Autosobrevaloración: derrota segura en una guerra

Autosobrevaloración: derrota segura en una guerra

Recuerdo en mis años universitarios un profesor que gustaba referir una anécdota histórica en que, según él, un gran país tercermundista nunca tuvo guerras reales porque resolvían las confrontaciones con una ecuación matemática: ¿cuántos recursos tienes?, ¿cuántos hombres?, ¿cuántas armas? Entonces ganaste tú – o gané yo -. Sellado el pleito. Así parece ser el razonamiento prevaleciente en el equipo que rodea al presidente norteamericano. Están convencidos que la grandeza y poderío indiscutible asegura el triunfo en cualquier confrontación; no consideran opción, el contrario tiene que rendirse ante el temor de las amenazas. Por un lado no se enteran que el mundo ha cambiado – por ello Obama, nombre maldito para ese equipo, empezó a adecuar algunas posiciones- y por otro no son capaces de reconocer sus propias debilidades y vulnerabilidades.

La administración ha lanzado un profundo ataque comercial contra sus aliados aunque en realidad se trata de una ofensiva contra la globalización y un libre comercio que el propio Estados Unidos promovió y fomentó e intenta ahora reconstruir un conservadurismo ortodoxo. Muchos de los argumentos para “su” guerra son inconsistentes y para otros no consideran opción, en el mundo real en que vivimos hay que negociar. Paul Krugman, famoso economista estadounidense, Premio Nobel de Economía, ha señalado que Trump ha deteriorado las relaciones comerciales con sus aliados acusándolos con “cifras falsas y datos incorrectos, de hacer cosas que no hacen”.
Concentrémonos en este artículo en la guerra comercial con China. Trump anunció la entrada en vigor el 6 de julio de aranceles del 25% a importaciones desde China por US$50 mil millones a una categoría de 1,102 productos y amenazó con más aranceles si los chinos osaban responderles igual. ¿Realmente la Casa Blanca pensó que Beijing no respondería? Entre lo argumentado señala robo de propiedad intelectual; si en verdad hay algo de eso no hay otra manera que la negociación. Sin embargo, lo cierto es que se buscanobjetivos estratégicos más profundos. Según Trump se pretende “prevenir más transferencias de tecnología estadounidense y propiedad intelectual a China, lo que protegerá empleos estadounidenses». EE.UU. busca minar el objetivo estratégico chino bautizado como “Made in China 2025” orientado a convertirse en líder mundial de innovación tecnológica y Washington lo considera una amenaza. No quiere competir, base hasta ahora del capitalismo, quiere sumisión a sus intereses globales.
China anunció la anulación de los acuerdos bilaterales y la aplicación de aranceles de 25% por igual valor de 50 mil millones a exportaciones norteamericanas de productos de agricultores del Medio Oeste y la industria del motor, base electoral de Trump. Para China la amenaza es de precios más altos y riesgos de competitividad, igual que para EE.UU., pero a este se le agregan amenazas electorales. Los aranceles dispuestos afectan al 10% de productos chinos frente al 30% de los estadounidenses. Mientras el Gobierno chino lo ha considerado un “acto miope”, la agencia Xinjua dijo, irónicamente, que “hombres sabios construyen puentes pero los tontos construyen muros». El campo de batalla quedó armado.

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