¡Ay, la educación!

¡Ay, la educación!

En el área de la Educación también el barco hace agua y no es posible achicarlo antes de que la línea de flotación sea desbordada por la inundación.

Es fácil y usual criticar a las autoridades oficiales, a los ministros, a los viceministros, a quienes tienen la obligación de revisar los currículos y los libros antes de imprimirlos y luego de impresos. Aquí se ha visto de todo, no falta ningún infeliz desaguisado.

Es bueno preguntar ¿cuántos maestros, subdirectores, directores de escuelas, supervisores regionales leyeron, manosearon, revisaron el libro que distorsiona los hechos de forma tan escandalosa, que se formó un movimiento nacional de protesta contra los conceptos y desinformaciones que se refieren a la historia nacional?

¿Es que los encargados de vigilar la enseñanza nacional no leen los libros de texto que recomiendan, exigen e imponen editoriales, en una actitud que provoca sospechas de que quienes así actúan reciben coimas por sus sugerencias?

Cito de memoria: cuando Jacqueline Malagón ocupó la Secretaría de Educación actuó como el tiguerito que pelea por su vaho, defendió el mal olor que rezumaban los textos de historia cuyo contenido obviaba la era de Trujillo y la Guerra de Abril de 1965.

Aquí se pagaron “técnicos” extranjeros para supervisar una reforma curricular, que duró tanto tiempo, que cuando se presentó el informe prácticamente la vida y la evolución social habían superado las recomendaciones pues habían quedado superadas, pero se gastaron todos los millones. La educación nacional ha sido otro barril sin fondo de pocos buenos resultados.

No es la primera vez que un texto escolar de primaria contiene errores garrafales, pero ello no exime de culpas a la Asociación Dominicana de Profesores (ADP).

Casi todas las agrupaciones gremiales surgidas en la década de 1960 han desviado sus objetivos hacia el reclamo de aumentos salariales, sin ofrecer ninguna mejoría en los servicios que prestan.

Lo peor del cuento es la explicación pedestre que ofrece el relacionador del Ministerio de Educación quien se atribuye, como si fuera una gracia, la responsabilidad de haber escrito una nota según la cual el Ministro de Educación dijo que el general Gregorio Luperón fue la primera espada de la Independencia Nacional.

Es interesante notar que el relacionador no niega, en su nota, según El Nacional del jueves último, que el Ministro haya metido la pata y la sacara totalmente embarrada de un putrefacto vidrio inglés.
En la misma nota El Nacional consigna que el “Libro de texto de historia contiene el mismo error” ¿y dónde diablos está la ADP?

Es bueno preguntar, para edificación de la opinión pública ¿Quién tiene y puede publicar el video del ya célebre discurso del Ministro Amarante Baret? Ello permitiría demostrar si se trató de un error o de un horror.

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