obra y la trayectoria del artista galardonado.

Asimismo, en el torbellino de epígrafes y epitafios críticos sobre el veredicto del comité selector del Premio Nacional de Artes Plásticas 2016, tampoco han faltado las “plegarias” dirigidas al presidente de la República, Lic. Danilo Medina Sánchez y al ministro de Cultura, invocando la necesidad de la derogación del decreto 597-10 (2010) y la emisión de otro decreto que designe un nuevo comité selector, capaz de asumir una visión enfocada hacia la articulación de políticas y estrategias de Estado a favor del reconocimiento y la proyección de los máximos valores de las artes plásticas y visuales dominicanas.

Notas.
(1.2.). Comunicado de prensa oficial del MINC).

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