Autopsia: errores diagnósticos fatales

Autopsia: errores diagnósticos fatales

SERGIO SARITA VALDEZ
Una de las aspiraciones que ha permanecido a través de los siglos en la mente humana es la de alcanzar la eternidad. Son muchas las historias y leyendas tejidas alrededor de la hasta ahora fallida búsqueda de la fuente eterna de la juventud.

Tan codiciado es ese anhelo de congelar esa bella y rica edad en el tiempo, que dicho deseo ha quedado plasmado como un lamento en verso por ese genio de las letras nicaragüenses, orgullo hispanoamericano, Rubén Darío, quien escribiera: «Juventud, divino tesoro, / ¡ya te vas para no volver!/ Cuando quiero llorar, no lloro…/ y a veces lloro sin querer».

Sin pretender acudir a la ciencia ficción que ahora es ya más ciencia que ficción, diremos que si bien es cierto que el individuo como tal no puede permanecer inmutable para siempre, tampoco deja de ser verdad la agradable realidad de que gracias a los avances tecnológicos y científicos logrados hemos conseguido aumentar la longevidad, así como mejorar la calidad de vida, al menos en los segmentos más desarrollados y pudientes del planeta. Aspiramos a ampliar el disfrute de un mayor tiempo de vida y salud que abarque a la mayoría de nuestros congéneres terrícolas.

Si comprendemos a cabalidad los mecanismos a través de los cuales se trastorna la maquinaria humana provocando un funcionamiento inadecuado conducente a la muerte, entonces pudiéramos poner obstáculos al avance de dicho proceso, reduciendo así el riesgo de enfermar o sucumbir prematuramente a las enfermedades o traumas. El médico tiene a su cargo orientar a la población acerca de lo que son los hábitos saludables, la prevención de enfermedades, el diagnóstico temprano del enfermo, el tratamiento oportuno y eficaz, amén de ayudar a la más completa recuperación.

Un diagnóstico certero y oportuno implica poder determinar con precisión la entidad responsable de los síntomas y signos que presenta la persona para de esa manera asegurar un tratamiento adecuado. Veamos un ejemplo de la vida real dominicana. Una paciente de 39 años con un embarazo gemelar de siete meses fue conducida a la emergencia de un centro de salud quejándose de un fuerte dolor de cabeza de varios días de duración, acompañado de alta presión arterial y vómitos. Tan pronto fue vista por el médico de servicio la mujer desarrolló convulsiones. Los facultativos concluyeron que padecía de eclampsia e iniciaron la terapia indicada para esa dolencia. El cuadro clínico empeoró y unas 24 horas más tarde la mujer falleció. La necropsia arrojó una fractura craneal con un hematoma subdural crónico de unas dos semanas. Al momento de ser examinada en la sala de emergencia no se interrogó a la enferma ni a sus familiares acerca de si tenía historia de trauma reciente en la cabeza. El hematoma pudo haber sido evacuado por medio de una cirugía y probablemente se hubieran salvado la paciente y sus dos hijitos.

Otro caso, también reciente, es el de un joven de 18 años que acude de noche a una emergencia debido a fiebre intensa, dolor de cabeza y vómitos. Los médicos sospecharon que podría tratarse de un dengue e iniciaron su manejo con calmantes para alivio de los síntomas. El paciente fue enviado a su casa. Horas más tarde, viendo que su mal empeoraba, decidió ir a otro establecimiento de salud en donde le pusieron un suero intravenoso. A los 45 minutos el enfermo empezó a convulsionar y rápidamente entró en un paro cardio-respiratorio irreversible. La autopsia evidenció una meningitis purulenta aguda como causa del fallecimiento. Si el índice de sospecha hubiese sido alto, probablemente se lograba identificar esta grave infección, lo que permitiría implementar de inmediato un vigoroso y rápido tratamiento antibiótico salvador. Lamentablemente no fue sino en la mesa de autopsia donde vino a conocerse la causa básica del deceso.

Pudiésemos llenar innumerables páginas con los casos que hemos visto de gente enferma en donde la identidad de su padecimiento no es detectada por el médico y con frecuencia el diagnóstico termina siendo errado, lo que genera consecuencias fatales para los infortunados pacientes.

Necesitamos capacitar a nuestros colegas emergentólogos para que vean en los signos y síntomas que presentan sus pacientes, una especie de banderita roja de alarma que nos habla de que algo mal está pasando, por lo que es perentorio detectar la causa básica de los síntomas. Solo así se conseguirá tratar el quebranto de fondo y no simplemente sus manifestaciones clínicas. Un efectivo tratamiento dependerá siempre del diagnóstico preciso y oportuno de la enfermedad. Los errores diagnósticos fueron los responsables de las muertes de estas dos personas descritas.

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