Ayer y mañana

Ayer y mañana

En los albores del siglo XVII el inmortal hombre de letras Miguel de Cervantes Saavedra, desde el viejo continente dio al mundo su obra clásica El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. En el capítulo once del citado libro se lee: “Después que don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano y, mirándolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones: Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes… Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, solas y señeras, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento la menoscabasen… Y agora, en estos nuestros detestables siglos, no está segura ninguna…”.
Ciento cincuenta años más tarde, un alemán exiliado en Londres y que respondía al nombre de Carlos Marx sentenció: “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna… La gran industria ha creado el mercado mundial, ya preparado por descubrimiento de América.
El mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación y de los medios de transporte por tierra…”.
Dando otro salto de casi dos centurias hasta llegar al siglo XXI, ubicándonos en la República Dominicana, despertamos con la agonía del neoliberalismo privatizador que debilita el rol del Estado, pasando al sector privado casi todos los servicios vitales como son la salud, el transporte, la disponibilidad de agua potable, la recogida de la basura, y todo un etcétera. Cada vez se oye más el grito de: ¡Sálvese quien pueda! Se borró de la Biblia el segundo mandamiento que reza: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El fantasma de la incertidumbre, el temor y la angustia se han adueñado del pensamiento colectivo nacional. Todos estamos conscientes de la zozobra que nos arropa. Debemos sobrevivir a la crisis que invade nuestro cuerpo social. El profundo y detallado conocimiento de nuestra historia nos permite saber cómo es que hemos llegado a donde nos encontramos. Entendemos la relación de causa-efecto del proceso en el que estamos sumergidos. Como pueblo no vamos a sucumbir, muy al contrario, la unidad colectiva es la garantía del éxito. Es deber sagrado construir un mundo mejor para las próximas generaciones. Debemos crear las bases de un futuro luminoso, amoroso y progresista en el que la felicidad, la paz, la seguridad, la alimentación, la salud, la educación, el trabajo, la vivienda, los deportes y el entretenimiento, en un ambiente sano, imperen en toda la geografía para el beneficio de sus habitantes.
Que el porvenir sea la negación del presente es la consigna salvadora.

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