Balaguer ecologista

Balaguer ecologista

El ingeniero Salvador Ramírez tomó la palabra tras la presentación de estilo que de él hiciera Jorge Tena Reyes. Jorge dijo que el ingeniero hablaría de un Joaquín Balaguer ecologista. En realidad expuso sobre la agudeza de un estadista que propició disposiciones de protección al medioambiente en tiempos en que ese no era tema de moda. En tanto Ramírez disertaba llegó a mi mente cuanto voy a referirles. Eran los primeros días de noviembre de 1986 y el Secretariado Técnico de la Presidencia había citado al Consejo Nacional de Desarrollo, en función de consejo de gobierno.

Se presentó el anteproyecto de Presupuesto y Ley de Gastos Públicos para 1987. Varios de los funcionarios hablaron de las necesidades de sus departamentos y las contrapusieron a los diseñadores del proyecto. Tal vez acicateado por aquellas miras, Joaquín Balaguer pidió la palabra.

-¿Está entre los presentes el director ejecutivo del Instituto Nacional de Aguas Potables y Alcantarillados, INAPA?

Desde el costado oeste de la luenga mesa se escuchó una voz que respondió “sí señor”. Lentamente el Presidente de la República comenzó a erguirse. Un asistente militar, en el entendido de que también él quería intervenir como expositor, sostuvo un micrófono cerca de su boca.

-En caso de que una empresa hotelera desee instalarse en una comunidad del país, ¿qué políticas de contratación sigue INAPA?

-Depende Señor Presidente, respondió el funcionario. Y explicó que, en el caso comunidades con acueducto construido se contrataba el servicio. En caso de que fuese un lugar en desarrollo se procuraba un convenio para inversión por los promotores e inversionistas e INAPA.

-¿Y por qué INAPA ha realizado veintiséis horadaciones en el subuelo de Sosúa, en busca de agua potable y cuantos millones ha invertido su departamento en ello?

El funcionario masculló algunas palabras, mas no ofreció una respuesta precisa. Al notar el tono dubitativo, Balaguer lo interrumpió y produjo una breve pero elocuente pieza oratoria. Comenzó ofreciendo una lección respecto de las características del suelo rocoso de origen coralino de la costa. Mencionó el hecho de que tales suelos costeros se caracterizan por la infiltración de las aguas marinas.

A seguidas describió el nacimiento del río Catalina y la ecología del lugar. Con sus palabras pisó piedra por piedra, cascajo por cascajo, el lecho de aquél río. Y entonces, tajante, casi imperativo, dijo al funcionario que diversos estudios han descrito las aguas de los fluentes de esa cordillera, como puras.

A mi lado, el ingeniero Conrado Asensio, me mostró el dorso de sus manos. En esos días era director ejecutivo del Instituto Nacional de la Vivienda, INVI, y como excusa me dijo que no conocía a este otro Balaguer que se mostraba en la breve y enjundiosa disertación. Los vellos erizados constituyeron su emocionada y sorprendida reacción a las descripciones de aquellas tierras cordilleranas y de una costa ora de taludes arenosos, ya de riscos rocallosos.

Ese Balaguer al que el ingeniero Ramírez describió hace una semana como precursor del ecologismo en el país, fue el que sorprendió a otro ingeniero, al ingeniero Asensio. En aquella mañana de noviembre de 1986, Asensio comprendió que estaba obligado a ver su tierra natal con ojos diferentes.

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