Bachata y merengue: patrimonios que conquistaron al mundo y mueven el turismo dominicano

Bachata y merengue: patrimonios que conquistaron al mundo y mueven el turismo dominicano

Bachata y merengue: patrimonios que conquistaron al mundo y hoy mueven el turismo dominicano

En el parque Colón, la tarde cae con el sonido de la güira y la tambora, anunciando un merengue improvisado para el disfrute de los cientos de nacionales y turistas que recorren sus inmediaciones cada día. A unos metros del lugar, en un conocido bar de la Zona Colonial, algunos extranjeros se atreven a probar los pasos básicos de este ritmo musical.

Mientras tanto, en el Malecón de Santo Domingo se escucha una guitarra que inicia los acordes de una bachata y con ella, las parejas comienzan a levantarse para un baile tan apasionado como las canciones que se interpretan.

Ambos géneros, nacidos en campos y zonas marginadas del país, fueron en un inicio rechazados por la élite y considerados como “música para las clases populares”. Sin embargo, hoy atraen a visitantes de todo el mundo, que están ansiosos de vivir y aprender sobre los ritmos que forman parte del patrimonio cultural dominicano.

“Tenemos muchos ejemplos de gente que se enamoró de la bachata y decidió dedicarse a ese ritmo: empezaron a enseñarla en sus ciudades y pueblos, algunos crecieron hasta el nivel de profesores internacionales. Otros compraron casas en RD y se mudaron para poder bailar sin límite”, destaca la rusa Maria Kozlovskaya, fundadora del proyecto BailaMar junto a su pareja Alexander Yumashev, que trae a turistas de todo el mundo para enseñarles los bailes típicos del país.

Orígenes y patrimonio

El merengue se originó en el Cibao del siglo XIX. En principio, era considerado inmoral por los pobladores de la época y los sectores más conservadores de la sociedad intentaron, con poco éxito, prohibirlo, así como también al baile que lo acompañaba.

No fue hasta mediados del siglo XX, durante el régimen de Rafael Leónidas Trujillo, que el merengue experimentó una elevación de estatus y se consolidó como un símbolo nacional, debido a las numerosas canciones que el tirano ordenó componer en su honor, con títulos como «Trujillo es grande e inmortal» y «Trujillo, el gran arquitecto».

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Posteriormente, en 2016, la UNESCO lo inscribió en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, destacando que es parte integral de la identidad nacional dominicana y su papel en la proyección internacional del país. Este reconocimiento fortaleció su valor como atractivo turístico, al presentarlo ante el mundo como un ritmo representativo de República Dominicana.

La bachata, por otro lado, surgió en los barrios marginados de la capital en la segunda mitad del siglo XX. Fue considerada por la alcurnia criolla como una manifestación vulgar, a la que otorgaron títulos despectivos como “música de amargue” o “música de guardia”.

Para finales de los años setenta e inicios de los ochenta, este género comenzó a adquirir un interés masivo en la sociedad debido a su intensa difusión en los medios de comunicación de la época, la popularidad que alcanzaron éxitos como “Chiquitita” de Leonardo Paniagua y la aparición de una nueva generación de artistas.

La bachata alcanzó un hito en 2019 al ser declarada también Patrimonio Inmaterial por la UNESCO. Desde entonces, los turistas llegan al país no solo en busca de sus playas, sino también motivados por su deseo de conocer la cuna de este ritmo que suelen escuchar en radios y listas de música globales.

De música a experiencia turística

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Las actividades culturales que ofrece República Dominicana fortalecen la relación entre música y turismo. Los festivales de bachata y merengue convierten las avenidas en pistas de baile multitudinarias. Estas celebraciones atraen visitantes que participan de una tradición que traspasa generaciones.

Sus experiencias no se limitan solamente a los grandes eventos. En bares, colmadones y discotecas los turistas también se integran al ambiente local fascinados por la autenticidad y carisma del pueblo dominicano, capaz de disfrutar tanto en lo cotidiano como en ambientes festivos.

Academias locales y extranjeras han creado programas que ofrecen a los visitantes clases de baile y recorridos por diferentes provincias, convirtiendo el aprendizaje en una experiencia cultural inmersiva.

Desde BailaMar, por ejemplo, Maria y Alexander traen grupos de turistas cuatro veces al año para aprender a bailar bachata, merengue, bolero, son y dembow.

“Cada mañana tenemos clases de baile y música, por la tarde disfrutamos de la belleza de las playas y cada noche salimos a bailar. La mayor parte del programa está en Las Terrenas, pero siempre hacemos una ruta por la isla visitando Cabarete, Puerto Plata, Jarabacoa, Santo Domingo, entre otras. También disfrutamos de actividades especiales, como el Carnaval Dominicano y conciertos de famosos bachateros y merengueros”, relata Kozlovskaya.

Destaca que, cuando iniciaron esta travesía en el año 2014, había pocos organizadores dedicados a enseñar el baile a los visitantes internacionales, sin embargo, en la actualidad, muchos instructores se dedican a esta práctica.

En lugares como Punta Cana, Puerto Plata, Bayahíbe o Juan Dolio, los resorts incluyen talleres y shows de baile en su oferta. Además, los guías turísticos suelen recomendar lugares donde los turistas pueden practicar.

Para muchos, visitantes, este resulta ser uno de los recuerdos más valiosos de sus vacaciones, pues el atractivo no está en solo aprender los pasos, sino en la posibilidad de experimentar la música en su hábitat natural y sentirse parte de una comunidad que lleva el baile en las venas.

“La cultura dominicana está llena de alegría. Los dominicanos saben disfrutar de la vida y ser felices sin tener mucho, y eso se refleja en su música y en su baile; es algo contagioso y adictivo. Los extranjeros vienen a RD para conocer este sabor, y los dominicanos están muy felices de compartirlo”, afirma Yumashev.

Impacto económico y social

La música se transforma en una cadena productiva que beneficia desde instructores y músicos, hasta coreógrafos y promotores. Cada clase de baile, festival o concierto realizado se traduce en ingresos que no solo impactan en Santo Domingo, sino también en comunidades que antes no figuraban en el mapa turístico.

Este año, el Ministerio de Turismo comenzó a capitalizar este potencial con el lanzamiento del proyecto “Ritmo de la Costa”, que se desarrollará hasta el próximo 29 de noviembre. Se trata de una iniciativa que recorre cada sábado distintas provincias llevando actividades y presentaciones artísticas.

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El programa busca reactivar espacios públicos y reforzar la identidad nacional como atractivo turístico. Para el visitante, esto significa tener aseguradas diversas actividades culturales que visitar, que se complementan con su estadía en las playas.

Embajadores culturales

Son muchas la figuras que se han encargado de llevar la bachata y el merengue al escenario internacional. Nombres como Juan Luis Guerra, Milly Quezada, Romeo Santos y Frank Reyes resuenan en todo el mundo despertando el interés de extranjeros que deciden venir al país para experimentar estos ritmos desde el lugar donde nacieron.

Otros, aunque ya no están físicamente en este mundo, han dejado un legado imborrable en la historia cultural de República Dominicana, que sirve como una carta de presentación ante quienes desean conocer más de la música local, entre ellos: Luis Segura, Yoskar Sarante, Félix Cumbé, Rubby Pérez y Johnny Ventura.

Este último, en un escrito publicado en los medios de comunicación previo a su fallecimiento, expresó que el merengue fue “punto de partida del turismo dominicano”, captando la atención extranjera incluso antes de que las playas adquirieran el prestigio internacional que tienen a día de hoy.

Autenticidad y riesgos

El auge del turismo musical trae consigo el reto de mantener la autenticidad. Algunos expertos advierten sobre la posibilidad de que la bachata y el merengue se vean reducidos a espectáculos prefabricados que no representen la riqueza cultural de la que han gozado durante décadas.

Resulta indispensable garantizar que las experiencias diseñadas para turistas respeten la tradición y a su vez fortalezcan a las comunidades locales, de manera que se evite caer en una presentación superficial de la cultura dominicana.

La bachata y el merengue son más que simples géneros musicales: conforman parte de la historia dominicana y atraen a visitantes de todas partes del mundo, pues el país posee en su música un atractivo que lo diferencia de otros puntos turísticos de la región.

Es fundamental potenciar lo que enorgullece: nuestra tradición, nuestros músicos, nuestros instructores y nuestros festivales. Gracias a la música, República Dominicana ya tiene asegurado un lugar en la memoria de quienes la visitan.