POR GÜIDO RIGGIO POU
Quitad la mentira y debajo quedará la sangre
En la medida que pasa el tiempo empezamos a ver como se va erigiendo el paisaje tranquilo de la historia, los contornos de lo que en un futuro la conformará.
Analizar la obra literaria de Joaquín Balaguer es tropezar en cada página con los rasgos fatales del hombre político que no pierde una oportunidad para hablarle a la historia. Y le habla, como el gran conocedor de la importancia que tiene lo escrito, donde queda encadenada la palabra tramada con sus astutas manos.
Existe una obra literaria específica donde Balaguer plasma un mensaje político dirigido a la juventud dominicana. Y ése mensaje no está al nivel de la categoría de honestidad intelectual que se supone a un hombre que anhela colocarse en un pedestal importante de nuestra historia literaria; no contiene la altura propia, la dignidad que se presume adorne la figura de un pensador y maestro de su estatura.
Veamos de qué se trata lo que en justicia he estimado nombrar, no sin antes haberlo meditado, una propuesta obscena.
De su novela Los Carpinteros, en una magnifica crítica literaria que hace en el curso de excelentes ensayos sobre la obra literaria de Balaguer, el reconocido escritor Giovanni Di Pietro expresa: Al terminar de leer Los Carpinteros, no sabemos si Balaguer está conciente o no del engaño que se esconde detrás del mensaje político.
Y no es para menos, el fino olfato del exquisito escritor, poeta y crítico literario nos denuncia que hay en esa novela un mensaje político engañoso, encontrado, contradictorio, paradójico.
Y nos dice que Balaguer en su novela: Por un lado exalta el estatus quo, no importa si es un poco represivo y cruel, y por otro lado eleva a la categoría de héroes de la libertad a aquellos revolucionarios que trataron de derribar a ese estatus quo encarnado en un Trujillo.
A éste mensaje bicornuto lo hemos debido llamar: La paradoja del estatus quo.
Si formulamos esta paradoja en otros términos, manteniendo su original exactitud, podríamos expresarla de la manera siguiente:
La juventud dominicana no debe nunca oponerse a las injusticias y crímenes cometidos por un régimen como el de Trujillo, y a seguidas afirmar ¡Que vivan los jóvenes héroes dominicanos que actuando correctamente, lucharon contra la tiranía de Trujillo porque nos liberaron de sus crímenes y de su horror!
Concebir y escribir una obra literaria con el propósito premeditado de verter este juicio venenoso, encubierto, oculto en el argumento de su novela Los Carpinteros, y pretender presentarlo a la juventud dominicana como norte decoroso y ético, fue para Balaguer, más que un acto de osadía intelectual, una imperiosa necesidad interior que le urgía la inyección de un mensaje narcótico para tranquilizar su propia conciencia.
Y la explicación a esta innoble acción, por demás impropia de un intelectual que se supone apegado a la nobleza y a la verdad, podemos encontrarla en la historia misma de su juventud.
Porque en su juventud Balaguer pasó de ser: un revolucionario y patriota de ideas avanzadas y democráticas, identificado entonces con la figura liberal de Rómulo Betancourt, y opuesto vehementemente a la ocupación norteamericana, a ser, y en gran contraste , un resignado servidor y promotor de un incivilizado proyecto político sanguinario que aplastó la dignidad de sus conciudadanos y la suya propia, como fue desde sus inicios el de Trujillo.
Su espíritu romántico, sumergido entonces en sueños juveniles de gloria y libertad se vio extrañamente cautivado por los negros postulados enarbolados por el régimen de sombra y opresión que cubrió a la nación por 31 años; y junto a esa sombra sucumbieron sus anhelos de verdad, libertad y democracia, que en última instancia representaban a su propio espíritu rebelde, a la propia esencia juvenil que le colmó de luz por aquel entonces.
Pasado el tiempo, ajusticiado el tirano (1961) se encuentra Balaguer al frente del gobierno; y ante la gran oportunidad que le brinda el destino, procede entonces a liquidar políticamente a la familia Trujillo. Y así logra atar los cabos para quedar más luego como el único heredero de las fuerzas políticas de ese régimen, en el país más pobre de América, donde el 60% de la población era analfabeta ,de origen campesino y con abundante ignorancia propiciada premeditadamente por aquellos 30 años de terror generalizado.
Y frente a los nuevos aires democráticos que a la sazón soplaban en el ámbito nacional e internacional, Balaguer, desde la misma silla presidencial que heredó de su Jefe, embiste simuladamente contra los postulados de la dictadura de Trujillo en la tribuna internacional de las Naciones Unidas, para poner así en movimiento toda una estrategia de lavado de su imagen política desvinculándola de aquel régimen de sangre.
Pero sabe él que para la historia tiene que fabricar alguna tesis redentora; tesis que explique su extraña conducta coautora al lado de aquel régimen asesino. Necesita convencer a la juventud ya libre y pensante, y mostrarle una razón lógica que les explique su permanencia por 31 años al lado de la sangrienta satrapía y el abandono radical, el limbo en el que enclaustró a sus puros ideales.
Entonces lanza en su novela Los Carpinteros su tesis paradójica, la tesis de la exaltación del estatus quo, donde le sugiere, le propone a la juventud dominicana que en cualquier circunstancia le es más beneficioso adaptarse al régimen reinante, que proceder como héroes patrios en contra de la opresión y la dictadura.
Y lo hace a sabiendas de que esta tesis, su tesis, no encaja en las acciones tomadas a lo largo de la historia por los jóvenes trinitarios que lucharon contra la ocupación haitiana. Ni tampoco articula con las acciones de los jóvenes patriotas que lucharon en contra del estatus quo de la anexión, de Lilís, de la ocupación yanqui o de Trujillo.
Llamar engañosa y perversa a esta paradoja del status quo es poca cosa, porque su propuesta donde arenga a los dominicanos a permanecer en la indiferencia ante un estado de injusticia, la hace acompañar engañosamente con notables alabanzas a los héroes dominicanos que a lo largo de la historia han vertido su sangre y han sacrificado su bienestar personal y familiar por luchar contra el status quo opresor y sangriento.
Pero, y para bien de la verdad y la razón, su incongruente recomendación moral está plenamente manifiesta y debelada para los ojos atentos de la juventud dominicana y para el inexorable juicio de nuestros historiadores:
A todos estos jóvenes les recomienda Balaguer hacer lo correcto con sus vidas y con la Patria, lo que él hizo durante 31 años: Mantener su cabeza inclinada, servirse del sangriento festín Trujillista, para disfrutar del lodoso estatus quo trujillista sin arriesgar ni su bienestar ni su vida, esperando ,hasta que llegase la oportunidad de coger los mangos bajitos
Lanzar semejante propuesta para justificar el camino equivocado que él tomó en la flor de su vida, solamente puede explicarse en la desesperación de un hombre que se siente acorralado por el juicio de la historia, y que se cree capaz, que con el acto de magia dialéctica propuesto en su novela cegaría la sensatez y el juicio de todos.
La famosa proposición de Bertrand Rusell sobre el Barbero comparada con la de Balaguer tiene una notable diferencia:
La paradoja de Rusell fue formulada para la sabiduría, para el bien, para la luz. Pero la paradoja del status quo de Balaguer fue formulada para la confusión, lanzada como cortina de humo para la justificación de su originario error; error y falta cometida esencialmente contra su propia conciencia.
Y lo más indigno aún, con su paradoja del estatus quo Balaguer intenta alcanzar el lavado moral de la historia por su mala acción, a costa de castrar y de arrastrar con él a la juventud dominicana, a la familia, a la sociedad con su confusa y degradante propuesta.
Busca arrastrarla con él hacia la iniquidad, hacia la indolencia, hacia el abandono, hacia la sombra, hacia la nada; busca arrastrarla hacia la disolución moral en la que él vivió atormentado desde que renegó a sus más puros ideales ,para formar parte activa de aquel ensangrentado status quo trujillista del que fue notabilísimo mentor.