Babeque: ¡tierra de oro!

Babeque: ¡tierra de oro!

Píndaro y Herminio están extasiados, admirando una piedra filosofal afincada en el Siglo XXI gracias a los resultados de más de 40 años de exitosa trayectoria educativa… Es un recuerdo muy claro, como un sello de profundo agradecimiento que, por obligación moral, tiene que ser reconocido… “Herminio –exclama Píndaro-, tienes tu pecho henchido de orgullo y no lo puedes disimular!”… “¡Así es –expresa Herminio-… Cuando ves a tus hijas como seres humanos integrales y con una base que les permitió aprender a conocer, aprender a ser, aprender a hacer y aprender a vivir junto a nosotros sus familiares y a sus amigos y amigas, no hay tela de juicio que pueda cortarse para criticar y desmeritar ese logro de vida!… Eso se lo debemos en nuestro hogar al Colegio Babeque, un centro que les completó su formación, les capacitó para dar respuestas creativas en un mundo que está inmerso en constante transformación… Mira, Píndaro –le dice Herminio, fijo a sus ojos-, mis hijas han sido capaces de poner en acción procesos complejos para resolver problemas que se les han presentado y, para nuestra alegría en casa, han actuado con autonomía, en pro del bienestar humano en su ambiente, basándose en la solidaridad y la dignidad de todos”.

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“Hay fundaciones por ahí –comenta Píndaro-, que nunca te enteras para qué fueron creadas, pero que los comentarios están por ahí, por los aires… Sin embargo, hay otras como la Fundación Pedagógica Dominicana, que está abierta y claramente orientada a la educación sin fines de lucro y que es de propiedad colectiva –que es muy difícil lograr y justificar hoy día-, cuyos esfuerzos en estos últimos 32 años para dirigir esta prestigiosa institución han sido confiados, plenamente, a Rosalina Perdomo, una profesional íntegra y de sólida formación familiar y preparación profesional”… “¡Caray, Píndaro –comenta Herminio-, Rosalina fue compañera de estudios de mi esposa en la carrera de Educación en la prestigiosa Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y, todavía recuerdo con orgullo, cuando el Padre Juan Montalvo –incuestionable guía espiritual-, las reunía para simplemente conversarles sobre la esencia de la vida educativa y la responsabilidad que tendrían por delante al comprometerse con una misión educativa… Una tarea que, tal como se vislumbraba por el cambio de los tiempos, les pondría a prueba hasta manifestarse en la resistencia misma de muchos padres que, lamentablemente, pondrían por delante exigencias absurdas a los centros de educación de sus hijos, antes que mirarse ellos mismos en la ausencia y naturales fallos al ser los verdaderos guías de sus hijos en el seno de sus hogares…”.

“¿Te has puesto a ver cuál es el significado de ‘Babeque’?” –cuestiona ahora Píndaro-… A lo que Herminio rápidamente le responde: “¡Tierra de Oro¡… Y, es precisamente al considerar a los niños y jóvenes como la esperanza y el tesoro más preciado de la nación, que un grupo de padres se embarcó en este proyecto educativo, creando además el Consejo Directivo de dicha fundación para velar por el cumplimiento de la misión de la institución… De hecho, sus tres pilares fundamentales descansan en que, primero, la educación es un proceso dirigido al desarrollo de capacidades y talentos para dar respuestas a las necesidades de transformación propia y de su entorno. Segundo, incidir en el desarrollo cognitivo, emocional, físico y espiritual de cada estudiante que sea capacitado, para actuar en su medio con pro-actividad, efectividad y sentido de trascendencia. Y, tercero, Babeque busca que cada uno de sus estudiantes llegue a tener la capacidad de plantearse un proyecto de vida con responsabilidad de sí mismos y que, junto a otros, construya proyectos para vivir plenamente y en armonía con los demás y el ambiente… ¡Una tarea titánica, que es complementaria de la responsabilidad que tenemos como padres, en el seno familiar, si realmente así lo vivimos como práctica, y no como simulación social”.

“Solo espero –expresa Píndaro-, que cuando unos padres no estén de acuerdo con el centro de estudios en que ellos, motu proprio, han inscrito a sus hijos, tengan la entereza, capacidad y respeto necesario, para retirarlos y llevarlos al que ellos entiendan mejor les conviene… La vida nos ha enseñado que, a la vuelta de la esquina, siempre nos espera el justo reconocimiento, o no, de nuestros hijos con la sola muestra del ejemplo que ellos logren proyectar al dejar su sello de sólida base familiar y de una integridad a toda prueba que, en su momento, fue alimentada por los valores de su formación escolar… ¡Protejamos a Babeque!”.