Balaguer en la EFEC

Balaguer en la EFEC

Primero las dudas, escarceos, amenazas. Llegaron cartas conminando al arrepentimiento. La inconformidad provino de unos y otros. Nombres apócrifos y reales, reclamando, alegando hazañas, deudas incobrables, servicios a la patria. El juego del dolor y la apostasía. Leales y detractores, conversos y originales. Como si se tratara de otro tiempo, otra época. Como si fuera momento de intolerancia y prohibiciones. La convocatoria para asistir a la XI entrega del ciclo dedicado a la exposición y análisis del Pensamiento Social y Político dominicano, actividad organizada por la Escuela de Formación Electoral y del Estado Civil-EFEC-, la Escuela de la Junta Central Electoral, provocó el sainete. Estrategias fallidas, reclamos improcedentes e impropios, descalificaciones para un espacio que pretende el intercambio de ideas y auspicia el respeto a las opiniones ajenas. Sin imposición ni constreñimiento. Así ha sido desde el inicio. El ciclo comenzó, como tenía que comenzar, el día 26 de enero y con Juan Pablo Duarte. Orlando Inoa y Eleanor  Grimaldi Silié iniciaron la saga. Nadie quedó igual después de escuchar a Inoa desacralizar la tríada patriótica y a Grimaldi Silié, con su estilo pedagógico,exaltar al patricio. A partir de entonces, el último miércoles del mes, un personaje. Presentes: Ulises Francisco Espaillat, Salomé Ureña, Hostos, José Ramón López, Pedro Henríquez Ureña, Peña Batlle, Aída Cartagena Portalatín, Peña Gómez, Juan Bosch…Cada jornada una experiencia distinta, enriquecedora y desafiante. La calidad de las exposiciones, el interés del público, las emociones, hacen estos encuentros inolvidables. El XI correspondió a Joaquín Balaguer Ricardo y las peripecias previas a su realización fueron perturbadoras, incomprensibles. La convocatoria no pretendía detallar el inventario de cruces sino analizar el pensamiento del político y escritor precoz que marcó una época, sobrevivió durante la tiranía y permaneció en el poder, en el propio, 22 años e incidiendo tras el solio, hasta el fin de sus días. Tan odiado como querido, tan temido como admirado, despierta mayor interés que los otros dos líderes que junto a él forman el selecto grupo de los protagonistas políticos más importantes del siglo XX, después del tiranicidio. Con o sin reyerta, con penas y glorias, la instrumentalización de esos liderazgos es miserable. La desaparición, el desgaste, debió permitir el pase de antorcha, la renovación, el aprendizaje, la sincera evocación, con luces y sombras, de estos seres excepcionales. Sin miedos ni mentiras. El caso de Balaguer reta demasiado la objetividad, pero la seriedad académica se impone y así lo demostró Wilfredo Lozano, conferencista invitado. Sin justificar, explicó. Jamás arriesgaría su prestigio con complacencias inútiles. Declaró el afecto irrenunciable que lo unió a Juan Bosch, dijo que su líder había sido Peña Gómez y comenzó su exposición sobre Balaguer y el contexto que determinó su proceder. El otro invitado, Joaquín Ricardo García, habló de la devoción por la familia del 7 veces presidente de la República. Hilvanó hechos familiares, dolores, con acontecimientos políticos. Balaguer incita mayor atención porque su vigencia fue extensa, intensa. Estuvo desde antes de 1930, el tiranicidio lo sorprende como presidente de la República. Siguió hasta el 1966 y en su discurso de toma de posesión proclama: “Si los partidos de oposición, inclusive los grupos de extrema izquierda y de extrema derecha, se lanzan a una labor desenfrenada y tratan de desarticular la vida del país y de quebrantar sus principios, es lógico que la convivencia se hará imposible y que el gobierno se verá empujado a actuar con drasticidad y hace frente a la actitud subversiva…” Logró ser bautizado como “padre de la democracia dominicana.” Además del tiempo de permanencia en el poder, fue, como confesara, un instrumento del destino. Supersticioso, suertudo, sus adversarios y víctimas, sus perseguidos y la parentela de los mismos, “uno a uno como caballeros y todos juntos como malandrines” convirtieron su habitación en lugar de culto y consulta. Balaguer es historia. Sus detractores reales seguirán siéndolo, sus parciales también. El limbo es para los claudicantes y para aquellos que, después de su desaparición, se quedaron sin consigna.

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