Baja California, impresionante y desolada

Baja California, impresionante y desolada

La península de Baja California es una de las regiones más apartadas del continente americano, aunque se encuentra al sur de una zona densamente poblada. La escasez de asentamientos humanos no puede atribuirse a la lejanía o inaccesibilidad del lugar, ya que ningún punto de su territorio dista más de 65 kilómetros de la costa.

Tampoco puede atribuirse a la falta de incentivos materiales, ya que la sierra que corre de un extremo a otro de la península – con una longitud de 1 200 kilómetros – ha atraído a numerosos aventureros y gambusinos en busca de vetas minerales cuyo potencial es tan grande como el de cualquier otra zona de México.

Es probable que el aislamiento de Baja California se deba más bien a su clima, hostil a los asentamientos humanos. Los extremos norte y sur tienen una temporada de lluvias pero, en el resto de la península, transcurren meses, hasta años, sin que caiga una gota.

La virtual ausencia de agua inhibe el crecimiento de la vegetación, lo cual, a su vez, impide la evolución de un suelo absorbente que pueda sostener una vegetación más abundante o evitar el rápido escurrimiento.

Sólo una cantidad mínima de esta agua es absorbida por las plantas que se han adaptado al medio, y que comprenden una gran variedad de cactos.

[b]Una tierra de paisajes sorprendentes[/b]

Las fotografías tomadas por satélite muestran la sinuosa costa de Baja California sin rastros de neblina ni humedad, lo cual indica que se trata de uno de los lugares más despejados del planeta. El intenso grado de calor evapora grandes cantidades de agua superficial del Golfo de California, que separa la península de tierras continentales.

Para compensar por esta pérdida de agua, una corriente profunda entra al golfo desde el océano Pacífico. Esta agua fría, rica en sustancias nutritivas, favorece una de las zonas de pesca comercial más productivas de la costa mexicana. Más de la mitad de los recursos marinos del país provienen de esta región. Hay abundancia de abulón, sardina, atún, anchoa, camarón y lucio, especies que a su vez alimentan a un gran número de aves y animales únicos en las islas y costas del Golfo de California.

Otra riqueza inestimable de la zona es el legado de los grupos que emigraron a la península en tiempos prehistóricos: las pinturas rupestres más numerosas del mundo. Entre los cuatrocientos sitios descubiertos, sobresale la cueva de Santa Teresa, que cuenta con más de 500 metros cuadrados de murales. Todas las pinturas muestran el tema recurrente de la caza de animales cada vez más escasos. Hace unos ocho siglos, cuando se extinguieron las especies de caza mayor, la pintura rupestre perdió su utilidad. No obstante, los nativos seguían preocupados por los mismos problemas, y las narraciones de los primeros exploradores europeos describen la vida de los indígenas como una búsqueda constante de alimento.

En un principio, los navegantes españoles creían que la península era una isla y, debido a este error, le dieron el nombre de California, ya que estaban convencidos de que se trataba del reino fantástico de la reina Calafia, descrito en la popular novela medieval Las sergas de Esplandián. Los primeros informes sobre Baja California datan de 1533, cuando un grupo de marinos amotinados llegó a la punta sur de la península después de rebelarse contra su capitán, cuando iban en busca de un barco perdido en el Pacífico. El líder del grupo pereció a manos de los indígenas y el resto decidió volver a México, donde fueron aprehendidos por las autoridades españolas.

Al conocer este nuevo descubrimiento, Hernán Cortés envió una expedición con el propósito de establecer un poblado en la bahía de La Paz. Algunos integrantes de la expedición murieron de hambre, ya que el abasto de víveres era muy irregular y no podían vivir de la tierra, como los indígenas. El lugar pronto fue abandonado, pero Cortés envió otra expedición desde Acapulco para averiguar si Baja California era una isla. Uno de los barcos se perdió después de zarpar; los dos restantes cruzaron el Golfo de California, hasta llegar a la desembocadura del río Colorado, y regresaron por la costa occidental de la península. Ya de regreso, otro de los barcos se perdió en alta mar. El último llegó a Acapulco e informó a los españoles que Baja California no era una isla.

Las historias fantásticas de la reina Calafia perduraron, e incluso ciento cincuenta años después de estas expediciones, los mapas de Baja California la seguían representando como una isla. De acuerdo con la novela medieval, ejércitos de mujeres valerosas, ataviadas con doradas armaduras, impidieron a los hombres establecerse en el lugar. Existiera o no este ejército de amazonas, la «isla» resultó tan poco acogedora como la que habitaban las imaginarias enemigas de Esplandián. Durante un siglo, los únicos europeos que se refugiaron en la península fueron los piratas, al acecho de los galeones que viajaban de Oriente a Acapulco.

Los primeros asentamientos españoles que perduraron en la península fueron trece misiones jesuitas fundadas por algunos compañeros del padre Eusebio Kino hacia finales del siglo XVII. Aunque los jesuitas fueron expulsados de España y sus dominios en 1767, los poblados que fundaron sirvieron como base para las expediciones enviadas por el rey.

A principios del siglo XIX, los franciscanos fundaron otras trece misiones a lo largo de la costa occidental. Muchas ciudades norteamericanas se formaron a partir de estas misiones, entre ellas los tres puertos más grandes de California. Los exploradores encontraron un clima más benigno al norte de la bahía de Ensenada, y dieron a estas nuevas tierras el nombre de Alta California; desde ese momento, la península se llamó Baja California. Después de la guerra con los Estados Unidos (1845-1848), la Alta California, pasó a formar parte de ese país, mientras que la península permaneció como suelo mexicano.

[b]Potencial para el turismo[/b]

El clima desértico y la proximidad del mar han creado un paisaje sorprendente por su belleza. La mayor parte de la península sigue deshabitada e ignota. En 1970 se terminó una carretera que recorre el accidentado terreno. En la actualidad, algunos lugares como La Paz o Cabo San Lucas están unidos al continente por un servicio regular de transporte aéreo y marítimo. Cada vez se realizan mayores inversiones para desarrollar la costa del Golfo de California, donde las arenas suaves, las aguas tranquilas y la abundancia de especies marinas son motivo suficiente para convertir la zona en un importante centro turístico. De esta manera, es posible que el siglo XX logre dejar en la última frontera de México la huella que ningún otro periodo de la historia pudo imprimir. Si se alcanza un equilibrio entre las perspectivas económicas y la ecología, de una belleza abstracta única en Baja California, el desarrollo de la península estará al fin a la altura de sus tentadoras y elusivas riquezas naturales.

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