Ayuntamientos y Seguridad Social

Ayuntamientos y Seguridad Social

El hecho de que los ayuntamientos del país hayan acumulado deudas que se aproximan a los RD$2,000 millones con el Sistema Nacional de Seguridad Social tiene que ser visto como el resultado de la dejadez de quienes han tenido la responsabilidad de dirigir este sistema. Si el proceso de facturación para las cotizaciones de la seguridad social se inició en el 2003, cómo se permitió que pasaran seis años sin obligar a los gobiernos municipales a que hicieran  lo que la ley imponía en esa materia. Una consecuencia del mal manejo de esta situación es que al menos 150,000 servidores de los ayuntamientos están en riesgo de quedar fuera de la seguridad social si la deuda no es cubierta en plazo prudente.

Un aspecto que tiene que ser satisfactoriamente aclarado es cómo se ha generado la  deuda. Una razón pudo haber sido que  los ayuntamientos no descontaron a sus servidores las cuotas por afiliación al Régimen Contributivo y, en consecuencia, no tenían fondos que transferir al sistema. La otra razón es que no transfirieran las cotizaciones descontadas y, en tal caso, habría que explicar a dónde fue a parar  ese dinero. La tercera razón podría ser que la deuda corresponda a las contrapartidas que deben pagar los cabildos. Todo esto  ha motivado un proyecto de amnistía, que ya aprobó el Senado, que  perjudica  las finanzas de la seguridad social. De todas estas cosas hay que hablar bien claro.

Bajo ningún pretexto

Sería descabellado pretender  nuevos impuestos en medio de un proceso recesivo como el actual. Y si se pretendiera que esas nuevas cargas estuvieran dirigidas a penalizar el ahorro, entonces estaríamos ante una especie de suicidio financiero. Cargar un impuesto al ahorro en momentos en que bajan las tasas de interés y se contrae la disponibilidad de la gente para esos fines sería poco saludable para el sistema financiero.

Para incrementar los salarios de los médicos hay que buscar otra fuente de ingresos, que no sea por vías de nuevos impuestos al consumo y mucho menos al ahorro. A nadie se le ocurre gravar las apuestas y el juego, y todo el mundo sabe la causa. A nadie se le mete entre ceja y ceja cargarle tributos a las rentas más altas, al lujo, y también se sabe la razón. Los médicos merecen que se les mejoren los salarios. Eso no se regatea ni discute. Pero las fuentes para hacerlo no pueden ser aquellas que generarían perjuicios innecesarios e inoportunos.

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