“Ave Negra”, controversial psicodrama y excelentes actuaciones

“Ave Negra”, controversial psicodrama y excelentes actuaciones

El teatro que no recoge el latido social, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu, con risas o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro”. Estas reflexivas palabras de Federico García Lorca cobran vigencia en el tiempo.
El escritor escocés David Harrower se adhiere a la corriente dramática de la década de los noventa, en la que la impronta es el drama individual y social, aquello que pasa frente a nosotros, conocido por todos, vivimos la era de la tecnología, no hay excusa para “no saber”. En “Ave Negra” una de sus obras más emblemática, pretende incorporar al público, haciéndoles partícipes, especie de jueces, de esta polémica obra. Mario Lebrón y Teófilo Terrero, director y productor, aciertan al escoger esta singular pieza teatral contemporánea, así como a sus protagonistas, los actores: Francis Cruz y Laura Lebrón.
David Harrower juega con el tiempo, la obra inicia cuando se produce el encuentro entre los dos personajes protagónicos, un hombre –Ray- o Peter- y una mujer –Una- en el que rememoran la tragedia vivida por ellos hace quince años y que los ha marcado por siempre. El entonces, un hombre de 40 años, ella una niña de 12, víctima de la violación, por cuyo acto él va a la cárcel, y ella vive su tragedia, sufre además la tiranía de su entorno, la de una sociedad que la juzga llena de prejuicios, estigmatizada por su proceder.
El encuentro, la niña convertida en una mujer de 27 años, y él de más de cincuenta, propicia el desarrollo de la trama pletórica de matices. La primera pregunta que surge es ¿A qué ha ido la joven? La respuesta es compleja, “Una”, acusa, una y otra vez, Ray trata de justificarse, así vamos conociendo los personajes, el laberinto que los envolvió, los detalles del hecho que cambiaría inexorablemente el curso de sus vidas.

Pero la respuesta asoma cuando en un acto de introspección, “Una” en un momento impactante de la obra, se sumerge en un monólogo intenso; cargada de ira, reprocha a Ray su infame proceder, pero más allá de los reproches, desde lo más recóndito de su ser, surge el verdadero motivo de su dolor, el haber sido abandonada por Ray. El encuentro propiciado por ella, su búsqueda luego de tantos años, adquiere sentido, de alguna manera responde la pregunta, pero esto por supuesto puede ser un punto de vista una elucubración tal vez, el público heterogéneo, podrá estar de acuerdo o no, y sacará sus propias conclusiones.
La fuerza dramática que imprime Laura Lebrón a su actuación y que se decanta en este soliloquio, es verdaderamente impresionante. Pero “Una” no está sola, aún en sus cavilaciones de ese momento, Ray un poco apartado está presente, la escucha y muestra su aflicción con el gesto y el silencio elocuente de la palabra reprimida. Luego se repone y con un eficiente trabajo actoral, argumenta y convence a “Una” de que no la abandonó, así las cosas, al parecer no hay víctima ni victimario., entonces se acercan, se unen en un abrazo… en un beso, el momento se torna tierno; la escena intimista, resaltada con luces carmesí, es recreada por la siempre eficiente Lilyanna Díaz.
La dirección de los actores en particular es efectista, tarea que involucra a los intérpretes, en la búsqueda de los medios expresivos más apropiados a cada momento. El ritmo de la puesta en escena en su inicio es lento, luego la acción va “in crescendo”, a lo que contribuye la música escogida apropiada, que acentúa los pequeños climaxs, un acierto de Ernesto Báez.
El espacio escénico minimalista delimita la estancia, solo una mesa, algunas sillas y un zafacón colocados sobre una alfombra de “basura”, metáfora visual, “somos lo que hacemos y muchas veces no es más que eso, basura”. El final es turbador, la percepción del espectador puede cambiar, mientras… aparece en escena una cándida niña de 12 años que viene a buscar a Ray, es supuestamente su hijastra, ¿Lo es?, La duda surge como estigma lacerante. Solo un instante y la pequeña Avril Renée Lazala Guerrero, emociona con su candidez y buen desempeño, bien podríamos estar en el umbral de una futura actriz.
“Ave Negra” es teatro, buen teatro, que los amantes del género no deben perderse.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas