Balance  del tiempo que se ha perdido

Balance  del tiempo que se ha perdido

– II-
Termina el año con la elección de unas altas cortes, integradas por varios miembros de la facción partidaria del Presidente, por lo cual nacen con el pecado original de la politiquería que ha corroído  las instituciones políticas de este país. Circunstancia ésta que presagia graves tensiones durante y después del actual proceso electoral.

Con un balance que arroja la existencia de un Congreso Nacional, que muchos califican de estercolero, reducido a mera caja de resonancia del partido oficial y al que se le asigna más dinero  que a la seguridad ciudadana, a la educación y al poder judicial, con un incremento de los recursos que se auto asigna la propia Presidencia (un 11.7% del presupuesto nacional, con el apoyo de los congresistas del principal partido de oposición) para instrumentar su política clientelar de acumulación originaria de capital del grupo en el poder. Ese grupo no sólo ha sido incapaz de superar el anacronismo institucional que significa una Oficina de la  Presidencia que  realice acciones de gobierno propias de otros ministerios e instituciones del Estado descentralizadas, como obras públicas, viviendas, tránsito terrestre, sino que ha fortalecido esa aberrante práctica a través  los cuantiosos  recursos que le asigna al llamado Despacho de la Primera Dama.

Esta administración ha sido globalmente negativa, en ella se ha incrementado la preeminencia del Poder Ejecutivo sobre los poderes Legislativo y Judicial, ha castrado la esperanza de descentralización municipal, ha sido incapaz de diseñar una política de Estado que potencie gobiernos locales eficientes y capaces de dotar a sus poblaciones de los servicios municipales mínimos. No ha podido crear un clima de gobernabilidad y de acuerdos sustantivos con las diversas fuerzas políticas y sociales del país para democratizar, adecentar e institucionalizar la práctica política en el país.

El equipo dirigente de este gobierno, el partido gobernante y su presidente, siguen sumidos en la cultura política de la intolerancia y de la prepotencia (abuso de poder) del pasado, se han constituido en el grupo político más conservador y atrasado del país, en una compañía por acciones poderosa y temida por diversos poderes fácticos del país. Paradójicamente se perciben y presentan como la referencia del progreso.

Ese equipo ha tenido el poder por más de una década y ha ahondado muchos de nuestros problemas. Más de una década perdida, dedicada a la compra de conciencia, a la prostitución política de muchos, a la francachela, al despilfarro de recursos, a la guerrita contra el principal partido de oposición, a negociar política y económicamente con el presidente de esa colectividad política y a no gobernar el país con la debida seriedad.

Un balance que decepciona a mucha gente que apostó por ese grupo de dirigente que, en su momento, fue la esperanza de mucha gente, luego de ver cómo el PRD fue inconsecuente con su pasado y con algunas importantes reformas que diseñó y aplicó en el país. Un grupo político que recogió muchas voluntades progresistas y de izquierda que creyeron y lo pensaron como una esperanza para un país mejor.

 Con semejante balance, darle a ese grupo cuatro años más de gobierno, más que una insensatez es una irresponsabilidad.

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