¡Ay! el sur

¡Ay! el sur

¡Ay, el sur! tan seco, sediento, falto de apoyo y dispuesto a pelear por la supervivencia ejerciendo la esperanza de lograr la felicidad.

Es que nunca ha existido un plan de nación que disponga de los recursos necesarios para el desarrollo regional, especialmente de la preterida península de Barahona.

Mi hermano Virgilio investiga y prepara un libro sobre Barahona. Seguro será harto interesante dada la profundidad de su indagatoria y la agudeza de sus planteamientos. Pero de poco sirve auscultar el pasado si el ejercicio no conduce a ejecuciones presentes y siembra del futuro.

Barahona tuvo sus grandes logros económicos y un florecimiento espiritual y cultural basado en la agricultura (café, caña, plátanos y diversos granos) y un incipiente desarrollo industrial en la fabricación de muebles de excelente calidad y una fábrica de rondanas basada, creo, en la dureza del guayacán que creció silvestre hasta que lo cortaron y no lo resembraron.

Además, hubo el negocio de la exportación de guayacán, pino, excelente caoba y otras maderas del bosque seco.

La industria del azúcar hizo florecer aquellos campos con una inversión bien planeada y mejor ejecutada que convirtió los terrenos salinos en lugares de buena producción. Ahora sólo tenemos para cantar las glorias de un pasado que se desdibuja en el tiempo y entre las telarañas del pensamiento de los mayores.

Aquel café caracolillo que tan bien se pagaba, los secaderos, las trilladoras, la cuidadosa selección de los granos forma parte de ese pasado.

¿Qué nos queda? La esperanza. Pero la esperanza sin acción no conduce a solucionar los problemas del presente. El pasado es prólogo, dijo Shakespeare.

No podemos vivir de los pasados éxitos de empresarios como Luis Delmonte, Benjamín Toral, los Hazoury, los Melgen, los Lama, los Suero, los Ramírez, los Dominici, los Matos, ni limitarnos a mostrar el estandarte de Casandra y María Montez: la vida sigue. Hay que despolvar los recuerdos y construir un presente que nos permita tener la esperanza de una vida mejor para la región.

El desarrollo de la península de Barahona contribuirá a disminuir el desempleo, aumentar la producción de alimentos y al abaratamiento y/o exportación de los mismos.

Lo fundamental para la península de Barahona es que el agua no sea un problema, que el agua no sea una amenaza, que el agua sirva como lo que es: una bendición que debe contribuir al desarrollo y el bienestar.

¿Y cómo se puede construir esa situación? Cuando el gobierno construya la presa en Monte Grande u otro lugar, que haga florecer y lleve trabajo y bienestar a la zona.

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