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Quisiera uno

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Creo que ningún amante del automóvil al probar un Porsche Cayenne pueda decir que no desee uno. Bueno, quizás algún Ferrarista incondicional, de los que duermen entre sábanas de color rojo y con el Cavallino Rampante donde quiera

A lo largo de más de una década de vida profesional ligada al mundo del automóvil, he tenido el honor y la suerte de disfrutar de la conducción de muchos autos exóticos y superdeportivos. Entre ellos, los Porsche siempre han tenido un protagonismo estelar y han marcado mis recuerdos. El placer que proporciona el manejo de uno de estos bólidos alemanes es único e incomparable. Para mi conducir prácticamente toda la gama 911 en sus distintas nomenclaturas, han sido momentos de encanto y días para recordar recorriendo las rápidas autopistas de Italia al volante de autenticas glorias del automovilismo, autos que he disfrutado hasta en los recorridos urbanos y gozado a plenitud por las sinuosas carreteras alpinas de mi país natal. 

Ya pasado los años, y con la responsabilidad de una familia, pensar nuevamente en sanguíneos y angostos deportivos se había puesto contrario a las nuevas exigencias de vida (mujer e hijos). Todos no cabíamos en un 911. La decisión de lanzar al mercado el Porsche Cayenne hizo que muchos como yo volvieran en pensar nuevamente en un Porsche, siempre contando con la aprobación de la ‘media naranja’. Cierto que es posible encontrar un SUV más barato y más bonito, pero no es un Porsche, y esta es y ha sido la razón del ‘boom’ experimentado en este segmento por la marca de deportivo alemán. La llegada al mercado de la segunda generación del Porsche Cayenne provocó que muchos volviéramos a soñar casi lo imposible, empezar de nuevo a echar números y ver si se podía volver a pensar en un Porsche.

Aunque el aspecto exterior se ha limitado principalmente a un nuevo diseño de los faros, de la parrilla frontal y de los guardalodos (más prominentes), el cambio mecánico ha sido sustancial. La primera opción ya vale la pena. Si el antiguo Porsche Cayenne con el motor V6 de 3,2 litros y 250 caballos le faltaba algo de potencia para las prestaciones que uno podía esperar, ahora es una elección totalmente recomendable. El aumento de la cilindrada a 3,6 litros y la introducción de la inyección directa de combustible ha aumentado los caballos a 290, con una aceleración de 0 a 100 km/h en 8,1 segundos y una velocidad de 227 km/h; cifras no sorprendente pero sí razonables, los nuevos motores se muestran hasta un 15% más ahorrativos que sus predecesores. Ahora es posible elegir una respuesta del motor con mayor o menor decisión, apretando una simple tecla, entre un comportamiento dinámico Normal o Sport.

Baile de siglas

Una opción recomendable para el Cayenne y Cayenne S, pero que alarga nuestras cuentas monetarias en el tiempo es el sistema de suspensión activa PASM (Porsche Active Suspension Management), de serie en el Cayenne Turbo, que permite tres posibilidades de amortiguación y de altura de carrocería. Otra sugerencia imprescindible que va ligada a la anterior es el nuevo sistema de barras estabilizadoras activas PDCC (Porsche Dynamic Chasis Control), que tuvimos la suerte de probar conjuntamente con modelos de la primera generación sin esta opción y que cambia totalmente el comportamiento del auto sobre los obstáculos del terreno. Siguiendo con las siglas, tanto el PTM (Porsche Traction Management), que reparte el torque motor entre un 62% delante y un 38% detrás en condiciones normales hasta un cien por cien a cualquiera de los ejes según las circunstancias, como el PSM (Porsche Stability System), que entra en acción al empezar a viajar al límite y que son de serie en el nuevo Porsche Cayenne.

En su interior el espacio no es precisamente el del Porsche 911 de mis recuerdos (bolso en el capó delantero y maletas detrás). En el Cayenne conductor y acompañante disponen de un buen espacio vital. Detrás es holgado incluso para adultos de gran estatura. En cuanto al maletero, algo que nunca plantearíamos al 911, ahora permite viajar con los equipajes de dos adultos con hijos. Incluso se puede cerrar el portón con tocar simplemente un botón.

Basta con el pequeño

En tierras de Cádiz, pude conducir el Porsche Cayenne en su versión menos potente. Más que suficiente. Aunque los responsables de la marca para nuestro país me manifestaron que esperan tener unas ventas del 40% para este modelo y el otro 60 entre el S y el Turbo, si alguien tiene la oportunidad de conducir los tres antes de desembolsar un ‘dineral, optará por el menos potente, a menos que sea un ex piloto de carreras o un afortunado mortal de los que el dinero no le hace falta. Los 290 CV del ‘pequeño’ de la familia mueven el conjunto con soltura y acelera y frena con contundencia; algo a tener en cuenta cuando se superan las 4.700 libras de peso.

Tanto es así que cuando a mitad del recorrido, por una finca de crianza de toros para las corridas, unos compañeros de profesión me lo ‘cambiaron’ por un Cayenne S, y eché en falta el equilibrio general del modelo menor. Cierto es que las prestaciones del S, con un motor V8 de 4,8 litros y 385 CV, bajan la cifra de 0 a 100 km/h hasta los 6,6 segundos, diferencia palpable a la hora de pisar para un acelerón, pero también repercute en el consumo: casi medio depósito para unos 120 kilómetros.

En cuanto al Turbo, ahora con 500 caballos, el monstruo limita a 250 km/h y baja la aceleración de 0 a 100 km/h en 5,1 segundos.

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