¡Ay, los errores periodísticos!

¡Ay, los errores periodísticos!

Mis amigos dominicanos Ciro Coll y Santiago Johnson, residentes en Estados Unidos, envían con frecuencia a mi correo electrónico informaciones y artículos de contenido humorístico.

Muchos de esos trabajos los reenvío a personas de mi afecto, entre los que figuran directivos de este diario que se encargan de corregir y publicar mis escritos.

Como resultado de esa situación, hubo un percance que me colocó al borde de un infarto del miocardio. Esto no se produjo, porque hace cuarenta y un años que no chupo bebidas alcohólicas, pongo las piernas a devorar kilómetros,  y mi alimentación se asemeja a la de un faquir.

Sucedió que los atareados ejecutivos del periódico creyeron que uno de los “mails” que recibí de Santiago Johnson, de autor anónimo, y que les mandé, era mi artículo para la edición dominical.

Por ese involuntario error apareció bajo mi firma aquella excelente sátira sobre los hombres que pasan de los sesenta años, entre los cuales me encuentro, con un agregado de diecisiete septiembres desde el próximo día 28.

La equivocación me llevó a recordar lo que escribí en mi columna Cogiéndolo Suave, en el desaparecido periódico Ultima Hora, señalando de forma humorística que Moisés Pellerano, uno de sus ejecutivos, trataba como iguales a los subalternos.

Al corregir el artículo, Moisés cambió ese párrafo, poniendo que él trataba el personal bajo su mando “como si fueran sus hermanos”.

De esa forma, le cambió el sentido humorístico por uno de coba y limpiasaquismo, con el consiguiente escozor vergonzoso del autor.

Pero peor fue lo que me ocurrió cuando en otro Cogiéndolo Suave, esta vez en el Listín Diario, al relatar que recorría una plaza comercial disfrutando con la visión de los hembrones que cruzaban por mi lado, el superlativo fue cambiado por “hombrones”.

O sea, que en lugar del reverente admirador de las mujeres que soy desde mi tierna infancia, aquel gazapo me hizo aparecer como cundango confeso.

Espero que el director de este matutino, Bienvenido Álvarez Vega, con su característica bonhomía, publique el aclarando de que no soy el autor de la genial diatriba gerontófoba que apareció bajo mi nombre el domingo.

Sobre todo, porque afortunadamente todavía no he sufrido muchas de las limitaciones físicas que allí se citan.

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