Bajo la dictadura

Bajo la dictadura

LUIS SCHEKER ORTIZ
“La sociedad dominicana, en su inmensa mayoría, sufre un mal gravísimo que día por día va asumiendo mayores proporciones: la falta casi completa de sanción moral. Los hechos más reprobables, solamente en algunas almas apenas sí producen pasajeros estremecimientos de justa indignación. Pero pasado el momento crítico, ya nadie se acuerda o hace mención de tales cosas. Los autores de ellos continúan ufanos y campantes como si tal cosa”.

La cita la extraigo de un formidable ensayo que brotara de la pluma del insigne Don Federico García Godoy, tras un amargo episodio vivido por él y un grupo de ciudadanos prestantes de La Vega durante el gobierno del General Bordas Valdes (1914) precedido, el estudio, de un atinado prólogo del historiador Franklyn Franco, obsequio de la amiga Virtudes Uribe, laboriosa y meritoria promotora de libro dominicano, mientras departía en la Librería La Trinitaria con un reducido grupo de contertulios que asiduamente asiste a la peña de los sábados a debatir y conversar sobre diversos temas de la actualidad.

Se quejaba Virtudes de la baja venta de libros y del cierre de numerosas librerías, no obstante la creciente producción de buenas obras de todo género, tanto de autores nacionales como extranjeros, y advertía que ese era un rasgo de la decadencia de la sociedad dominicana, entregada a otros placeres y entretenimientos del consumismo, y a la desaparición de importantes valores sociales y culturales, sustituidos por otros de cuestionable moralidad.

El tema se engarzó de inmediato  con la situación política y la crítica situación de los partidos políticos, sus alianzas y candidaturas, y la insustancial, desproporcionada y costosa campaña electoral, reflejó en una crisis más profunda, de carácter social e institucional, que azota la democracia dominicana en muchos frentes, producto de lo que Juan Bosch llamara la arritmia histórica en que ha vivido nuestro pueblo debido a “las debilidades intrínsecas de una sociedad cuyo desarrollo ha sido obstaculizado sistemáticamente por fuerzas opuestas a su progreso”.

Las dictaduras que hemos padecido han sido, desde el nacimiento del Estado Dominicano, grandes retrancas para su desarrollo. Son ellas las antítesis de la democracia. Pero las dictaduras, preciso es señalarlo, no son causas, sino efectos. Producto de males ancestrales más profundos que las permiten y sostienen.

En el ensayo que comentamos, su autor enfatiza que: “la causa principal de nuestros frecuentes y asoladores pugilatos civiles, reside en lo alto, en los centros gubernativos, en la acción torpe y disolvente de gobiernos sin ideales, y sin prestigio que tienden sólo a satisfacer exigencias de un burdo y procaz personalismo…”

Para Bosch “la democracia es un régimen político que se mantiene sobre la voluntad de todos los sectores sociales y de todos los individuos que tienen alguna responsabilidad que cumplir. Si falta esa voluntad, la democracia no puede sostenerse”. Por eso nuestra democracia es frágil, porque se asienta en una sociedad débil, excluyente y no participativa.

500 años antes de Cristo, Perícles, en la Oración Fúnebre, proclamaba: “Nuestro gobierno se llama una democracia porque su administración está en manos no de pocos, sino de muchos. Y señalaba, “aunque todos los hombres son iguales ante la ley, la comunidad los aprecia de acuerdo con sus méritos. Ni la posición social ni la riqueza, sólo la capacidad determina el servicio que rinde un hombre”.

Ante el desajustado sistema económico, social y político y su grave deterioro, se adueña del ciudadano el pesimismo y el desaliento, y asoma con signos agoreros la dictadura, la mano dura, como fórmula salvadora. Nadie que haya padecido sus males, quiere su retorno. Muchos, ante esa perspectiva, se resignan con lo que tenemos o se acomodan.

Pero la solución a la incapacidad, las deficiencias y el desorden institucionalizado que pone en peligro de muerte a la democracia como sistema de vida, habrá que buscarla por otros derroteros.

Con voz de sabio, García Godoy, “predicador permanente” a favor de la paz, la libertad y la estabilidad de las instituciones democráticas, en su ensayo Bajo la Dictadura, señala el camino a seguir: “Hay que formar con fines políticos, conforme lo permitan las circunstancias, un fuerte, un sólido bloque que ofrezca formidable resistencia a ambiciones bastardas, a la concupiscencia, a los mercantilismos, a las intenciones vitandas que marchan de continuo al asalto del poder público. Y así tendremos paz fecunda, instrucción, trabajo, verdadera instituciones republicanas”.

Aunque muchos se empeñen en negar esa posibilidad y desesperen, no nos queda, a los mensajeros de la utopía, otra opción posible. Siempre posible, si asumimos el compromiso.

Hacía mucho que no bajaba a El Conde, que no visitaba “La Trinitaria” ni compartía con los contertulios de la Peña. Aunque nada nuevo se dijo, nada que todos no supiéramos a conciencia, fue alentador revivir estas ideas y echarle una mano a la esperanza.

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