Bajo el susto de la «Ley de Ambrosio»

Bajo el susto de la «Ley de Ambrosio»

Este Ambrosio no fue legislador sesudo, ni ilustrado hombre de pensamiento político. Fue un astuto campesino cibaeño que tragado por la miseria en la zona que trabajara, decidió escapar hacia la capital y convertirse en panadero.

En tales tareas se desempeñaba precariamente, cargando un canasto con sus panes, hasta que conoció a mi padre y lo encantó con el agudo filo de su sagacidad y marrullería. Paso a paso fue internándose a la imprenta paterna, a fuerza de eficiencias marrulleras, a menudo deleitosas y no pocas veces agudas. Uno de sus proverbios o aforismos predilectos era que «en tiempo `e reyeita, cuaiquiei agujero e` pueita», y los impresores bautizaron la máxima como «la Ley de Ambrosio».

Los impúdicos empeños del PPH, que más que ser siglas de «Proyecto Presidencial Hipólito», parecen siglas de «Para Permanecer a Horcajadas», es decir, una nueva versión de «Seguiré a Caballo», mantienen el temor masivo de la Nación en cuanto al propósito de que el actual presidente y los gozosos y espléndidamente retribuidos miembros del PPH, estén dispuestos a cualquier cosa -no importa su dimensión terrible- con tal de permanecer a horcajadas sobre el Poder.

Se trata de la «Ley de Ambrosio»: en caso de reyerta, cualquier agujero es puerta. Cualquier maniobra es posible para no entregar el Poder.

Porque la gente se pregunta cómo es posible, con todas estas alzas en el costo del simple vivir, con una moneda arrastrada por el suelo, con un país prácticamente deselectrificado en el siglo XXI, cuando ya la vida productiva es imposible sin esa energía, cuando el rechazo a la administración Mejía (¿desadministración?) colocan al mandatario en el punto más bajo entre los presidentes latinoamericanos y la reciente encuesta de la firma Penn, Schoen & Berland refleja que Mejía está en una lejana tercera posición. (13% del electorado lo apoyaría), se pregunta uno -repito- en qué se fundamenta la certidumbre pepehachista en cuanto a que habrán de retener el poder.

Esos empeños en la Ley de Lemas trajeado con el nombre de Voto Preferencial Presidencial ¿qué persigue? No parece ser otra cosa que un descomunal desorden cuando las mesas electorales se inunden de díscolos miembros, delegados y observadores del PRD, que no han logrado ponerse de acuerdo para realizar una convención, así como otros miembros de partidos que se añadan, creando un caos que desemboque en la imposibilidad de que la Junta Central Electoral pueda declarar un ganador.

Luce que lo que se procura es que no exista un clima ni remotamente adecuado para la realización de las elecciones del ya cercano 16 de mayo. O que, de efectuarse, sea imposible determinar un ganador.

Se trata de la «Ley de Ambrosio».

En caso de problema, cualquier agujero es puerta.

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