Avance parejo o más deuda social

Avance parejo o más deuda social

Lo vivido por el país en las ultimas semanas, con hospitales fallidos y altas tasas de mortalidad en recién nacidos y parturientas, de edificaciones sanitarias en deplorables condiciones atendidas por personal médico y paramédico desmotivado y con carencias de insumos e instrumentos, no merecería otra denominación que la de fracaso. La nación no puede sentirse medianamente satisfecha siquiera si se le hace disfrutar el brindis diario de buenas edificaciones escolares mientras en otro lado de su realidad citadina o rural vive ingentes problemas de salud, especialmente dolorosos para una desprotegida colectividad pobre. Alrededor de la mitad de la población en verdad.

¡Cuidado con eso! No se está deseando por esta vía que la factoría que genera planteles nuevos disminuya su ritmo ni que el Estado renuncie a ambiciosas metas. Lo que sí procede es que asuma con presteza la excelencia gerencial para que la administración pública deje de ser un barril sin fondo, con crecimiento desmedido de nóminas y costosas ineficiencias. Que los que mandan se amarren el cinturón; que mucho se está viendo que por falta de rigor en la autoridad y de buenos controles administrativos (existiendo pocas auditorías de la Cámara de Cuentas que lo desmientan) el país queda mal ante graves problemas aunque frente a algunos otros avance bien. Esto hay que nivelarlo. Las necesidades y las urgencias son de muchos órdenes.

DISTORSIÓN QUE PERJUDICA A TODOS

En vista de que las bebidas alcohólicas pagan impuestos muy altos, y se amenaza con gravarlas más, las empresas formales del ramo han visto caer agudamente sus ventas sin que el consumo haya bajado; sino que ha subido, sobre todo en los sectores marginales. Ocurre que en perjuicio enorme hasta del propio fisco ha prosperado la fabricación y el comercio informales que inundan los colmados de muchos barrios de bebidas baratas cuyos fabricantes eluden el pago de impuestos.

Son sustancias elaboradas sin controles fiscales ni sanitarios; sin garantías de calidad ni de pureza, con asombrosa multiplicidad de marcas y ofertas, lo que supone un alto riesgo a la salud colectiva. La industria licorera tradicional del país, motivo de orgullo aquí y en el exterior por la calidad de sus productos, y de considerable beneficio social por su religioso cumplimiento con el fisco, ha dado una voz de alarma que debe escucharse.

 

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