¡Ay de los pobres!

¡Ay de los pobres!

PABLO NADAL
Hay que temblar cuando los políticos hablan y lloran por los pobres. Muchos y nuevos males les esperan. Los llamarán, le prometerán y al final los pondrán unos sobre otros para subirse arriba de ellos y llegar al poder y después llamar a la fuerza pública para dispensarlos. Y ésta es una función que se repite continuamente, quizás con diferentes beneficiarios, pero con las mismas masas de los habitantes de la pobreza.

 Cuando se anuncia una campaña a favor de los pobres, ya se sabe el fin de la historia, con su coletilla mayor de comisiones y pérdidas de los materiales. Y eso es aplicable a todo plan hecho de manera artesanal y que ha tenido como su principal motor la corrupción, aunque adornado del caramelo de ayudas fantasmagóricas.

Porque si hubiera verdadera vocación y decisión se ejecutarían proyectos que han tenido experiencias y éxito en Estados donde la corrupción está controlada y que responden a estándares internacionales, entre ellos: especializados en el desarrollo económico. Entre ellos los de fomento del empleo real, no entrega de cheques y sino de masas que se entregan al aumento de la producción y la productividad. Y el aumento de la capacitación, incluso en actividades laborales como cocinar o cuidar niños y ancianos, de la cual tenemos un inmenso vacío. Y más allá el otorgamiento de la Seguridad Social, la Seguridad Jurídica y las facilidades de acceso crediticio, fácil y a cualquier instancia sin tramas burocráticas y manejos turbios.

Los pobres están aquí por millones y en aumento su número, víctimas de la gran estrategia. De ponerle a un grupito veinte pesos en las manos y sacarles a todos de los bolsillos cincuenta (léase medidas compensatorias). De supuestas ayudas que son en verdad ayudas al brazo político, pero no ayudan mucho para que los pobres se conviertan en parte viva de la sociedad y para que dejen de aplaudir y apoyar a los flautistas de Hamelín.

Más que campañas contra la pobreza que tienen graves fallas de nacimiento es propicio que los pobres elaboren su propio destino y esto empieza para crear en ellos en vez de la «cultura de la pobreza», «la cultura de la riqueza»: Que un pobre sepa que puede dejar de ser pobre y que puede actuar por el control total de su vida.

¡Ay de los pobres! se podría decir como el refrán popular «hay ayudas que no ayudan y que no deben ayudar», porque al final la pequeña ayuda tendrá que pagarse con más pobreza. Por favor dejemos tranquilos a los pobres, pero eso sí, abrámosle las puertas para que sean ciudadanos en completo ejercicio de sus derechos sociales, civiles, económicos y políticos. Amén.

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