Balaguer y su agujero

<p>Balaguer y su agujero</p>

POR GÜIDO RIGGIO POU
En un artículo reciente titulado “Economía y meteorología” defendíamos el carácter científico de la Economía,  que cuestionada por algunos, la tildan socarronamente de superficial e imprecisa.

En esa ocasión señalábamos más o menos lo siguiente: “Posiblemente la causa que ha marcado con esta injusta fama a la Economía y a los economistas, tenga su génesis en los políticos -además de los errores humanos a cargo de los profesionales de la economía- . Porque son los políticos los que en última instancia  toman sus decisiones de política económica guiados casi siempre por razones particulares. Razones que en múltiples ocasiones son adversas a las prudentes recomendaciones que la ciencia de la economía les señala”

 Estos países nuestros, pletóricos de masas conservadas en la ignorancia, eligen frecuentemente a desusados y vetustos líderes políticos que creen, que tomando acciones no recomendadas por los economistas, pueden lograr -como malabaristas que son- sus metas populistas y personales; y creen, además, que con sus malas decisiones, van a dejar ilesa a la economía nacional.

Un absurdo económico

Y un ejemplo probado y triste de las funestas consecuencias que sobre una economía puede causar un político y no un economista, fue lo que hoy, con todo el rigor y propiedad, hemos dado en llamar “El Agujero de Balaguer”. Agujero fatal que perforó a la economía dominicana hasta el mismo fondo, originando el fenómeno de superinflación desastrosa que vivimos entre los años 1988 y 1991 con un 45% de inflación promedio anual durante 4 años consecutivos.

Esta hiperinflación fue propiciada por un inconcebible absurdo económico – y político sobre todo- que se le ocurrió implementar a Joaquín Balaguer -conciente, y por demás advertido de la plaga que sembraba- cuando “ordenó”, en aquellos días, desparramar sobre la economía nacional, la totalidad del torrente monetario inorgánico del Banco Central.

Y lo concibió para satisfacer exclusivamente una aspiración ostensiblemente personal. No lo hizo por una razón económica lógica y mucho menos por una razón política justificable. Veamos:

 La razón económica que le prohibía ejecutar tal acción es muy obvia, porque los más elementales principios de la economía advierten, aun al más desconocedor de estos asuntos, que los efectos de esa odiosa medida sobre la actividad económica son devastadores: inflación galopante y el desequilibrio general de la macro y de la microeconomía.

Un absurdo político

 Y la razón política por la que nunca debió tomar tal decisión, es todavía más obvia; pero por haber sido gestada en una mente preclara y experta como la de Balaguer merece un análisis más detenido en pos de alguna respuesta lógica que nos explique su acción.

 Sabemos que Balaguer veló celosamente -hasta entonces- por su popularidad y por su imagen política de protector de la economía de sus masas votantes. Pero con esta decisión -de altísimo costo político- él sabía perfectamente que iba a provocar los más altos índices de rechazo.

Sin embargo lo hizo por una sola razón: para disponer de suficientes recursos monetarios artificiosos, que le permitiesen edificar sus obras públicas -presas, carreteras y viviendas, etc.-, en lo que él vislumbraba podía ser su última oportunidad histórica para afianzar -o disipar, si no las construía- su fama de “presidente constructor” ;fama con la que siempre pretendió -y lo logró- destacar su nombre en la Historia

Como Lilís

Entonces sobrevino el desastre .En pocos meses el Peso tomó el camino resbaladizo de la devaluación. De la tasa de 2.80 (1986) en que estaba, pasó a otra agigantada de 14.00 por cada dólar. Al final de la avalancha inflacionaria el valor del dólar terminó multiplicado por 5 con relación al peso, que es lo mismo decir que el peso se encogió a un tamaño 5 veces más pequeño que el dólar. Superó, en aquel entonces, la devaluación que sufrió el peso en el año 2003, durante la crisis de quiebra fraudulenta conocida como el “Agujero de Baninter”-de más de 50 mil millones de pesos- ,donde el peso se devaluó 3 veces con relación al dólar, todavía dos (2) veces menos que la devaluación que provocó el “Agujero de Balaguer”.

Pero “la historia se repite”, porque llegamos a tal grado de deshonra, que nuestra moneda ya era despreciada y rechazada con igual ímpetu que las papeletas de su pariente Lilís. Nadie quería tener un Peso de Balaguer en sus manos, la economía se había dolarizado.

 Todos recordamos la desesperación y la incertidumbre de aquellos tiempos. Los precios de los artículos cambiaban día tras día. Nadie prometía el precio de una mercancía en pesos, ni siquiera de un día para otro. Las propiedades estaban llenas de “ US$ Se vende”. La hasta entonces insuficiente energía eléctrica desapareció casi por completo. En los bancos comerciales había que esperar horas y a veces días, para lograr cambiar un simple cheque para pagar una nómina con unos deteriorados y malolientes pesos. Nuestra economía se convirtió virtualmente en una economía de trueque.

Este descrédito nacional e internacional del Peso de Balaguer, sin dudas, llegará a opacar en la Historia de la Economía Dominicana la mala fama, del todavía recordado descrédito de los Pesos de Lilís, de los finales del siglo antes pasado.

Como Baninter

 Si fuésemos al aspecto exclusivamente jurídico y aplicásemos las leyes que hoy nos rigen, este triste proceso de hiperinflación ejecutado fríamente por Balaguer, puede cotejarse perfectamente dentro las figuras jurídicas con las que se han procesado a los desfalcadores de Baninter: fue un “lavado” o traspaso espectacular de dinero inorgánico a orgánico; con el agravante de que, en vez de quebrar a Baninter, Balaguer quebró al Banco Central de la República y llevó también al país a un estado virtual de colapso moral y económico.

 Ésta, sin lugar a dudas, fue una acción planificada y fraudulenta de “desfalco y lavado de pesos”, cuya causa única y comprobada, fue la orden dada por Balaguer a su Junta Monetaria para que le “permitiera” arrojar al torrente económico los pesos inorgánicos con los que saqueó y diezmó los bolsillos de los dominicanos; buscando con su acción la egoíca aspiración de afianzar su fama de Presidente Constructor.

Esta acción depredadora no tiene otra explicación que no sea la decisión arbitraria  de aquel hombre para lograr aquel fin. Y no busquemos otro origen, porque el propio Presidente Balaguer, cosa rara en él, así se lo sugirió -aunque lo evidente no necesita demostración- por lo menos a un economista, cuando perturbado se le acercó advirtiéndole de las consecuencias desastrosas que produciría a su imagen política y a la economía  el “Agujero Bancentral” que él estaba creando.

El Presidente Constructor

Pero poco le importó. Mas, no es extraño -la Historia esta llena de estos casos- ver a los pueblos convertidos en simples fichas en el tablero de ajedrez de los gobernantes y déspotas ilustrados, como Balaguer; que se hacen temer; y que colmados de ocultas frustraciones, toman caprichosas decisiones para compensar talvez, en su caso, los 31 años de humillación e indignidad con que quizás se reforzó y se fraguó envilecido, bajo los degradantes pies del tirano Trujillo, su ya resentido ego, manifestado plenamente en su imberbe “Tebaida Lírica”; por lo que procuró, a través de sus construcciones, demostrarle a la historia, que su grandeza sobrepasaba a la “grandeza” de aquel otro gran constructor, quien fuera el verdugo de su dignidad , “EL JEFE”.

Pero éste es un tema que cae en el campo científico que estudia las conductas y las complejidades de la mente humana.

Él, más que nadie, supo que con esta triste acción, los dineros del público, el poder adquisitivo, la economía de los dominicanos, sería depredada ,arrastrada hacia las arcas públicas; como supo también que con esos dineros a su disposición terminaría de consagrar su fama de constructor.

Los genuflexos

Ese dinero falso, simulado, inexistente, indigno, creado de la nada por la voluntad del temido déspota, se mezcló criminalmente, ante los conscientes, estupefactos, cómplices, genuflexos, coludos y encolados, chantajeados y aterrados ojos de la Junta Monetaria de entonces, con el dinero digno y blanco que todos habíamos generado a base de muchos sacrificios.

Entonces aquel río, aquel torrente monetario, se enturbió arrebatado, creando una ola de escasez, inflación y desestabilización económica, que sólo se detuvo cuando Balaguer – y para su propia sorpresa -alcanzó el poder en el 1990 mediante su experimentado arte con otra “magia electoral”. Ante estas terribles circunstancias, permitió entonces al Fondo Monetario Internacional a que accionara y contuviera su río desbordado, el río de desastres que pensó dejar al sucesor de lo que el creyó sería su último gobierno. Posteriormente se limpió de su pecado económico y achacó al FMI  la culpa de los sufrimientos del ajuste, que como consecuencia del “frenazo” de la economía, pronto llegaría. Entonces se logró la normalidad, se redujo de la inflación anual de un 50% al sólo 4 %.

Instalado en la historia

Queridos amigos que suelen comparar -y los que no- a las ciencias económicas con la meteorología, ahora podemos comprender, que aunque son los economistas los que estudian  el comportamiento de la economía, no son ellos quienes toman las decisiones finales.

Porque no fue de la cabeza de un economista que salió la descabellada idea de provocar la inflación de miseria y dolor que enturbió en aquellos años la vida y la tranquilidad los dominicanos. Esta idea salió de la cabeza experta de Balaguer, que violando toda la prudencia que le ordenaban la ciencias políticas y económicas , prefirió jugársela, y afianzar aún más su imagen de Presidente Constructor ,con el que ya estaba  y estará sin lugar a dudas , instalado en la Historia.

Los economistas son simples estudiosos de las variables que afectan el quehacer económico. Son otros, con su poder político, los que toman las decisiones y cometen insensatos y calculados pecados, como éste, el que les acabo de narrar, el impune, arbitrario y costoso “Agujero de Balaguer”.

guidoriggio@gmail.com

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