Báez Guerrero visto por un académico

Báez Guerrero visto por un académico

José Báez Guerrero (Santo Domingo, 1958) es un distinguido profesional de la comunicación y el periodismo con cuya labor enaltece este género literario que tiene hondas repercusiones sociales, políticas, culturales.

Se ha dado a conocer también como escritor de obras de testimonio, ensayo y ficción, mediante crónicas de viaje y temas políticos y económicos. Sus textos de ficción responden a un imperativo de su vocación literaria, que comparte con sus otras inquietudes laborales, intelectuales y profesionales.

Vinculado familiarmente al fundador de la Academia Dominicana de la Lengua, el ilustre orador sagrado monseñor Adolfo Alejandro Nouel Bobadilla, es uno de los principales biógrafos del destacado mitrado de la Iglesia, que ejerció también la Presidencia de la República.

El reconocido productor del programa de televisión “La Silla Roja”, enfoca temas sociales, políticos y culturales de actualidad con su incisivo cuestionamiento a sus entrevistados. Tiene un dilatado ejercicio periodístico en diferentes periódicos nacionales y, como intelectual al servicio de la comunicación, su nombre se ha proyectado por la destreza como se maneja en sus planteamientos y enfoques, así como por sus conocimientos sobre temas políticos, económicos, sociales y culturales.

Autor de la novela Ceroles y de un libro de cuentos, Siete gotas de arena, en sus relatos hace un uso ejemplar de la palabra mediante el cultivo de la ficción. Justamente fue ese aspecto el que tomé en cuenta para invitar a José Báez Guerrero a que inaugure, con su propia voz, el Archivo de Voces, instancia que hemos creado en la Academia Dominicana de la Lengua para registrar la realización fonética de nuestros escritores, documento que será de valioso interés a lingüistas, fonetistas y estudiosos de nuestro lenguaje cuando se interesen por el estado actual de nuestra lengua, sobre todo por la pronunciación de nuestros académicos, intelectuales y escritores.

Un escritor da señales sobre el manejo de la lengua y de la forma de aplicación de los recursos literarios en sus escritos de ficción. Entre las cualidades lingüísticas y literarias de la narrativa de Báez Guerrero, quiero subrayar las siguientes:

1) Desde el empleo de la palabra y el legado histórico, familiar y nacional, José Báez Guerrero se siente articulado a una lengua, una tradición y una cultura, memoria fecunda de la que se declara deudor. En el prólogo de su obra narrativa, el autor da cuenta de la razón que lo llevó a escribir ficción. Al respecto evoca el legado de sus antepasados, como lo revela el siguiente testimonio, índice de sus afectos entrañables:

“Quizás invocar antepasados que leían y escribían hace doce o quince generaciones, cuando casi toda la demás gente se conformaba con el pastoreo y las tradiciones orales, sea apenas una vanidosa tara, tan inútil como una joya. Su imposible recuerdo, su imborrable presencia, es como las nubes de polvo que levanta el tránsito por las rutas del estío, que sólo desaparecen si nos detenemos, no sin antes hacernos toser. Si no hay destinos, no los hay; quizás nuestras vidas son sólo fugaces momentos a la orilla del camino” (“Siete gotas de arena”, p. 9).

2) Desde la sustancia de la narración, formalizada con elegancia expresiva y prosa correcta, testimonia su propia percepción del Mundo con un sentimiento de compenetración y valoración de cuanto cuenta, informa o relata:

“Afuera, el calor del verano y la falta de brisa desdibujaban el aire caliente y parecía como si la larga culebra metálica que yacía sobre el asfalto negro estuviera respirando, dormida; cada vidrio reflejaba el sol como escama brillosa; metálicos colores al tris de derretirse uniformemente estáticos o espasmódicamente retorciéndose con la lentitud de un moribundo. A Pericles García, que nunca en su vida pensó una metáfora, le ocurría que la escena enmarcada en su ventana bien podría serlo.

“Regresó a su sillón y se recostó. Había oído que cuando se llega al fin, toda la vida pasa delante de los ojos atropelladamente, como si una acción reflejo de la memoria pudiera desatar un deseo de aferrarse a la vida. ¿Será instintiva la secuencia de impulsos eléctricos y segregaciones químicas del cerebro que da al último instante de la existencia un sentido cinematográfico?” (“Cuento del fin del mundo”, pp. 25-26).

3) Incorpora términos y giros del español dominicano a su narración con un sentido de identidad nacional y un sentimiento de valoración emocional bajo el talante de nuestra idiosincrasia cultural:

“Decidió que llevaría su memorándum personalmente. Devoró sin gula su desayuno de trozos de víveres hervidos con un té de jengibre. Se vistió con un pantalón azul, camisa blanca, corbata marrón de tela de algodón (como las de los guarda-campestres del tiempo viejo) y partió hacia su destino” (“Siete gotas de arena”, p. 85).

4) Capta y expresa el momento expresivo y luminoso que cifra el impacto de una situación o el sentido de una escena:

“Los olores del puerto, especies, sudor, humo, pescado descompuesto, estiércol y heces humanas, se agolparon todos en la generosa nariz de Desiderio. El sol de Oriente disparaba del centro del cielo dardos infinitos de luz y calor; una leve brisa mezclaba todas las sensaciones. El día se llenó repentinamente de silencio; ya el círculo de curiosos en torno al alargado chino y el contundente diablo parecía congelado, expectante” (“El sable”, p. 69).

5) Ausculta el interior de sus criaturas imaginarias para inferir de sus actitudes y conductas lo que trasciende circunstancias, fenómenos y hechos:

“Sentado en una mecedora frente al mar, en la terraza de una casa de putas a donde había ido a parar tras una juerga de dos días, Rubén Sánchez disfrutaba un puro con un café. Llevaba tomado un cognac y tan pronto terminase el café se tomaría otro. En su trance, el alcohol lubricaba su memoria. Esta tarde estaba decidido a acordarse de todo, porque por primera vez todo parecía digno de ser recordado conjuntamente, no como fragmentos sin relación, como erróneamente ocurre con la mayoría de los recuerdos de muchísima gente (“El espía”, p. 91).

 En fin, captar los “fugaces momentos a la orilla del camino”, decir que tal o cual personaje nunca pensó una metáfora o señalar que “el día se llenó repentinamente de silencio” y experimentar la sensación de que alguna vez “todo parece digno de ser recordado” son datos y señales que delatan el talento intuitivo de un escritor, como efectivamente ha demostrado tenerlo José Báez Guerrero.

En cada uno de sus cuentos hay una línea, una frase, un signo que revela al fino escritor que hay en José Báez Guerrero. Decía William Blake que el buen escritor sabe “ver un mundo en un grano de arena”. Báez Guerrero tiene el instinto del buen escritor. Y, en virtud de ese instinto literario, sabe apreciar la dimensión peculiar de hechos y fenómenos, razón por la cual afina estéticamente con el ideario estético del Interiorismo.

Hemos ideado esta actividad en esta Casa de la Lengua, justamente para escuchar, en la voz viva de José Báez Guerrero, uno de sus mejores cuentos, el titulado “Palo Hincado”, que tiene un encanto derivado del contenido del tema y de la forma de su narración.

Vamos a escuchar sin más preámbulo, en la voz viva de su autor, la lectura del cuento “Palo Hincado”, testimonio del aliento creativo de este valioso intelectual dominicano.

En síntesis

Palo Hincado

Con motivo de la lectura de su cuento Palo Hincado, el escritor y periodista José Báez Guerrero fue recibido en la Academia Dominicana de la Lengua por su presidente Bruno Rosario Candelier, quien aprovechó para hacer un análisis crítico de su obra y estilo literario, haciendo especial énfasis en este cuento al que califica como “uno de los mejores”.

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