¡Ay, Carmen!

¡Ay, Carmen!

ROMA, It., UE. ¡Cómo me habría gustado contarte algo diferente, máxime después de leer tu «Misión Imposible»! Pero, no hay suerte. En plena Vía del Corso, que es algo así como la Quinta Avenida de Roma, en las mejores tiendas, … no, no, no, ni sé cómo decírtelo, ni aspiro a que me lo creas, ¡¡¡se escuchaba bachata!!! Y la tocan por la radio, en los programas de gran audiencia, en el «hit parade». No se lo digas a Carlos, para que no se desmoralice y abandone sus estudios.

Ya sabía que existen lugares donde solamente se baila salsa y merengue, he visto una que otra escuela de bailes con la oferta de nuestros ritmos como el gran atractivo, no falta publicidad, pero no contaba con la presencia de la bachata. El grupo Aventura, que debe ser uno que actuó con vestidos, más que militares, bélicos, en el Casandra de este año, está lo que se dice pegado, con Coquí. Hasta ponen un pedacito de su «canción» antes de los anuncios para que los oyentes no se vayan. Monchy y Alexandra, Elvis no sé qué, ¡hasta la Sophie con Anthony Ríos! No sea nadie pendejo.

Poco antes de salir de nuestro país me regalé de cumpleaños la asistencia un recital de Rhina Ramírez en Casa de Teatro, absolutamente celestial. Pienso que ella le dio la vuelta al mundo cantando y gustó tanto, sin embargo no tiene un solo disco pegado en nuestro país, mucho menos un promotor internacional. Gracias a Dios, es dentista.

Aquí tengo que acotar que, aparte de la maravilla del recital en sí, resultó extremadamente gratificante constatar que otros cantantes de igual calidad, entre ellos Luchy Vicioso y Fernando Casado, pagaron sus entradas, hicieron fila para entrar y se sentaron, como público, a disfrutar de la voz y las canciones que nos ofreció la decencia hecha persona, nuestra Rhina. Sin humos, sin coreografías, sin grandes cambios de vestuarios, ¡atento a ella!, eso sí, con el tremendo respaldo del maestro Jorge Taveras.

¿Recuerdan la entrevista a Sonia Silvestre en Diario Libre hace unos meses? Lo que han hecho con la carrera de Maridalia Hernández no hay que contárselo a nadie, pues bien fresco tenemos el caso, con toda nuestra indignación incluida. Y así, todos los demás. No se les puede decir glorias nacionales, porque dizque eso azara, pero ¡qué rabia da venir tan lejos a escuchar bachata en medio de canciones preciosas de vienen de Francia, Brasil, Portugal, España sabiendo que tenemos voces de verdad que cantan canciones bellas!

Entonces, Carmen querida, tiene razón el maestro Solano: el problema son los disqueros. Iba a decir el disquero, en singular, hasta que decidí no meterme en eso. Ahora, es muy duro estar en un país, en representación diplomática, y aceptar todas sonrientes que se nos identifique exactamente con lo peor de nuestra música. No hay derecho. Si no tuviéramos nada más que mostrar al mundo, no diría nada. Pero tenemos.

Acabo de enterarme por la vía de Koldo de que Cecilia García estaba presentando un disco con toda seguridad exquisito. Es lamentable poder apostar a que nos veremos obligados a escucharla en nuestros propios reproductores de discos compactos, excepción hecha, por supuesto, de las veces que suene en algunos programas, sean matutinos o sean alternativos.

Es como si la calidad fuera una afrenta. Pero no estoy lista para la materia de inversión de valores, porque todo lo que viene a mi mente es aquella estudiante de sicología que se presentó al despacho de un gerente de bancos buscando información para un reporte sobre la misma y, cada vez que la recuerdo, me deprimo.

No hay justicia divina. Mira cómo algunos de nuestros cantantes han grabado una que otra bachatita para mantenerse vigentes en el medio. De hecho, la bachata salió de la República Dominicana y entró a Europa en la voz de Juan Luis Guerra. A mí nunca me gustó, pero no se le puede regatear calidad a Juan Luis y 440. Lo que sí le reclamo es que abandonara la pista, al menos de manera constante y creciente, porque miren las manos que heredaron ese mercado. Eso no se hace.

No, tampoco tengo fuerzas para entrar en el tema de que ése es uno de los mejores reflejos del curso que ha tomado nuestra sociedad. No sabría defenderme si termino acusada de clasista o racista y podría reaccionar metiendo la pata hasta lo hondo. Es que, cuando me preguntan si acaso he sido objeto de alguna actitud, mirada, gesto o palabra racista o xenófoba, me preocupo. Por suerte, la pregunta es una necedad, de parte de alguien que quiere recordarme que se me puede considerar, seguramente, negra (para china, no califico), porque la verdad es que no me ha ocurrido nada de eso, aparte de que no tendría sentido, justamente en Italia, cuyas diásporas, en todos los países en los que podemos pensar y en los que ni sabemos que existen, son numerosísimas. Habiendo tantos italianos en todo el mundo, no cabe el menor resquicio de posibilidad de que en Italia se ejerza la xenofobia. Además, estamos en el siglo 21, en la cuna de la civilización, así que esto se entendería menos que su gusto por la bachata.

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