Balance

Balance

Nuestro estilo de vida nos ha llevado a hacer comparaciones entre cosas o épocas. Este año, por ejemplo, puede ser un punto de referencia comparativa respecto a cualquier otro año en cuanto a ocurrencias o situación se refiere.

En esa virtud, en estos días nos ocupamos de comparar cuantos muertos más o cuantos menos, e igualmente con los heridos, ha habido este año en comparación con igual período del año anterior.

Y nos contentamos al saber que los números de muertos y lesionados entre el 23 y el 25 de este mes han sido considerablemente menos que en igual período del año pasado.

Sin nadar en honduras, se nos ocurre que es una tonta satisfacción la que nos llevamos por la diferencia que arroja esa comparación, pues de todos modos y sin que nos percatemos de ello, estamos aceptando sin chistar que en las celebraciones de la Navidad, como en Semana Santa y otros asuetos, tiene que haber, necesariamente, muertos, heridos, intoxicados, llanto, luto, dolor, tristeza y otras sensaciones deprimentes, que desnaturalizan la esencia de estas tradiciones.

-II-

Desde luego, esta percepción no significa que la disminución en el número de occisos y víctimas no deba ser un motivo de satisfacción porque aparentemente la gente haya mejorado su conducta, o moderado sus actos o, por otro lado, estuvo menos expuesta a los peligros.

La cuestión es que partamos siempre del principio de que no debe haber tragedia en medio de festejos de tanta importancia como Navidad y Año Nuevo, o Semana Santa, pues la conmemoración es de vida y por la vida.

A pesar de los pesares, los dominicanos hemos dado muestras de que hemos ido madurando y moderando nuestra forma de ver y afrontar las cosas. También en la celebración hemos ido cambiando positivamente, aunque aún quedan reductos de desajuste conductual.

No perdamos de vista ni dejemos de celebrar que en esta etapa del asueto haya habido menos tragedia, pero forjémonos la idea de que la meta debe ser cero muertos, cero heridos, porque la ocasión es para el disfrute austero y en paz. Ajustemos nuestros actos a normas de conducta que permitan mantener el balance doloroso en su más bajo nivel.

Solidaridad

Una vasta zona de Asia ha sido sacudida por un fuerte maremoto y el conteo de muertos y desaparecidos ha ido arrojando decenas de miles.

La naturaleza hizo sentir su poder en esta zona del mundo, caracterizada por una pobre calidad de las construcciones y alta densidad demográfica.

Todavía no hay cifras concluyentes de víctimas, pero no hay dudas de que el 2004 habrá de cerrar con un balance penosamente alto en pérdidas de vidas, heridos y damnificados.

Frente a estas consecuencias de la manifestación de las fuerzas naturales, no hay más salida que poner en práctica la solidaridad de todos los países del mundo hacia las zonas donde ahora se concentran la devastación y el dolor, bajo la premisa de que ocurrencias de este tipo, lamentablemente, pueden producirse en cualquier parte y en cualquier momento.

Llevemos a nuestros hermanos de Asia un poco de pan y abrigo en estas horas amargas.

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