Ayacucho: una batalla cuesta arriba para Alan García

Ayacucho: una batalla cuesta arriba para Alan García

A la mención de Alan García, el presidente electo de Perú, Juan Marca hace una mueca y cruza su dedo índice por la garganta en un gesto de “¡Que le corten la cabeza!”
El señor Marca, de 32 años, un maestro de primaria del departamento montañoso de Ayacucho, se ha unido a otros miles en la pequeña población de Pampa Galeras para el “chaccu” anual.

La ceremonia del chaccu -la concentración comunal para trasquilar la vicuña, el camélido cuya lana es tan fina que en tiempos de los incas se usaba solo por la realeza-, fue revivida en 1992. Para muchos, representa el renacimiento de la vida cultural en una región que más sufrió el conflicto entre las tropas del gobierno y las guerrillas maoístas del Sendero Luminoso, una organización que surgió en la universidad de San Cristóbal de Huamanga, en Ayacucho. 

Los recuerdos de aquel conflicto violento, durante el primer periodo de Alan García como presidente entre 1985 y 1990, explica la hostilidad de esta región hacia el hombre que será juramentado como presidente por otro periodo de cinco años, la semana próxima. En todo Ayacucho, el señor García obtuvo solo 175 de los votos.

“Aquí sufrimos terriblemente durante el gobierno de Alan”, dice el señor Marca. “Puquio estaba prácticamente controlado por el Sendero Luminoso”, agrega.

Esa antipatía pudiera resultar un dolor de cabeza para el nuevo gobierno. A diferencia de 1985, cuando el señor García fue llevado al poder por una ola de adulaciones, se verá obligado a actuar con rapidez para demostrar que habla en serio cuando dice que extenderá los beneficios del auge económico de Perú, en particular, a las tierras altas empobrecidas.

Aunque la victoria del señor García -considerado más moderado que Ollanta Humala, su rival nacionalista radical-, fue saludada con alivio en Washington, en las capitales europeas y en las oficinas de los prestadores multilaterales en gran parte de Perú resultó una decepción.

El señor García ganó por un margen de unos 700,000 votos, y la votación dejó expuesta profundas divisiones geográficas: el señor Humala ganó 15 de los 25 departamentos de Perú, casi logrando una limpieza en las tierras altas y en la selva. Su partido nacionalista también ganó 45 sillas en el Congreso, mientras que el APRA del señor García ganó 36.  Pero la motivación principal mencionada por los que votaron por el señor García fue que lo vieron como le opción menos mala, de acuerdo con una encuesta de Apoyo, la principal firma encuestadora de Perú.

Al proclamar la victoria, el señor García procedió de inmediato a tratar de llegar al sur. “El sur votó por otra opción”, dijo a sus partidarios. “Yo responderé trabajando por el desarrollo del sur de Perú”.

Sin embargo, se enfrenta a una batalla cuesta arriba en Ayacucho, donde los locales dicen que Omar Quezada, el presidente regional del partido del señor García, no ha logrado resolver la falta de infraestructura, combatir la tasa de analfabetismo de 29%, o ayudar al 73% de la población que vive en la pobreza.

 “Nos sentimos completamente abandonados por el gobierno regional, y eso realmente afectó a Alan en las elecciones”, dice, Jim Espinoza, un hombre de 28 años, de Lucanas, una aldea cerca de 170 km al sur de la capital departamental.

José Urquizo, el vicepresidente regional, dice que él entiende el resentimiento. Culpa a la falta de recursos del gobierno central, señalando que 97% del presupuesto de Ayacucho se va  en los costos corrientes, y que deja poco para la infraestructura.

El señor Urquizo, quien rompió con el señor Quezada y asumirá el cargo el 28 de julio como congresista en el bloque nacionalista de Humala, teme que se produzcan protestas desestabilizadoras si el gobierno no responde a las demandas locales.

 “No queremos reproducir aquí en Perú la inestabilidad política que hemos tenido en los últimos años en Bolivia y Ecuador”, dijo.

El primer punto de roce puede ser el tratado de comercio entre Lima y Washington, que el congreso de Perú aprobó el mes pasado. Durante la campaña electoral, el señor García dijo que consideraba el tratado como “un borrador” y prometió revisarlo “capítulo por capítulo y punto por punto”. Inmediatamente después de su elección descartó ese lenguaje y permitió que el bloque del APRA votara a favor del tratado.

Es probable que se produzca una reacción de los pequeños agricultores que temen las consecuencias de la apertura inmediata de sus sectores. Los agricultores y los trabajadores agrícolas chocaron con la Policía este mes en protesta contra el tratado. Después de las protestas, el señor García indicó que “renegociaría” secciones del tratado comercial, algo que la mayoría de los analistas  consideran casi imposible.

“Decir que iba a revisar el tratado comercial fue la primera gran mentira de Alan”, dice Héctor Huerto, un  congresista del APRA por Huánuco, en las tierras altas centrales.

Una prueba seria de cómo le está yendo al señor García serán las elecciones regionales de noviembre. En Ayacucho, tendrá que superar décadas de abandono. “Esta es la parte más aislada de una región asilada”, dice el señor Marca. “Tenemos una pobreza terrible aquí; no hay empleos, ni perspectivas para nuestros hijos. No tenemos confianza en que Alan García signifique nada distinto para ninguna de esas cosas”.

VERSION: IVAN PEREZ CARRION

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