El segundo sábado de mayo y de octubre también, se celebra el Día Mundial de las Aves Migratorias. Conforme a los expertos, estas se alimentan de los insectos que encuentran en sus caminos, lo que las convierte en limpiadoras de los ecosistemas, principalmente productivos.
Muchas de estas aves están amenazadas por la destrucción de su hábitat y por la agricultura intensiva que usa veneno para exterminar los insectos de los que se alimentan. Los agricultores usan plaguicidas y entorpecen en parte la vida de las aves migratorias que nos visitan desde Estados Unidos y Canadá en los meses señalados.
La cadena alimenticia de muchas especies está amenazada. ¿Hemos pensado en los millones de años que tienen esas aves cruzando los cielos para encontrar cómo sobrevivir? Lo que es una plaga para los agricultores es alimento para estas aves y un indicador de que la vida y la naturaleza se fundamentan en un real equilibrio.
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Lo que no es un equilibrio en la fauna nuestra son los más de un millón de motoristas, que han sido identificados como una plaga por lo menos por varios comunicadores de los tantos que inciden en los medios.
Pienso que antes de calificar a los motoristas como plaga debemos hacer un análisis socioeconómico de su existencia. Hay dos grandes indicadores que debemos ver: uno, el motoconcho es una realidad social, ¿que incomoda a los que andan en yipetas y en carros de alta gama? Claro que sí, porque si la mayoría no respeta las leyes de tránsito los motoristas también lo hacen aumentando el caos en el transporte.
¿Qué dio origen al motoconcho? Desde los años 80 comenzó a expandirse la Capital, numerosas urbanizaciones públicas y privadas se establecieron muy distantes al casco urbano de Santo Domingo, donde no había ningún tipo de transporte, creándose así una necesidad apremiante para el ejercicio del derecho al libre tránsito.
Urbanizaciones como Los Cansino Primero y Segundo, Los Prados del Cachón, Los Trinitarios, Invivienda y C, solo por mencionar esa parte, pero las construcciones de viviendas circundan todo el Gran Santo Domingo (DN y provincia de Santo Domingo) que era antes la Capital.
El crecimiento demográfico ha sido exponencial y en pocos años tenemos en el Gran Santo Domingo la población que abarcaba todo el territorio nacional en el año 1962, más de tres millones de habitantes. No nos preparamos para la movilidad de tantas personas, pese al Metro, teleféricos, autobuses públicos, carros de concho, no tenemos una solución vial. Los motores son un medio de transporte y un mecanismo de trabajo parido por las circunstancias y la realidad social de un conglomerado importante que quiere ganarse la vida honradamente. No solo transportan a personas, tenemos los delivery de colmados y de comida para llevar que forman parte del ejército de la economía informal que representa cerca del 45 por ciento de nuestro PIB. Esa “plaga” es una significativa realidad que nadie sensato puede ignorar.
Por los tapones, ha surgido otra necesidad: los “motor-Uber” que son la única manera de llegar puntual a un evento antes de las diez de la mañana y después de las cuatro de la tarde.
El plaguicida en el que he pensado es en el rediseño de nuevas vías y ampliar las existentes pensadas en el derecho a transitar que tenemos todos.