Autoridad moral 
Sustento del liderazgo de Juan Pablo Duarte

<STRONG>Autoridad moral <BR>Sustento del liderazgo de Juan Pablo Duarte</STRONG>

Juan Pablo atisbó la coyuntura. Su intuición política le decía que el momento de la liberación se aproximaba. Se presagiaban cambios al erosionarse el poder del presidente de Haití y, al percibirlos, no vaciló en concertar una alianza con los rebeldes haitianos que lo catapultó públicamente como líder político,  preservando la hermética estructura de La Trinitaria.

El ritmo de la revolución independentista se aceleró, y como río desbordado ya nada la contendría.

El estratégico pacto con los que conspiraban contra Jean Pierre Boyer fue un paso táctico de gran trascendencia dentro de un plan subversivo minuciosamente articulado por Duarte. Una jugada maestra que dejó a los duartianos importantes  dividendos políticos y a todos los dominicanos la posibilidad, antes vedada, de asumir funciones ejecutivas en el Gobierno.

Liderazgo. La oportuna alianza  permitió a  Juan Pablo robustecer  su liderazgo, cimentado en la reciedumbre moral y firmeza de sus convicciones democráticas,  su compromiso con la libertad  y la justicia.

Se reveló como un líder nato capaz de dar órdenes con energía, sin autoritarismo, de dirigir un movimiento político sin protagonismos ni personalismos como los que hoy tronchan valiosas iniciativas de desarrollo.

Renovación. Los valores que sustentan el perfil de un líder como Duarte constituyen una fuente de inspiración y guía para la renovación del liderazgo que requiere la República Dominicana del siglo XXI. 

Líderes que a partir de   un código ético y una concepción digna del ser humano  den un  nuevo sentido al quehacer político, económico  y social. Y con firme determinación emprendan un proyecto de nación anclado en los postulados trinitarios, concertando las fuerzas  nacionales para impulsar impostergables cambios en el excluyente modelo de desarrollo.

Intuición. Su visión intuitiva del discurrir político indujo  al perspicaz  Juan Pablo a apoyar la conjura contra Boyer, convencido de que con su dimisión  Haití caería en una crisis que impulsaría la liberación dominicana.

Aprovechaba las oportunidades tomándolas al  vuelo, cual aves que no se posan. No esperaba que le cayeran del cielo, las propiciaba, las provocaba.

A los primeros indicios de rebeldía, envió emisarios a Haití a concertar el acuerdo,  en virtud del cual los  duartianos se unieron a la Revolución de la Reforma, que al mando de Charles Riviére Hérard estalló el 27 de enero de 1843.

La caída del autoritario gobernante llenó de júbilo  la parte este de la isla, hacia donde se extendió la revuelta, impulsada por Duarte con dinamismo.

Espada en mano, encabezó los disturbios con valentía y arrojo, enfrentando la resistencia del gobernador Alexis Carrié, al que  reclamaron la renuncia.

Entre duartistas reinó gran  confusión, creían que ese era el día de la separación de Haití y gritaban vivas a la independencia. Alertado, Juan Pablo cabalgó velozmente  hacia El Conde, donde se concentraban, y gritó con energía:

 __¡Esto es la Reforma!

 __¡Viva Colombia!, vociferó un adversario, uno de los que  propalaban la falacia de que los trinitarios  restaurarían la esclavitud. 

__¡Viva la Reforma!, respondió Duarte enfáticamente, y con sus seguidores y  haitianos reformistas se lanzó a tomar el Palacio, produciéndose un tiroteo  que dejó muertos y  heridos. Esa noche,  saltó la muralla de la ciudad y marchó a San Cristóbal en busca de refuerzos. Al regresar con las tropas a la Capital, Carrié había dimitido.

Primer triunfo. Una victoria cardinal derivada de la alianza se logró al  quedar constituida  la Junta Popular de Santo Domingo con mayoría local: cinco “dominicanos” y dos haitianos.

Otro resonante éxito fue la elección para la Asamblea Constituyente, fruto de este pacto centrado en el bienestar colectivo. No como ha regido en  la política actual, que al  interés nacional antepone el personal y sectorial.

La integridad de Juan Pablo lo  rechazaría, al igual que  las alianzas    interpartidarias electorales que retribuyen  con cargos  y  otras prebendas, suscritas   incluso    con entelequias políticas que implican un alto costo para los contribuyentes.

Aprovecha apertura. Como miembro de la Junta,  Duarte conspiraba desde el seno de las instancias oficiales.

Perseguía óptimos logros de esta primera oportunidad de velar públicamente por los intereses  dominicanos, y organizar en los pueblos el movimiento clandestino.     Viajó al Este en misión oficial, decidido a impulsar la insurrección en esa zona estratégica,  la más distante de Haití.

 En el ínterin, su  liderazgo se expandió con sus iniciativas e inagotable capacidad de trabajo, en un proselitismo que lo llevaba a los campos camuflado de agrimensor.

Al instalar las juntas populares en las comunes designaron conjurados en puestos clave, lo que permitió ganar adhesiones.      

Formadas las de El Seibo y Bayaguana, Juan Pablo regresó a la Capital, dominada por el deterioro en las relaciones entre “dominicanos” y haitianos,  quienes incumplían promesas contenidas en la proclama de La Reforma. 

La situación se agudizó  con el triunfo electoral de los duartistas, al pasar el Gobierno de las  suspicacias  a la represión,  irrespetando los resultados  de los comicios.

Coyuntura decisiva. Transitaban momentos cruciales, y la estrategia política  recomendaba la confrontación, decidir a los indecisos, a los que, presa de terror, se plegaban a los haitianos.

Duarte sabía que la hora de la insurrección había llegado. Riviére se acercaba con su ejército y había que  jugarse el todo por el todo.  Envió a Mella al Cibao y  otros emisarios a varias localidades para alertar a los comprometidos.

Cundió el pánico. “Entonces -dirá Rosa Duarte- los traidores indujeron a los verdaderos patriotas… a que hicieran una representación al Gobierno haitiano pidiéndole su independencia”.

Juan Pablo convocó  una reunión secreta en la que propuso la confrontación armada. Hubo objeciones, falta de consenso.

Delatadas las actividades separatistas,  se desencadenaron   brutales represalias encaminadas a  desarticular la subversión, a capturar a su líder.

Rosa Duarte. La parte española, hoy RD, ya en 1843 era un volcán; solo esperaban una ocasión propicia para alcanzar su libertad”. 

Duelo: liberales y conservadores. Los comicios  para elegir a los delegados a  la  Asamblea Constituyente el 15 de junio de 1843 contrapusieron por primera  vez a las tendencias en pugna, los  duartistas y sus opositores:

Los  haitianos, unidos de nuevo por la amenaza de la separación dominicana, los   criollos a su  servicio y los que no creían en la independencia pura y simple. 

Las simpatías de los votantes favorecían a los trinitarios, por lo que sus adversarios apelaron a coacciones y amenazas, al soborno de gente pobre e  ignorante, como  ocurre en la actualidad. 

Ante esas maniobras, Duarte desplegó un máximo esfuerzo para ganar los comicios. Testigos aseguran que nunca lo vieron desplegar tanta energía, elocuencia y don de mando.

Cabalgaba de un sitio a otro, daba órdenes, redoblaba las gestiones para allegarse votos. El triunfo arrollador de los duartistas  dejó atónitos a sus  opositores dominicanos,  llenó de encono  al Gobierno de Haití.

 Los Valores

1. Discernimiento. La facultad de discernir, de percibir diferencias,  permitió a JPD   tener la   claridad de visión para escoger la opción correcta, oportuna. Discernir  ayuda a valorar lo trascendente y perdurable, a ver  las personas y las cosas como son,  diferenciarlas entre sí,  sin  juzgarlas. Nos da el criterio  para evaluar situaciones  en su contexto de tiempo y   espacio. Se dice que si la conciencia es la brújula, el discernimiento es la aguja que marca con exactitud el norte de nuestras vidas.

2. Dinamismo. Es energía activa y propulsora,  presteza, diligencia, la capacidad para enfrentar con flexibilidad situaciones cambiantes e innovadoras. Una cualidad que nos permite adaptarnos de  forma positiva y constructiva, a conjugar  la estabilidad y la versatilidad.  Este valor es   clave para triunfar en un mundo donde lo único permanente es el constante cambio.

3. Visionario. Ser líder, como JPD, implica ser visionario, tener la capacidad de crear y compartir un proyecto de futuro que implique un cambio, una evolución, un proceso de mejora continua, con amplia visión de las circunstancias.  La capacidad visionaria de una persona  se relaciona con su grado de madurez y habilidad para  mejorar su ambiente, su hogar, su país, impulsando, motivando la transformación necesaria. Permite ser un  agente de cambio, con el compromiso   de velar por la superación  de quienes lo rodean.

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