Autopsia y crimen

<p>Autopsia y crimen</p>

SERGIO SARITA VALDEZ
Los nueve millones de almas dominicanas han sido testigo de la diversidad e incremento en la criminalidad homicida urbana. Nuevas modalidades de asesinatos, conjuntamente con una falta de discrimen al momento de seleccionar a la víctima se traducen en la amarga realidad que con relativa frecuencia enluta a la sociedad. Niños, ancianos, mujeres y jóvenes adolescentes caen abatidos producto de la mano asesina de uno que otro desalmado.

Esta dura realidad nos obliga a elaborar las estrategias adecuadas para combatir semejante tipo de delito. El análisis detallado y meticuloso de los factores epidemiológicos que intervienen en la génesis de la violencia que mata se torna en una labor urgente e indispensable si realmente se desea agarrar el toro por los cuernos y combatir eficazmente las profundas raíces que sostienen el frondoso árbol de la criminalidad sangrienta que por décadas vienen trayendo cada vez más tragedias mortales a la familia dominicana.

Uno de los recursos más valiosos que existen en la actualidad para el estudio científico, así como para el manejo jurídico del homicidio lo representa la autopsia médico-legal. Dicho procedimiento, llevado a cabo por manos expertas y conducido bajo juramento honesto y transparente de responder a la verdad y solamente a ella, arroja informaciones de inmensa utilidad cuando se trata de establecer fielmente la identidad de la víctima fatal, el momento de inferirse las lesiones corporales, el tiempo de la muerte, la causa del deceso y el modo judicial del fallecimiento.

La identificación de un cadáver consiste en la comparación de los rasgos individuales del fenecido con los registrados en su cédula, pasaporte, licencia de conducir, fichas dentales o el código genético. Es de rigor determinar su edad, sexo, estatura, peso, raza, tipo de huella dactilar, grupo sanguíneo, amén de cualquier rasgo peculiar que se descubra en el occiso, digamos tatuaje, señas particulares, fracturas, implantes, etc.

La hora y día en que la persona murió se torna en ocasiones en un punto nodal para incriminar o liberar a un sospechoso de cometer un homicidio. Para ello se abre una hipotética ventana entre la última vez que vieron al infortunado con vida y la hora en que se encontró al difunto. Digamos que ayer a las ocho de la noche lo vieron caminando y conversando, en tanto que hoy a las 6 de la mañana su cuerpo fue descubierto en medio de unos matorrales. En este caso nuestra ventana tiene un ancho de diez horas. Luego dividimos en dos el intervalo de tiempo dando como resultado cinco horas. La media de tiempo sería la una de la madrugada. El siguiente paso para afianzar y precisar la hora del fallecimiento sería registrar los signos cadavéricos tempranos de la muerte ya que ellos tienen un ritmo de desarrollo más o menos secuencial y regular. Esos signos son la rigidez de los músculos, el enfriamiento del cuerpo y el declive de la sangre hacia la espalda o el vientre, según sea que el cadáver descanse sobre el dorso o que repose encima de su abdomen anterior.

El siguiente aspecto a considerar en el experticio forense se relaciona con localizar la causa básica de la muerte. Se refiere al daño físico, químico o biológico primario que sufrió la víctima y a partir del cual se desencadenaron una serie de alteraciones funcionales que llevaron a que cesaran las funciones del cerebro, corazón y pulmones. Una herida en el tórax con lesión grave del corazón, debida a un proyectil de arma de fuego, se cataloga como causa básica de muerte. Caen dentro de ese mismo renglón las puñaladas, el trauma vehicular severo de cráneo, una trombosis coronaria seguida de infarto de miocardio, la meningitis meningocócica, el cáncer pulmonar, prostático, gástrico, útero, mamas y demás órganos.

Cuando el fallecimiento se debe a una enfermedad la muerte se clasifica como de manera natural, en cambio si la victima pereció de una forma violenta entonces se establece el modo jurídico de muerte violenta, se divide en las siguientes categorías: homicidio si han matado a la persona, suicidio si el individuo se ha quitado la vida adrede y accidental cuando nadie ha actuado a propósito en la interrupción del ciclo vital del occiso. Informaciones acerca de la escena del hecho, conjuntamente con datos confiables acerca de las circunstancias en que sucedió el daño orgánico letal son indispensables antes de concluir la manera judicial del fallecimiento.

Terminados los estudios de apoyo entre los que citamos la toxicología, bacteriología, balística, microscopía, o serología forense, se elabora el informe escrito. El mismo debe incluir por ley el nombre de la víctima, los procedimientos que se realizaron, detalle de los hallazgos de la necropsia y la interpretación que hace el perito forense. Dicho reporte debe ser redactado con unas conclusiones precisas, claras, breves y sin ambigüedades.

Como habrá notado quien haya seguido este relato, una autopsia médico legal completa es un documento de mucho peso en los tribunales donde se ventilan casos criminales. Asimismo constituye una pieza de enorme importancia en el registro de la mortalidad nacional. El apoyo al desarrollo de la patología forense nacional debe ser tarea de todos, puesto que nadie sabe el momento en que la desgracia toque las puertas de su hogar, o al seno familiar, en cuyo caso desearíamos contar con un servicio eficiente, oportuno, rápido y confiable.

Ojalá que nunca nos toque requerir los servicios médico-legales por la muerte de un ser querido, pero si tal circunstancia fuera la que nos tocara vivir sería bueno en ese doloroso momento contar con unas servicios humanizados y modernamente capaces de asistirnos.

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