Bahía, tierra afrobrasileña

Bahía, tierra afrobrasileña

Puerto de llegada de los navegantes portugueses a comienzos del siglo XVI, el estado brasileño de Bahía es una tierra de marcado acento afrobrasileño, que respira mestizaje cultural en todos sus rincones y arropa al visitante con su calor, su música y sus tradiciones.

Las incontables iglesias católicas conviven con las ceremonias de origen africano, que hoy se manifiestan en el candomblé; la cocina portuguesa, con ingredientes y sazones autóctonos y africanos

Bahía, la fusión de una historia turbulenta con la modernidad

 Considerada la segunda mayor del mundo,  cuenta con unos 300 kilómetros de playas y 56 islas, que fueron testigos de numerosas batallas

Es un lugar donde la nostalgia y la historia se funden con la modernidad.

Cuando el navegante Pedro Alvares Cabral atracó en 1500 en lo que hoy se conoce como Puerto Seguro, la región estaba poblada por los indios tupiniquim, una de las tribus del grupo tupí-guaraní que ocupaba buena parte del litoral de Brasil en esa época.

Más interesados por el comercio con las Indias que en los nuevos territorios, los portugueses ignoraron Brasil durante tres décadas, en las que no cesaron las incursiones de franceses, que no reconocían el Tratado de Tordesillas y codiciaban la madera de pau-brasil.

Salvador, capital administrativa y religiosa

Una orden del rey Juan III de Portugal llevó a la creación, en 1549, de Salvador como sede del gobierno general de Brasil y menos de un década después comenzaron a llegar los primeros esclavos (más del 37 por ciento de ellos entraron por Bahía).

Las batallas contra los franceses y los invasores holandeses, la esclavitud, los movimientos insurgentes e independentistas fueron dejando su huella en la ciudad, principal puerto de entrada del turismo que visita Bahía. Situada sobre una colina que domina la Bahía de Todos los Santos, Salvador sirvió como capital administrativa y religiosa de la colonia portuguesa hasta 1763, cuando fue llevada a Río de Janeiro. Fue el centro del cultivo y el comercio de productos como el azúcar y el cacao. La abolición de la esclavitud y los problemas de la caña de azúcar aceleraron el declive iniciado cuando perdió la capitalidad.

Es ese pasado colonial turbulento  lo que hace hoy de Bahía y sus ciudades – desde Salvador, Cachoeira y Sao Felix hasta Porto Seguro, Ilheus o Lençois -, uno de los estados con mayor turismo de Brasil. Más de cinco siglos han dejado un rico legado artístico, cultural y social, no siempre cuidado con el esmero que merece, pero que ha convertido a la ciudad, la Bahía de Todos los Santos y, en general, al estado, en un atractivo para el viajero.

Salvador, una ciudad bulliciosa, de tráfico intenso y que durante décadas estuvo abandonada a su suerte, alberga tesoros insospechados, muchos deteriorados y necesitados de un donador generoso que acuda en su socorro.

Pese a la decrepitud que todavía corroe muchas de esas joyas artístico-culturales, el visitante puede rememorar el pasado en las fachadas antiguas de elegantes caserones, con sus balcones de hierro forjado, y en las empinadas calles empedradas, una de las estampas más características del centro histórico: el “Pelourinho”.

Considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el “Pelourinho” es donde residían los miembros del gobierno, los ricos hacendados de la caña de azúcar y los comerciantes.

Llamado así porque allí se alzaba el “pelouro”, un lugar de castigo, el barrio acoge la Iglesia y Convento de San Francisco, un conjunto arquitectónico construido entre 1686 y 1708, en el que la recargada decoración en madera tallada recubierta con pan de oro de la iglesia contrasta con la serenidad de un claustro muy castigado por el abandono.

A escasa distancia se alza la primera facultad de Medicina construida en Brasil, un antiguo edificio rosado que se va a beneficiar de una muy necesitada restauración.

La Fundación Casa Jorge Amado, el escritor que, según Emilia Silva, directora ejecutiva de Bahiatursa (institución oficial de turismo en Bahía), hizo más por este estado que años de promoción turística y cultural, es otra de las joyas del barrio,  que también alberga bellezas arquitectónicas como la Iglesia de Nossa Senhora do Rosario dos Pretos, construida por los esclavos, o la Iglesia, Convento y Museo del Carmo.

La Bahía, testigo de numerosas batallas

Otro tesoro de la ciudad es el ascensor Lacerda, una torre que permite unir rápidamente la parte alta y baja de la ciudad, donde se alza un puerto en el que antiguamente atracaban barcos  con todo tipo de mercancías y ahora sirve de punto de partida para los paseos por la Bahía de Todos los Santos.

La Bahía, considerada la segunda mayor del mundo, con más de mil kilómetros cuadrados, cuenta con unos 300 kilómetros de playas y 56 islas, que fueron testigos de numerosas batallas.

El miedo a los ataques de los indios, a las invasiones holandesas, ataques de corsarios y piratas, y las guerras de independencia, así como el intenso comercio, cuando Salvador era ruta obligatoria de navegaciones entre Europa, África y Asia con América, atrajeron a numerosos navíos que acabaron sus días en el fondo del océano. La amenaza bélica llevó a una continua mejora del sistema de defensa por parte del gobierno colonial y hoy es patente en la abundancia de fortificaciones. En puntos estratégicos se alzan el fuerte de Nossa Senhora de Mont-Serrat; el de Santa María; el de “Santo Antonio além do Carmo”; el de Santo Antonio da Barra, que hoy alberga el Museo Náutico; el de Sao Diogo, el de Sao Pedro, el de Barbalho, el de Santo Alberto o el de Sao Marcelo.

 Este último, bautizado como “el ombligo de Bahia” por Jorge Amado, se caracteriza por una planta casi circular y fue construido sobre un banco de arena frente al puerto. EFE/Reportaje

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