Probablemente no existe mejor compañero de aventuras más fiel que un automóvil. Un amigo que responde sin quejarse a los deseos más insospechados de su propietario y suele permitirle disfrutar de algunos de los momentos más memorables de su vida. Escenario tan privilegiado como secreto de intimidades inconfesables, el auto ejerce muchas veces el protagonismo con su presencia en el intenso proceso que lleva a las personas hacia la madurez.
Pero lo mejor de ese medio es su extraordinaria capacidad para formar parte de la vida. En fiestas y conmemoraciones, la tradición indica que toca reagrupar las familias para compartir experiencias. En esas evocaciones los automóviles suelen ser importantes por múltiples motivos. El auto es el mejor sistema de transporte para desplazarse a cualquier lugar y en cualquier momento. Y como representante de estatus social, su presencia suscita casi siempre algún comentario en caso de un vehículo nuevo. En nuestro país, un territorio caracterizado por un profundo interés por los bienes en propiedad, los automóviles han pasado a ocupar un lugar de privilegio en la sociedad. No en vano, tras el elevado coste de una casa, el auto es la segunda compra más importante de cada familia dado el importante peso específico que asume en la lista de compra social y el impacto emocional que deriva de su posesión, por ende resulta coherente dedicarles la atención que merece. Existen muchos regalos relacionados con el sector del motor para generar ilusión entre los aficionados o para cubrir los compromisos familiares. Pero no estaría mal olvidarse por un momento de las personas para dedicar un poco más interés a nuestro fiel escudero mecánico.
Quien sienta verdadero amor por su auto, podría comprarle neumáticos nuevos, con el fin de evitar que unas ruedas en mal estado sea la causa de un accidente. Pero el colmo de la felicidad para los vehículos renqueantes del vetusto parque automovilístico local sería una digna jubilación y dar paso a la juventud.