El mayor general PN Rafael Guillermo Guzmán Fermín insertó una verdad que reconozco, cuando en el podium de la Cámara Americana de Comercio expuso, el 28 de julio último, que “hay seguridad ciudadana y la criminalidad y la delincuencia son cosas del pasado”( ••• ).

Hay desplazamiento nocturno en las principales avenidas de la capital en juergas de la juventud y los casos delincuenciales son asaz esporádicos, y lo real es que hay un crecimiento demográfico alto y una oferta de mano de obra insatisfecha que convida a muchos a delinquir, aunque no es la regla común.

Precisó el jefe policial que apenas hace tres años recordamos como las FFAA auxiliaban los patrullajes en maridaje con la PN, que hoy no se percibe, prueba al canto de su aserto. Claro que hay un notorio auge del narcotráfico, que es un área específica con una densidad demográfica alta, cierto, pero mucho menor que en Centroamérica, donde las maras son autogobiernos, para caer en México, donde el narcotráfico es una pandemia y un abierto desafío al monopolio de la violencia estatal en cuyo enfrentamiento se involucra a las FFAA aztecas. ¿O no?

Guzmán Fermín ha hecho su trabajo con notorio esfuerzo tesonero y eficiencia en sus dos años y medio de jefatura que probablemente culminarán a mediados de este mes cuando son tradicionales algunos cambios por los gobernantes, aunque el presidente Leonel Fernández no es signatario de esa rutina. Decibeles altos de denuncias de crecimiento delincuencial son reincidentes en estos días en muchas áreas gubernamentales, sobre todo en las FFAA y la PN, originadas desde adentro de esas instituciones medulares de la República.

Váyase en paz, comandante, que usted hizo el trabajo, no obstante las críticas de la valla y las denuncias de los intercambios de disparos sin ponderar mucho cuántos policías cayeron en cumplimiento de su deber y para garantizar  la armonía social que Guzmán Fermín, con razón, afirma ha crecido.