Balzac visto por Stefan Zweig

Balzac visto por Stefan Zweig

SERGIO SARITA VALDEZ
Pocos escritores han gozado del privilegio de retratar e interpretar magistralmente el comportamiento mental de las grandes figuras de la historia a través del relato biográfico. Uno de ellos lo constituye sin duda alguna Stefan Zweig. Si alguien acarrea duda sobre el particular lo referimos a  biografías escritas por el autor en la primera mitad del siglo XX, tales como Fouché, María Estuardo y María Antonieta. En esta ocasión comentaremos su genial trabajo acerca de la vida y obra de Honore Balzac, novelista cumbre de las letras francesas del siglo XIX. 

Zweig tiene la peculiaridad de imprimir un formato  novelesco a sus personajes, al tiempo que narra con un sentido cronológico secuencial estricto el acontecer, resaltando los hechos y cualidades que dan relieve y vigor a la figura humana que diseca con su pluma. En el caso específico de Balzac, Stefan toma como centro gravitatorio de su estudio el poco afecto materno recibido por el primero en su niñez, elaborando al estilo freudiano un trauma psicológico inicial que lo llevan a buscar en su vida adulta a la mujer que llene el espacio de la soñada madre. Por otro lado, cataloga al letrado parisiense como un individuo con inseguridad financiera deseoso de encontrar a ese ángel femenino que haga desaparecer para siempre el fantasma de las estrecheses y penurias económicas.

La naturaleza pequeño burguesa de Honore le hicieron concebir ideas grandiosas que rayaban con la fantasía y el ridículo. Por ello dice el biógrafo: “Balzac está poseído por la pasión que el mismo ha construido, una pasión hecha de ambición y voluntad, aunque con la doble visión del artista ya haya advertido la futilidad de sus esfuerzos… Balzac era todo lo contrario del rey Midas, y todo lo que tocaba no se convertía en oro, sino en deudas. Lo había salvado un milagro, pero cada vez que su vida hubo de atenerse al orden, un instinto más profundo, algo que tenía inaplazable necesidad del caos y de la aflicción, respondía con un desorden nuevo. Balzac no podía respirar si no era una atmósfera ígnea; el exceso era la única medida en consonancia con él”.

Me encanta las apreciaciones psicológicas que cual cadenza reflexiva frecuentemente inserta Zweig. He aquí una de ellas: “El cerebro humano es tan exquisito que ni siquiera una capacidad intelectual perfecta y la experiencia más abundante consiguen vencer las flaquezas congénitas. La intuición psicológica, cuando se ilumina a sí misma, puede reconocer las disposiciones defectuosas del temperamento, pero no puede subsanarlas. Reconocer no es lo mismo que vencer; el diagnóstico no equivale a la cura, y siempre vemos a los más sabios reducidos a la impotencia ante sus pequeñas locuras, de las que cualquier otra persona se sonríe. Por mucho que Balzac conociera la puerilidad y el ridículo de su peor inclinación, el esnobismo, nunca consiguió reprimirlo”.

En otra parte del libro, Stefan acota: “Desde sus primeros éxitos, Balzac era sabedor de que la suya era una gran potencia. Había acabado por conocer bien sus fuerzas; había reconocido con sorpresa que su verdadero talento era para literatura, y que con su pluma podía conquistar el mundo, como Napoleón hizo con su espada… Balzac encontró la ley que en lo sucesivo regirá su obra: exponer la realidad, pero con una dinámica más fuerte, por estar limitada a pocas personas. Antes buscaba lo novelesco en lo romántico, tejiendo por un lado narraciones históricas y por otro exigiendo a lo fantástico, a lo místico, servicios auxiliares. Descubre que la importancia no está en el tema, en la decoración, en el armazón, sino en la dinámica interior. Las intensidades no están en el colorido, ni en la fábula, sino siempre y solamente en las personas”.

En 1834 Honore formula su agenda para 1838 de la manera siguiente: “En <<estudios de costumbre>> habrán de exponerse todas las consecuencias de los estados sociales. Expondré todas las situaciones de la vida, todas las fisonomías, caracteres masculinos y femeninos, todas las maneras de vivir, todas las profesiones, todas las capas sociales, todas las provincias francesas, la infancia, la vejez, la edad madura, la política, el derecho y la guerra; de todo esto, nada ha de caer en saco roto. Cuando quede resuelto, cuando la historia del corazón humano esté expuesta en todas sus derivaciones, quedará concluida la base del edificio. No describiré ningún hecho que sea producto de la fantasía, mi único objeto es lo que realmente acontece en todas partes”.

Comenta el autor que el novelista siempre subordinó el sentimiento a su voluntad, siendo ésta su facultad primordial. Trataba de llegar al fondo de las cosas. Semejante tipo de conducta se advierte claramente en este pasaje de Papa Goriot: “Todos hemos creído reconocer unos curiosos síntomas en la enfermedad de Papá Goriot, por lo que hemos decidido seguir su curso, con el objeto de tener una idea clara sobre algunos puntos científicos de determinada importancia… La verdad es que todo resulta demasiado extraño en la enfermedad de Papá Goriot. Si la bomba estallase en esta sección, dijo Bianchon, señalando el occipucio del enfermo, se dan casos de fenómenos singulares: el cerebro recobra algunas de sus facultades y la muerte tarda algo más en declararse. Pero las serosidades pueden desviarse del cerebro y tomar otros caminos que sólo pueden conocerse por medio de la autopsia”.

Como vemos, Balzac cumplió con su agenda para 1838 puesto que hasta en la patología incursionó. Gracias a Stefan Zweig hemos podido internarnos en las exquisiteces del autor de la inmortal Comedia Humana.         

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