POR ÁNGELA PEÑA
María Baltasara Bustamante fue la primera mujer marina de la República, discriminada de la sociedad y de la historia porque era negra, humilde y de padre desconocido. No era apellido Reyes, como se ha repetido por años, confundiendo su segundo nombre con un apellido inexistente. Es que nació el día de los Santos Reyes y le pusieron Baltasara por el rey moreno, no le pusieron María Gaspar, aclara el almirante César De Windt Lavandier que lleva sesenta años luchando porque se reconozca la labor de esa digna mujer.
El consagrado historiador y navegante tiene inédita la genealogía de Juan Alejandro Acosta, hijo de la aguerrida dama de la cual posee valiosas referencias que no han recogido otros cronistas y que ignoraN casi toda la descendencia de la decidida mujer del 27 de Febrero, a quien solo queda vivo un biznieto de 94 años, Andrés Arturo Acosta Mañón (don Cucho).
No sólo Baltasara ha sido prácticamente ignorada. A su hijo, agrega De Windt, lo borraron del mapa. Desaparecieron la calle que tenía en Villa Duarte. Los únicos tributos al fiel discípulo del Padre de la Patria son el gran óleo que se exhibe en el salón de conferencias de la Jefatura de Estado Mayor de la Marina de Guerra y el guardacostas con su nombre anclado en la Base Naval de Sans Soucí, por iniciativa del almirante Frías Olivencia y de De Windt, que se esfuerzan porque se reivindique la memoria tanto de la gloriosa madre como del ilustre hijo.
Hace unos años hicieron gestiones para exhumar los restos de la dama, enterrados aún en el cementerio de Santa Cruz del Gato. Frías Olivencia, entonces en su condición de Jefe de Estado Mayor de la Marina, y la Liga Naval Dominicana, de la cual soy miembro, tropezamos con todos los obstáculos y dificultades y no nos fue posible trasladarlos a un lugar donde el pueblo pudiera rendirle homenaje, refiere el escritor y costumbrista.
Cuenta de la estrecha amistad existente entre la madre de Duarte, Manuela Diez y María Baltasara, su vecina. Los hijos de las dos señoras crecieron y se criaron juntos. Duarte preparó a Juan Alejandro enseñándole a leer y a escribir, contabilidad, algo de geometría y de matemáticas. Juan Alejandro era compañero de infancia de Duarte desde su niñez y no se dice, por el afán de presentar a Duarte como sobrenatural, que se bañaba en el río y se comía los mangos del cercado ajeno como un hijo de familia pobre, siempre andaba con Juan Alejandro Acosta. Cuando Juan Pablo se marchó a Europa, Acosta fue de los primeros en recibirlo a su retorno, en 1831.
MARÍA BALTASARA
María Baltasara cooperó en todo lo relativo a nuestra Separación de Haití y fue la única que estuvo en la Puerta del Conde junto a su hijo y a un grupo de marinos que fueron fieles a Duarte hasta el último momento, significó De Windt.
La considera como la primera mujer marina dominicana por su presencia en los muelles con un fusil en la Puerta del Ángulo, bajando por La Negreta, en Santa Bárbara, y en la de San Diego, por La Atarazana. Según el autor de Los Submarinos Alemanes en el Caribe, el ejército no hizo nada en esa fecha. Si no es por la Marina, la Independencia hubiera sido más tardía, los caminos eran los de la Costa y la Marina impidió que los enemigos pasaran de Azua y Santiago, bombardeó desde Cabo Haitiano para Manzanillo, impidiendo que un conglomerado de tropas haitianas fuera a socorrer el Fuerte Beller.
El 27 de Febrero, añadió, María Baltasara se colocó como un centinela en el Fuerte del Ángulo, donde cañoneó a los haitianos y todo el tiempo cooperó con los Trinitarios buscando armas, municiones y dedicándose a la causa. Ocultó dos veces a Duarte en su casa pues, al ser vecinos tan cercanos, sería el último lugar donde lo buscarían los haitianos.
Para De Windt, ella es pionera en la Marina por su labor de inteligencia en los muelles, viendo lo que traían los barcos, sacando pólvora y haciendo servicio en los puestos más difíciles en aquella época.
La define negra, bastante alta, bien conformada y de mente muy activa. Ayudó mucho a su hijo en el astillero que éste tenía en Santa Cruz del Gato y siempre estuvo dispuesta a dar la vida porque nuestro país fuera completamente independiente, tal y como lo soñó el Padre de la Patria.
Su madre era Micaela Bustamante. El dos de mayo de 1812, a los veintitrés años de edad, María Baltasara casó con Francisco Borja Acosta, diestro marino de origen lusitano, apodado El Portugués. Tuvieron otra hija: Lucía, que nació el mismo año en que María Baltasara quedó viuda. El esposo murió el quince de diciembre de 1819.
Cuando se incorporó a las luchas revolucionarias, María Baltasara contaba cincuenta y cinco años de edad. Aprovechaba su condición de vecina del muelle e iba de noche para que los marinos le regalaran ron, estopa y pólvora para la preparación de cartuchos. Una vez, de regreso a casa después de recoger pertrechos, se le cayó algo del mandil y un centinela haitiano vio que era una cartuchera con pólvora, ella iba armada y dejó al haitiano ahí tendido, relató don Andrés Arturo, el biznieto de la valiente mujer.
El historiador Vetilio Alfau Durán publicó las actas de defunción de María Baltasara y de su cónyuge en donde más de una vez se llama a la dama María Baltasara Bustamante. En una nota marginal aclara Alfau: Téngase presente, además, que por lo regular a todo el que nace el Día de Reyes, o sea el de la Epifanía del Señor, 6 de enero, le suelen poner Melchor o Micaela de los Reyes, Gaspar de los Reyes o Baltasara de los Reyes.
De Windt, quien acudió a HOY para abundar y aclarar el reportaje sobre la dama publicado en la sección Calles y avenidas de Santo Domingo, destacó que el hijo de la febrerista fue quien llevó a Juan Pablo Duarte a embarcarse en la goleta del capitán Finlay cuando los haitianos lo perseguían por su movimiento revolucionario después de La Trinitaria. El bote que lo llevó estaba tripulado por Juan Alejandro Acosta, Tomás Ariza y Juan Luis Duquela, con la ayuda del comandante del puerto, capitán Evertz, comunicó.
AL PANTEÓN
María Baltasara murió de vejez en Santa Cruz del Gato, cerca del río Chavón donde tenía su hijo un reparadero de buques que llevaba mercancía a Higüey por ese río, relata el almirante, ex jefe de Estado Mayor de la Marina de Guerra, quien lamenta: Aquí se ha divulgado poco su actitud y su trabajo. Nadie cree que existiera una mujer que se llamara Baltasara, tal vez por eso la confusión del nombre. Pero cree, además, que tal vez los miembros del Ayuntamiento dudasen que una representante del sexo femenino pudiera tener tanto arrojo y valor. Ella sabía remar e ir al barco donde estaba su hijo, manifiesta.
Es una pena, añadió, que ella, como muchos otros héroes de la Independencia y de la Restauración, haya sido olvidada por todos los dominicanos, ignorando sus trabajos y sacrificios por el bien de la Patria.
Su aspiración es que los restos de la dama sean llevados a reposar junto a los de su hijo, en el Panteón Nacional. Merece el descanso definitivo en ese sacro lugar, dijo, y preguntó: ¿No están allí Santana y Gaspar Polanco?.